Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga; y muchos que lo escuchaban no salían de su asombro y se preguntaban:— ¿De dónde ha sacado este todo eso? ¿Quién le ha dado esos conocimientos y de dónde proceden esos milagros que hace? ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no son sus hermanas estas que viven aquí? Así que estaban desconcertados a causa de Jesús . (Marcos 4:2-3)

Las vacunas sirven para inmunizar, es decir, hacer resistente a una persona contra algo, generalmente, una enfermedad. Sin embargo, por extensión, podemos utilizar el concepto en muchos ámbitos de la vida; podemos haber generado resistencia a muchas cosas en nuestra diario vivir, desde la violencia doméstica a la pobreza, pasando por la indiferencia a las necesidades de nuestro prójimo. También podemos haber desarrollado inmunidad a Jesús, su Palabra y su misión. De alguna manera esto es lo que les pasó a sus conciudadanos de Nazaret, le conocían desde pequeño, había residido con ellos, su familia, incluidos sus hermanos y hermanas vivían entre ellos, era muy difícil para los nazarenos el verlo como algo diferente al hijo de José y María y, mucho menos, como un profeta, y aún menos si cabe, como el Mesías. ¡Cómo iba a ser aquel mocoso el salvador prometido a Israel!
¡Qué satisfecho se siente uno desde la distancia juzgando a los habitantes de Nazaret por su miopía espiritual! ¡Qué satisfacción nos produce el poder despreciarlos por su incredulidad! Sn embargo, cuánta similitud es posible que exista entre ellos y nosotros. Puede ser que tanta cercanía con Jesús, sus enseñanzas, sus principios de vida, y tan poco práctica real de los mismos haya producido en nosotros ese efecto de inmunización que tan terrible es. Ya nada nos afecta, nada nos impacta, nada mueve nuestro corazón a ser más similares a Jesús y más comprometidos con la misión. El saber nos previene del hacer. El conocimiento de las cosas de Dios ha generado anticuerpos contra el trabajo del Espíritu Santo. Estamos vacunados, estamos a salvo; gracias a Dios protegidos de una posible infección del Espíritu Santo ¡Por fin somos nazarenos, ni Dios nos sorprende!
Aveces es mejor estar en peligro que estar a salvo. ¿Cómo estás tú?



Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga; y muchos que lo escuchaban no salían de su asombro y se preguntaban:— ¿De dónde ha sacado este todo eso? ¿Quién le ha dado esos conocimientos y de dónde proceden esos milagros que hace? ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no son sus hermanas estas que viven aquí? Así que estaban desconcertados a causa de Jesús . (Marcos 4:2-3)

Las vacunas sirven para inmunizar, es decir, hacer resistente a una persona contra algo, generalmente, una enfermedad. Sin embargo, por extensión, podemos utilizar el concepto en muchos ámbitos de la vida; podemos haber generado resistencia a muchas cosas en nuestra diario vivir, desde la violencia doméstica a la pobreza, pasando por la indiferencia a las necesidades de nuestro prójimo. También podemos haber desarrollado inmunidad a Jesús, su Palabra y su misión. De alguna manera esto es lo que les pasó a sus conciudadanos de Nazaret, le conocían desde pequeño, había residido con ellos, su familia, incluidos sus hermanos y hermanas vivían entre ellos, era muy difícil para los nazarenos el verlo como algo diferente al hijo de José y María y, mucho menos, como un profeta, y aún menos si cabe, como el Mesías. ¡Cómo iba a ser aquel mocoso el salvador prometido a Israel!
¡Qué satisfecho se siente uno desde la distancia juzgando a los habitantes de Nazaret por su miopía espiritual! ¡Qué satisfacción nos produce el poder despreciarlos por su incredulidad! Sn embargo, cuánta similitud es posible que exista entre ellos y nosotros. Puede ser que tanta cercanía con Jesús, sus enseñanzas, sus principios de vida, y tan poco práctica real de los mismos haya producido en nosotros ese efecto de inmunización que tan terrible es. Ya nada nos afecta, nada nos impacta, nada mueve nuestro corazón a ser más similares a Jesús y más comprometidos con la misión. El saber nos previene del hacer. El conocimiento de las cosas de Dios ha generado anticuerpos contra el trabajo del Espíritu Santo. Estamos vacunados, estamos a salvo; gracias a Dios protegidos de una posible infección del Espíritu Santo ¡Por fin somos nazarenos, ni Dios nos sorprende!
Aveces es mejor estar en peligro que estar a salvo. ¿Cómo estás tú?



Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga; y muchos que lo escuchaban no salían de su asombro y se preguntaban:— ¿De dónde ha sacado este todo eso? ¿Quién le ha dado esos conocimientos y de dónde proceden esos milagros que hace? ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no son sus hermanas estas que viven aquí? Así que estaban desconcertados a causa de Jesús . (Marcos 4:2-3)

Las vacunas sirven para inmunizar, es decir, hacer resistente a una persona contra algo, generalmente, una enfermedad. Sin embargo, por extensión, podemos utilizar el concepto en muchos ámbitos de la vida; podemos haber generado resistencia a muchas cosas en nuestra diario vivir, desde la violencia doméstica a la pobreza, pasando por la indiferencia a las necesidades de nuestro prójimo. También podemos haber desarrollado inmunidad a Jesús, su Palabra y su misión. De alguna manera esto es lo que les pasó a sus conciudadanos de Nazaret, le conocían desde pequeño, había residido con ellos, su familia, incluidos sus hermanos y hermanas vivían entre ellos, era muy difícil para los nazarenos el verlo como algo diferente al hijo de José y María y, mucho menos, como un profeta, y aún menos si cabe, como el Mesías. ¡Cómo iba a ser aquel mocoso el salvador prometido a Israel!
¡Qué satisfecho se siente uno desde la distancia juzgando a los habitantes de Nazaret por su miopía espiritual! ¡Qué satisfacción nos produce el poder despreciarlos por su incredulidad! Sn embargo, cuánta similitud es posible que exista entre ellos y nosotros. Puede ser que tanta cercanía con Jesús, sus enseñanzas, sus principios de vida, y tan poco práctica real de los mismos haya producido en nosotros ese efecto de inmunización que tan terrible es. Ya nada nos afecta, nada nos impacta, nada mueve nuestro corazón a ser más similares a Jesús y más comprometidos con la misión. El saber nos previene del hacer. El conocimiento de las cosas de Dios ha generado anticuerpos contra el trabajo del Espíritu Santo. Estamos vacunados, estamos a salvo; gracias a Dios protegidos de una posible infección del Espíritu Santo ¡Por fin somos nazarenos, ni Dios nos sorprende!
Aveces es mejor estar en peligro que estar a salvo. ¿Cómo estás tú?