De la misma manera nosotros, siendo muchos, formamos un sólo cuerpo en Cristo, y en ese cuerpo cada uno es un miembro al servicio de los demás. (Romanos 12:5)


Pablo advertía acerca de los peligros de tomar la forma de esta sociedad, de amoldarnos, de caer en ese lento pero inexorable proceso -a menudo inadvertido- en el que vamos adoptando los valores, principios y formas de vida del entorno en el que vivimos. Una de estas evidencias es el sutil pero evidente cambio que se ha producido en nuestras iglesias de una mentalidad de servicio a una mentalidad de consumo.

El servicio al otro es uno de los valores fundamentales del seguimiento de Jesús. Servicio a mis hermanos y a un mundo roto y lleno de necesidades. El Maestro se puso Él mismo com ejemplo de una vida y mentalidad caracterizada por dicha actitud. Además, también mencionó que la grandeza en el Reino de los cielos es una de servicio. El más grande es aquel que más sirve a otros y lo hace con la actitud y motivación correcta. Sin embargo, ese valor ha sido sustituido por el valor social del consumo. El seguidor de Jesús se ha vuelto un consumidor de servicios religiosos; un consumidor que reclama sus derechos -rara vez sus obligaciones- y que como tal, como consumidor, se mueve por el principio del interés y la necesidad personal. Por tanto, hago aquello que me gratifica y satisface y evito, en la medida de lo posible, todo aquello que me puede suponer un esfuerzo o un sacrificio. 

Es verdaderamente una cuestión de mentalidad. Actuamos en función de cómo nos percibimos. Si lo hacemos como servidores, así obraremos. Si lo hacemos como consumidores, así procederemos. De hecho, lo que hacemos o dejamos de hacer muestra más a las claras qué mentalidad nos mueve que todo aquello que podamos decir o pensar.


¿Qué principio te mueve, qué lo evidencia?




De la misma manera nosotros, siendo muchos, formamos un sólo cuerpo en Cristo, y en ese cuerpo cada uno es un miembro al servicio de los demás. (Romanos 12:5)


Pablo advertía acerca de los peligros de tomar la forma de esta sociedad, de amoldarnos, de caer en ese lento pero inexorable proceso -a menudo inadvertido- en el que vamos adoptando los valores, principios y formas de vida del entorno en el que vivimos. Una de estas evidencias es el sutil pero evidente cambio que se ha producido en nuestras iglesias de una mentalidad de servicio a una mentalidad de consumo.

El servicio al otro es uno de los valores fundamentales del seguimiento de Jesús. Servicio a mis hermanos y a un mundo roto y lleno de necesidades. El Maestro se puso Él mismo com ejemplo de una vida y mentalidad caracterizada por dicha actitud. Además, también mencionó que la grandeza en el Reino de los cielos es una de servicio. El más grande es aquel que más sirve a otros y lo hace con la actitud y motivación correcta. Sin embargo, ese valor ha sido sustituido por el valor social del consumo. El seguidor de Jesús se ha vuelto un consumidor de servicios religiosos; un consumidor que reclama sus derechos -rara vez sus obligaciones- y que como tal, como consumidor, se mueve por el principio del interés y la necesidad personal. Por tanto, hago aquello que me gratifica y satisface y evito, en la medida de lo posible, todo aquello que me puede suponer un esfuerzo o un sacrificio. 

Es verdaderamente una cuestión de mentalidad. Actuamos en función de cómo nos percibimos. Si lo hacemos como servidores, así obraremos. Si lo hacemos como consumidores, así procederemos. De hecho, lo que hacemos o dejamos de hacer muestra más a las claras qué mentalidad nos mueve que todo aquello que podamos decir o pensar.


¿Qué principio te mueve, qué lo evidencia?




De la misma manera nosotros, siendo muchos, formamos un sólo cuerpo en Cristo, y en ese cuerpo cada uno es un miembro al servicio de los demás. (Romanos 12:5)


Pablo advertía acerca de los peligros de tomar la forma de esta sociedad, de amoldarnos, de caer en ese lento pero inexorable proceso -a menudo inadvertido- en el que vamos adoptando los valores, principios y formas de vida del entorno en el que vivimos. Una de estas evidencias es el sutil pero evidente cambio que se ha producido en nuestras iglesias de una mentalidad de servicio a una mentalidad de consumo.

El servicio al otro es uno de los valores fundamentales del seguimiento de Jesús. Servicio a mis hermanos y a un mundo roto y lleno de necesidades. El Maestro se puso Él mismo com ejemplo de una vida y mentalidad caracterizada por dicha actitud. Además, también mencionó que la grandeza en el Reino de los cielos es una de servicio. El más grande es aquel que más sirve a otros y lo hace con la actitud y motivación correcta. Sin embargo, ese valor ha sido sustituido por el valor social del consumo. El seguidor de Jesús se ha vuelto un consumidor de servicios religiosos; un consumidor que reclama sus derechos -rara vez sus obligaciones- y que como tal, como consumidor, se mueve por el principio del interés y la necesidad personal. Por tanto, hago aquello que me gratifica y satisface y evito, en la medida de lo posible, todo aquello que me puede suponer un esfuerzo o un sacrificio. 

Es verdaderamente una cuestión de mentalidad. Actuamos en función de cómo nos percibimos. Si lo hacemos como servidores, así obraremos. Si lo hacemos como consumidores, así procederemos. De hecho, lo que hacemos o dejamos de hacer muestra más a las claras qué mentalidad nos mueve que todo aquello que podamos decir o pensar.


¿Qué principio te mueve, qué lo evidencia?