Vosotros tenéis que ser perfectos, como es vuestro Padre celestial. (Mateo 5:48)


Un requerimiento prácticamente imposible, ser perfectos como Dios lo es. Tal vez para no desanimarlos y poderlo vivir en el día a día, vale la pena entender cuál es el significado de esta expresión en su contexto. Comencemos explicando lo que no es. Jesús no nos está pidiendo que tengamos una perfección moral, que seamos intachables, sin mancha, sin pecado, con la misma santa intensidad que Dios Padre tiene. No solamente no es lo que pide, sino que es algo que tampoco podríamos dar debido a que hemos sido, como tantas veces hemos repetido, afectados por el pecado.

La expresión griega que se utiliza en el evangelio de Mateo viene a indicar que algo es perfecto cuando está cumpliendo el fin o propósito para el cual fue creado. Es decir, un teléfono celular es perfecto -siempre según el término griego- cuando nos permite hacer llamadas telefónicas. Un automóvil es perfecto en tanto y en cuanto nos permite trasladarnos de un lugar a otro. Una pluma estilográfica es perfecta si nos permite escribir con fluidez. Entendiendo pues este concepto de perfección ¿Cómo lo aplicamos al seguidor de Jesús?

Dos cosas nos ayudan. La primera es entender que el propósito para el que fuimos creados es la práctica del bien. Lo vimos reflejado en las palabras de Pablo escribiendo a Tito y a los Efesios. Podemos también rastrearlo en los evangelios en las enseñanzas de Jesús. La segunda es que la afirmación de que nuestro Padre es perfecto aparece en un contexto en el cual se afirma que Él hace el bien de forma indiscriminada sobre los buenos y los malos, los justos y los injustos. El Padre es perfecto porque su razón de ser, si entendemos bien el pasaje de Mateo, es bendecir, hacer bien, añadir valor a la humanidad. Del mismo modo tú y yo lo somos cuando, en imitación de nuestro Padre, vivimos o intentamos vivir haciendo el bien de una forma apasionada, intencional, proactiva, sacrificadamente, indiscriminadamente. Eso es ser perfecto según indican las palabras de Jesús en este pasaje.

Dicho lo cual y resumiendo, somos perfectos en la medida en que vivimos cumpliendo el diseño para el cual fuimos creados, hacer el bien, ser agentes de restauración y reconciliación en un mundo roto.

¿Cuán perfecto eres?



Vosotros tenéis que ser perfectos, como es vuestro Padre celestial. (Mateo 5:48)


Un requerimiento prácticamente imposible, ser perfectos como Dios lo es. Tal vez para no desanimarlos y poderlo vivir en el día a día, vale la pena entender cuál es el significado de esta expresión en su contexto. Comencemos explicando lo que no es. Jesús no nos está pidiendo que tengamos una perfección moral, que seamos intachables, sin mancha, sin pecado, con la misma santa intensidad que Dios Padre tiene. No solamente no es lo que pide, sino que es algo que tampoco podríamos dar debido a que hemos sido, como tantas veces hemos repetido, afectados por el pecado.

La expresión griega que se utiliza en el evangelio de Mateo viene a indicar que algo es perfecto cuando está cumpliendo el fin o propósito para el cual fue creado. Es decir, un teléfono celular es perfecto -siempre según el término griego- cuando nos permite hacer llamadas telefónicas. Un automóvil es perfecto en tanto y en cuanto nos permite trasladarnos de un lugar a otro. Una pluma estilográfica es perfecta si nos permite escribir con fluidez. Entendiendo pues este concepto de perfección ¿Cómo lo aplicamos al seguidor de Jesús?

Dos cosas nos ayudan. La primera es entender que el propósito para el que fuimos creados es la práctica del bien. Lo vimos reflejado en las palabras de Pablo escribiendo a Tito y a los Efesios. Podemos también rastrearlo en los evangelios en las enseñanzas de Jesús. La segunda es que la afirmación de que nuestro Padre es perfecto aparece en un contexto en el cual se afirma que Él hace el bien de forma indiscriminada sobre los buenos y los malos, los justos y los injustos. El Padre es perfecto porque su razón de ser, si entendemos bien el pasaje de Mateo, es bendecir, hacer bien, añadir valor a la humanidad. Del mismo modo tú y yo lo somos cuando, en imitación de nuestro Padre, vivimos o intentamos vivir haciendo el bien de una forma apasionada, intencional, proactiva, sacrificadamente, indiscriminadamente. Eso es ser perfecto según indican las palabras de Jesús en este pasaje.

Dicho lo cual y resumiendo, somos perfectos en la medida en que vivimos cumpliendo el diseño para el cual fuimos creados, hacer el bien, ser agentes de restauración y reconciliación en un mundo roto.

¿Cuán perfecto eres?



Vosotros tenéis que ser perfectos, como es vuestro Padre celestial. (Mateo 5:48)


Un requerimiento prácticamente imposible, ser perfectos como Dios lo es. Tal vez para no desanimarlos y poderlo vivir en el día a día, vale la pena entender cuál es el significado de esta expresión en su contexto. Comencemos explicando lo que no es. Jesús no nos está pidiendo que tengamos una perfección moral, que seamos intachables, sin mancha, sin pecado, con la misma santa intensidad que Dios Padre tiene. No solamente no es lo que pide, sino que es algo que tampoco podríamos dar debido a que hemos sido, como tantas veces hemos repetido, afectados por el pecado.

La expresión griega que se utiliza en el evangelio de Mateo viene a indicar que algo es perfecto cuando está cumpliendo el fin o propósito para el cual fue creado. Es decir, un teléfono celular es perfecto -siempre según el término griego- cuando nos permite hacer llamadas telefónicas. Un automóvil es perfecto en tanto y en cuanto nos permite trasladarnos de un lugar a otro. Una pluma estilográfica es perfecta si nos permite escribir con fluidez. Entendiendo pues este concepto de perfección ¿Cómo lo aplicamos al seguidor de Jesús?

Dos cosas nos ayudan. La primera es entender que el propósito para el que fuimos creados es la práctica del bien. Lo vimos reflejado en las palabras de Pablo escribiendo a Tito y a los Efesios. Podemos también rastrearlo en los evangelios en las enseñanzas de Jesús. La segunda es que la afirmación de que nuestro Padre es perfecto aparece en un contexto en el cual se afirma que Él hace el bien de forma indiscriminada sobre los buenos y los malos, los justos y los injustos. El Padre es perfecto porque su razón de ser, si entendemos bien el pasaje de Mateo, es bendecir, hacer bien, añadir valor a la humanidad. Del mismo modo tú y yo lo somos cuando, en imitación de nuestro Padre, vivimos o intentamos vivir haciendo el bien de una forma apasionada, intencional, proactiva, sacrificadamente, indiscriminadamente. Eso es ser perfecto según indican las palabras de Jesús en este pasaje.

Dicho lo cual y resumiendo, somos perfectos en la medida en que vivimos cumpliendo el diseño para el cual fuimos creados, hacer el bien, ser agentes de restauración y reconciliación en un mundo roto.

¿Cuán perfecto eres?