No entiendo el resultado de mis acciones, pues no hago lo que quiero, y en cambio aquello que odio es precisamente lo que hago. Pero si lo que hago es lo que no quiero hacer, reconozco con ello que la ley es buena. Así que ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí. Porque yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza débil, no reside el bien; pues aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer. Ahora bien, si hago lo que no quiero hacer ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí.  Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer el bien, solamente encuentro el mal a mi alcance. En mi interior me gusta la ley de Dios, pero veo en mí algo que se opone a mi capacidad de razonar: es la ley del pecado, que está en mí y que me tiene preso. (Romanos 7:15-23)

Pablo explica de manera magistral la experiencia de ruptura interna del ser humano. La desobediencia, la rebelión, nuestra declaración de independencia con respecto a Dios ha traído como consecuencia una experiencia humana fracturada de la que tú y yo participamos plenamente. Esta parte de la historia de Dios lo que hace es dar una explicación a mi humanidad, decirme por qué la vivo de esa forma tan rota, fracturada y, en ocasiones, insufrible. Porque, realmente, el ser humano con el que resulta más difícil convivir es con uno mismo. Podemos alejarnos de Dios, podemos alejarnos de otras personas pero, lamentablemente, no podemos huir de nosotros mismos y nuestra experiencia humana fracturada. 

¿Qué podemos hacer con esta realidad de ruptura interior con la que vivimos?

 



No entiendo el resultado de mis acciones, pues no hago lo que quiero, y en cambio aquello que odio es precisamente lo que hago. Pero si lo que hago es lo que no quiero hacer, reconozco con ello que la ley es buena. Así que ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí. Porque yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza débil, no reside el bien; pues aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer. Ahora bien, si hago lo que no quiero hacer ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí.  Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer el bien, solamente encuentro el mal a mi alcance. En mi interior me gusta la ley de Dios, pero veo en mí algo que se opone a mi capacidad de razonar: es la ley del pecado, que está en mí y que me tiene preso. (Romanos 7:15-23)

Pablo explica de manera magistral la experiencia de ruptura interna del ser humano. La desobediencia, la rebelión, nuestra declaración de independencia con respecto a Dios ha traído como consecuencia una experiencia humana fracturada de la que tú y yo participamos plenamente. Esta parte de la historia de Dios lo que hace es dar una explicación a mi humanidad, decirme por qué la vivo de esa forma tan rota, fracturada y, en ocasiones, insufrible. Porque, realmente, el ser humano con el que resulta más difícil convivir es con uno mismo. Podemos alejarnos de Dios, podemos alejarnos de otras personas pero, lamentablemente, no podemos huir de nosotros mismos y nuestra experiencia humana fracturada. 

¿Qué podemos hacer con esta realidad de ruptura interior con la que vivimos?

 



No entiendo el resultado de mis acciones, pues no hago lo que quiero, y en cambio aquello que odio es precisamente lo que hago. Pero si lo que hago es lo que no quiero hacer, reconozco con ello que la ley es buena. Así que ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí. Porque yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza débil, no reside el bien; pues aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer. Ahora bien, si hago lo que no quiero hacer ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí.  Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer el bien, solamente encuentro el mal a mi alcance. En mi interior me gusta la ley de Dios, pero veo en mí algo que se opone a mi capacidad de razonar: es la ley del pecado, que está en mí y que me tiene preso. (Romanos 7:15-23)

Pablo explica de manera magistral la experiencia de ruptura interna del ser humano. La desobediencia, la rebelión, nuestra declaración de independencia con respecto a Dios ha traído como consecuencia una experiencia humana fracturada de la que tú y yo participamos plenamente. Esta parte de la historia de Dios lo que hace es dar una explicación a mi humanidad, decirme por qué la vivo de esa forma tan rota, fracturada y, en ocasiones, insufrible. Porque, realmente, el ser humano con el que resulta más difícil convivir es con uno mismo. Podemos alejarnos de Dios, podemos alejarnos de otras personas pero, lamentablemente, no podemos huir de nosotros mismos y nuestra experiencia humana fracturada. 

¿Qué podemos hacer con esta realidad de ruptura interior con la que vivimos?