Porque Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. (Salmo 103:14)

Dios no sólo conoce nuestra condición, la conocía cuando decidió tener una relación personal con cada uno de nosotros. A todos nos ha pasado el triste hecho de darnos cuenta de la auténtica condición de alguien que era significativo para nosotros. Cuando establecimos la relación pensamos que la persona era diferente y después comprobamos que su condición era otra con la natural decepción que eso conllevó. 

No ese el caso del Señor quien plenamente consciente de nuestra realidad de ser seres totalmente rotos por el pecado, a pesar de ello, decidió amarnos incondicionalmente y continuar haciéndolo día tras día tras día. No puede haber decepción en Él porque sabe de la pasta de la que estamos hechos, conoce y asume plenamente nuestras inconsistencias, incoherencias e incluso pecados. No, no me malinterpretes, no estoy afirmando que sea frívolo o indulgente con todo ello ¡Para nada! pero su amor incondicional, fruto de su carácter y la comprensión de quién y cómo somos, nos provee de una red de seguridad que nos permite seguir creciendo y esforzándonos para llegar a ser ese hombre nuevo que Dios tiene en mente para cada uno de nosotros.