Por lo tanto, ya que fuimos hechos justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios. (Romanos 5:1-2)

El pecado rompió nuestra relación personal con Dios. Desde Edén el ser humano sigue escondiéndose del Señor porque es culpable de haberse rebelado contra Él, su señorío y su autoridad. Todo el sistema veterotestamentario de sacrificios tenía como propósito restablecer, por medio del derramamiento de sangre inocente, la relación rota entre el hombre y Dios; restablecerla aunque fuera de forma temporal, ya que cada pecado volvía a romperla y exigía un nuevo sacrificio en una dinámica sin fin. 

El sacrificio único y definitivo de Jesús por cada uno de nosotros ha terminado con esa separación. La salvación que Él trae restaura la relación entre el ser humano y su Dios, ya no es preciso seguir huyendo, no es necesario esconderse de su presencia. Gracias a Jesús estamos en paz con Dios, una paz definitiva, duradera, inquebrantable.

¿Hasta qué punto estás experimentando la paz en tu relación con Él? 


 

Por lo tanto, ya que fuimos hechos justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios. (Romanos 5:1-2)

El pecado rompió nuestra relación personal con Dios. Desde Edén el ser humano sigue escondiéndose del Señor porque es culpable de haberse rebelado contra Él, su señorío y su autoridad. Todo el sistema veterotestamentario de sacrificios tenía como propósito restablecer, por medio del derramamiento de sangre inocente, la relación rota entre el hombre y Dios; restablecerla aunque fuera de forma temporal, ya que cada pecado volvía a romperla y exigía un nuevo sacrificio en una dinámica sin fin. 

El sacrificio único y definitivo de Jesús por cada uno de nosotros ha terminado con esa separación. La salvación que Él trae restaura la relación entre el ser humano y su Dios, ya no es preciso seguir huyendo, no es necesario esconderse de su presencia. Gracias a Jesús estamos en paz con Dios, una paz definitiva, duradera, inquebrantable.

¿Hasta qué punto estás experimentando la paz en tu relación con Él? 


 

Por lo tanto, ya que fuimos hechos justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios. (Romanos 5:1-2)

El pecado rompió nuestra relación personal con Dios. Desde Edén el ser humano sigue escondiéndose del Señor porque es culpable de haberse rebelado contra Él, su señorío y su autoridad. Todo el sistema veterotestamentario de sacrificios tenía como propósito restablecer, por medio del derramamiento de sangre inocente, la relación rota entre el hombre y Dios; restablecerla aunque fuera de forma temporal, ya que cada pecado volvía a romperla y exigía un nuevo sacrificio en una dinámica sin fin. 

El sacrificio único y definitivo de Jesús por cada uno de nosotros ha terminado con esa separación. La salvación que Él trae restaura la relación entre el ser humano y su Dios, ya no es preciso seguir huyendo, no es necesario esconderse de su presencia. Gracias a Jesús estamos en paz con Dios, una paz definitiva, duradera, inquebrantable.

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Por lo tanto, ya que fuimos hechos justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios. (Romanos 5:1-2)

El pecado rompió nuestra relación personal con Dios. Desde Edén el ser humano sigue escondiéndose del Señor porque es culpable de haberse rebelado contra Él, su señorío y su autoridad. Todo el sistema veterotestamentario de sacrificios tenía como propósito restablecer, por medio del derramamiento de sangre inocente, la relación rota entre el hombre y Dios; restablecerla aunque fuera de forma temporal, ya que cada pecado volvía a romperla y exigía un nuevo sacrificio en una dinámica sin fin. 

El sacrificio único y definitivo de Jesús por cada uno de nosotros ha terminado con esa separación. La salvación que Él trae restaura la relación entre el ser humano y su Dios, ya no es preciso seguir huyendo, no es necesario esconderse de su presencia. Gracias a Jesús estamos en paz con Dios, una paz definitiva, duradera, inquebrantable.

¿Hasta qué punto estás experimentando la paz en tu relación con Él?