Pues quien se precia de vivir unido a Él, debe comportarse como se comportó Jesús. (1 Juan 2:6)


Esta, juntamente con el guardar sus mandamientos, es otra prueba objetiva a la que podemos someternos para evaluar si verdaderamente conocemos a Dios en términos bíblicos. Nuestro nivel de conocimiento de Él se debe reflejar, de forma inevitable, en un mayor parecido al Maestro en nuestra forma de vivir y nuestra forma de pensar. El genuino conocimiento de Dios produce en nosotros un efecto transformador, nos vamos pareciendo más y más a Jesús hasta ese día definitivo en que seremos ¡Al fin! totalmente semejantes a Él.

El apóstol explica en su carta la imposibilidad de afirmar que conocemos al Señor y no parecernos a Él. Somos tildados de mentirosos y no permanecer en la verdad si hacemos esa afirmación. Ambas realidades son incompatibles. Parecerse al Maestro es hacia lo que aspiramos. Él es el segundo Adán, representa todo lo que pudimos haber sido si el pecado no nos hubiera convertido en el desecho humano que ahora somos. Parecernos más a Él es volvernos más humanos, ser aquella persona que Dios tenía en mente cuando nos creó y diseñó. Vale la pena mirarse en el espejo y preguntarse uno mismo ¿Cuánto de Jesús es visible en mi vida? ¿Qué aspectos de la misma, no sólo no reflejan a Cristo, sino que lo niegan?


¿Cuánto de Jesús es visible en tu vida? ¿Qué piensas hacer al respecto?



Pues quien se precia de vivir unido a Él, debe comportarse como se comportó Jesús. (1 Juan 2:6)


Esta, juntamente con el guardar sus mandamientos, es otra prueba objetiva a la que podemos someternos para evaluar si verdaderamente conocemos a Dios en términos bíblicos. Nuestro nivel de conocimiento de Él se debe reflejar, de forma inevitable, en un mayor parecido al Maestro en nuestra forma de vivir y nuestra forma de pensar. El genuino conocimiento de Dios produce en nosotros un efecto transformador, nos vamos pareciendo más y más a Jesús hasta ese día definitivo en que seremos ¡Al fin! totalmente semejantes a Él.

El apóstol explica en su carta la imposibilidad de afirmar que conocemos al Señor y no parecernos a Él. Somos tildados de mentirosos y no permanecer en la verdad si hacemos esa afirmación. Ambas realidades son incompatibles. Parecerse al Maestro es hacia lo que aspiramos. Él es el segundo Adán, representa todo lo que pudimos haber sido si el pecado no nos hubiera convertido en el desecho humano que ahora somos. Parecernos más a Él es volvernos más humanos, ser aquella persona que Dios tenía en mente cuando nos creó y diseñó. Vale la pena mirarse en el espejo y preguntarse uno mismo ¿Cuánto de Jesús es visible en mi vida? ¿Qué aspectos de la misma, no sólo no reflejan a Cristo, sino que lo niegan?


¿Cuánto de Jesús es visible en tu vida? ¿Qué piensas hacer al respecto?



Pues quien se precia de vivir unido a Él, debe comportarse como se comportó Jesús. (1 Juan 2:6)


Esta, juntamente con el guardar sus mandamientos, es otra prueba objetiva a la que podemos someternos para evaluar si verdaderamente conocemos a Dios en términos bíblicos. Nuestro nivel de conocimiento de Él se debe reflejar, de forma inevitable, en un mayor parecido al Maestro en nuestra forma de vivir y nuestra forma de pensar. El genuino conocimiento de Dios produce en nosotros un efecto transformador, nos vamos pareciendo más y más a Jesús hasta ese día definitivo en que seremos ¡Al fin! totalmente semejantes a Él.

El apóstol explica en su carta la imposibilidad de afirmar que conocemos al Señor y no parecernos a Él. Somos tildados de mentirosos y no permanecer en la verdad si hacemos esa afirmación. Ambas realidades son incompatibles. Parecerse al Maestro es hacia lo que aspiramos. Él es el segundo Adán, representa todo lo que pudimos haber sido si el pecado no nos hubiera convertido en el desecho humano que ahora somos. Parecernos más a Él es volvernos más humanos, ser aquella persona que Dios tenía en mente cuando nos creó y diseñó. Vale la pena mirarse en el espejo y preguntarse uno mismo ¿Cuánto de Jesús es visible en mi vida? ¿Qué aspectos de la misma, no sólo no reflejan a Cristo, sino que lo niegan?


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Pues quien se precia de vivir unido a Él, debe comportarse como se comportó Jesús. (1 Juan 2:6)


Esta, juntamente con el guardar sus mandamientos, es otra prueba objetiva a la que podemos someternos para evaluar si verdaderamente conocemos a Dios en términos bíblicos. Nuestro nivel de conocimiento de Él se debe reflejar, de forma inevitable, en un mayor parecido al Maestro en nuestra forma de vivir y nuestra forma de pensar. El genuino conocimiento de Dios produce en nosotros un efecto transformador, nos vamos pareciendo más y más a Jesús hasta ese día definitivo en que seremos ¡Al fin! totalmente semejantes a Él.

El apóstol explica en su carta la imposibilidad de afirmar que conocemos al Señor y no parecernos a Él. Somos tildados de mentirosos y no permanecer en la verdad si hacemos esa afirmación. Ambas realidades son incompatibles. Parecerse al Maestro es hacia lo que aspiramos. Él es el segundo Adán, representa todo lo que pudimos haber sido si el pecado no nos hubiera convertido en el desecho humano que ahora somos. Parecernos más a Él es volvernos más humanos, ser aquella persona que Dios tenía en mente cuando nos creó y diseñó. Vale la pena mirarse en el espejo y preguntarse uno mismo ¿Cuánto de Jesús es visible en mi vida? ¿Qué aspectos de la misma, no sólo no reflejan a Cristo, sino que lo niegan?


¿Cuánto de Jesús es visible en tu vida? ¿Qué piensas hacer al respecto?