Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, echando mano a Jesús lo arrojaron fuera del pueblo y lo llevaron a un barranco de la montaña sobre la que estaba asentado el pueblo, con intención de despeñarlo.  (Lucas 4:28-29)


El pasaje, como habrás adivinado, corresponde al día en que Jesús se presenta públicamente en la sinagoga de Nazaret ante sus paisanos. Lucas, un gran investigador de las historias que cuenta, indica que lo deseaban, literalmente, matar. Pero ¿Qué provocó semejante enfado de parte de aquella gente? Pues un tema de etnicidad, de racismo puro y duro. Jesús había afirmado que en tiempos de gran necesidad Dios había optado por ministrar a miserables gentiles -sirios o libaneses- en vez de hacerlo con la gente de su querido y amado pueblo escogido. Aquello era más de lo que sus oídos y su mentalidad podían soportar. Jehová era el Dios de su tribu, que despreciaba a todos aquellos que no pertenecían al pueblo escogido y que gozosamente esperaban el día en que ¡Por fin! Dios los destruiría a todos; a Jesús no tiene otra ocurrencia que hablarles de un Dios universal, abierto, amante y preocupado por toda la humanidad.

Pero Israel siempre había adolecido de ese problema, de considerar a Dios como el patrimonio de su tribu, y nunca entendió el propósito universal del Señor. Jonás es un buen ejemplo de ello. Primero huye de la misión salvadora de Dios hacia Nínive, y cuando de mala gana acepta, se enfada hasta el punto de querer morir porque ¡A quién se le ocurre semejante barbaridad! el Señor no tiene otra ocurrencia que salvar a la población. Dios le dice a Jonas: ¿No voy a compadecerme yo de Nínive, esa gran ciudad en la que viven más de ciento veinte mil niños? Pues no, no has de hacerlo, eres el Dios de la tribu y tu compromiso debe ser exclusivamente con ella y, todo aquel que esta fuera de la misma, debe estar fuera de tus planes.

Ahora quiero que busques rasgos, rastros sutiles de ese tribalismo en tu fe cristiana. Los judaizantes juzgaban a los gentiles; algunos eran de Pablo, otros de Apolos, otros de Pedro. Otros son arminianos, calvinistas, siguen la teología de la prosperidad o de la liberación, hablan en lenguas, veneran los carismas o tienen en un altar a la Biblia. Unos son de la tribu de los fundamentalistas, otros de la de los hillsonianos, otros siguen a MacArthur. Está la tribu de los católicos, los ortodoxos los.... en fin, cada uno con su tribu y todos convencidos de que Dios, el Dios de la Biblia es el de nuestra tribu y sin acabar de comprender la visión universal del Señor e incapaces de digerir que Él ni está, ni estará, ni quiere limitarse a mi pequeña, reduccionista visión de un Dios tribal. 

Tu visión de Dios puede ser real, pero nunca, nunca olvides, que Dios es el Señor del universo, que siempre será mayor que cualquier idea que tu teología sistemática se haya hecho de Él y que nunca se rebajará ni conseguirás que sea el guardián de tu tribu.



Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, echando mano a Jesús lo arrojaron fuera del pueblo y lo llevaron a un barranco de la montaña sobre la que estaba asentado el pueblo, con intención de despeñarlo.  (Lucas 4:28-29)


El pasaje, como habrás adivinado, corresponde al día en que Jesús se presenta públicamente en la sinagoga de Nazaret ante sus paisanos. Lucas, un gran investigador de las historias que cuenta, indica que lo deseaban, literalmente, matar. Pero ¿Qué provocó semejante enfado de parte de aquella gente? Pues un tema de etnicidad, de racismo puro y duro. Jesús había afirmado que en tiempos de gran necesidad Dios había optado por ministrar a miserables gentiles -sirios o libaneses- en vez de hacerlo con la gente de su querido y amado pueblo escogido. Aquello era más de lo que sus oídos y su mentalidad podían soportar. Jehová era el Dios de su tribu, que despreciaba a todos aquellos que no pertenecían al pueblo escogido y que gozosamente esperaban el día en que ¡Por fin! Dios los destruiría a todos; a Jesús no tiene otra ocurrencia que hablarles de un Dios universal, abierto, amante y preocupado por toda la humanidad.

Pero Israel siempre había adolecido de ese problema, de considerar a Dios como el patrimonio de su tribu, y nunca entendió el propósito universal del Señor. Jonás es un buen ejemplo de ello. Primero huye de la misión salvadora de Dios hacia Nínive, y cuando de mala gana acepta, se enfada hasta el punto de querer morir porque ¡A quién se le ocurre semejante barbaridad! el Señor no tiene otra ocurrencia que salvar a la población. Dios le dice a Jonas: ¿No voy a compadecerme yo de Nínive, esa gran ciudad en la que viven más de ciento veinte mil niños? Pues no, no has de hacerlo, eres el Dios de la tribu y tu compromiso debe ser exclusivamente con ella y, todo aquel que esta fuera de la misma, debe estar fuera de tus planes.

Ahora quiero que busques rasgos, rastros sutiles de ese tribalismo en tu fe cristiana. Los judaizantes juzgaban a los gentiles; algunos eran de Pablo, otros de Apolos, otros de Pedro. Otros son arminianos, calvinistas, siguen la teología de la prosperidad o de la liberación, hablan en lenguas, veneran los carismas o tienen en un altar a la Biblia. Unos son de la tribu de los fundamentalistas, otros de la de los hillsonianos, otros siguen a MacArthur. Está la tribu de los católicos, los ortodoxos los.... en fin, cada uno con su tribu y todos convencidos de que Dios, el Dios de la Biblia es el de nuestra tribu y sin acabar de comprender la visión universal del Señor e incapaces de digerir que Él ni está, ni estará, ni quiere limitarse a mi pequeña, reduccionista visión de un Dios tribal. 

Tu visión de Dios puede ser real, pero nunca, nunca olvides, que Dios es el Señor del universo, que siempre será mayor que cualquier idea que tu teología sistemática se haya hecho de Él y que nunca se rebajará ni conseguirás que sea el guardián de tu tribu.



Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, echando mano a Jesús lo arrojaron fuera del pueblo y lo llevaron a un barranco de la montaña sobre la que estaba asentado el pueblo, con intención de despeñarlo.  (Lucas 4:28-29)


El pasaje, como habrás adivinado, corresponde al día en que Jesús se presenta públicamente en la sinagoga de Nazaret ante sus paisanos. Lucas, un gran investigador de las historias que cuenta, indica que lo deseaban, literalmente, matar. Pero ¿Qué provocó semejante enfado de parte de aquella gente? Pues un tema de etnicidad, de racismo puro y duro. Jesús había afirmado que en tiempos de gran necesidad Dios había optado por ministrar a miserables gentiles -sirios o libaneses- en vez de hacerlo con la gente de su querido y amado pueblo escogido. Aquello era más de lo que sus oídos y su mentalidad podían soportar. Jehová era el Dios de su tribu, que despreciaba a todos aquellos que no pertenecían al pueblo escogido y que gozosamente esperaban el día en que ¡Por fin! Dios los destruiría a todos; a Jesús no tiene otra ocurrencia que hablarles de un Dios universal, abierto, amante y preocupado por toda la humanidad.

Pero Israel siempre había adolecido de ese problema, de considerar a Dios como el patrimonio de su tribu, y nunca entendió el propósito universal del Señor. Jonás es un buen ejemplo de ello. Primero huye de la misión salvadora de Dios hacia Nínive, y cuando de mala gana acepta, se enfada hasta el punto de querer morir porque ¡A quién se le ocurre semejante barbaridad! el Señor no tiene otra ocurrencia que salvar a la población. Dios le dice a Jonas: ¿No voy a compadecerme yo de Nínive, esa gran ciudad en la que viven más de ciento veinte mil niños? Pues no, no has de hacerlo, eres el Dios de la tribu y tu compromiso debe ser exclusivamente con ella y, todo aquel que esta fuera de la misma, debe estar fuera de tus planes.

Ahora quiero que busques rasgos, rastros sutiles de ese tribalismo en tu fe cristiana. Los judaizantes juzgaban a los gentiles; algunos eran de Pablo, otros de Apolos, otros de Pedro. Otros son arminianos, calvinistas, siguen la teología de la prosperidad o de la liberación, hablan en lenguas, veneran los carismas o tienen en un altar a la Biblia. Unos son de la tribu de los fundamentalistas, otros de la de los hillsonianos, otros siguen a MacArthur. Está la tribu de los católicos, los ortodoxos los.... en fin, cada uno con su tribu y todos convencidos de que Dios, el Dios de la Biblia es el de nuestra tribu y sin acabar de comprender la visión universal del Señor e incapaces de digerir que Él ni está, ni estará, ni quiere limitarse a mi pequeña, reduccionista visión de un Dios tribal. 

Tu visión de Dios puede ser real, pero nunca, nunca olvides, que Dios es el Señor del universo, que siempre será mayor que cualquier idea que tu teología sistemática se haya hecho de Él y que nunca se rebajará ni conseguirás que sea el guardián de tu tribu.