Se dicen unos a otros: "Vamos a escuchar qué palabra nos envía el Señor". Después llegan en masa, se sientan ante ti y prestan atención a tus palabras, pero no las ponen en práctica. Me halagan de palabra, pero luego actúan buscando su interés y su capricho. (Ezequiel 33:31)

Bien podría ser la descripción de muchos de nuestros cultos contemporáneos. Énfasis en la pasividad de escuchar, en dar por sentado que una vez recibida la Palabra sabremos qué hacer con ella y estaremos comprometidos en ponerla en práctica. Domingo tras domingo recibimos consejo del Señor pero rara vez salimos de ese lugar donde nos reunimos -y que mal llamamos templo y/o casa del Señor- habiendo sido desafiados a una aplicación práctica y concreta de ese consejo en nuestra vida cotidiana; mucho menos regresamos el domingo siguiente a dar cuentas de cómo la aplicamos y cómo nos fue. 

Un ciclo vicioso de escuchar para olvidar para volver a escuchar para volver a olvidar, que debería ser sustituido por un ciclo virtuoso de escuchar, practicar, rendir cuentas, volver a escuchar, etc., etc.

¿Cuál de los dos círculos gobierna tu vida? ¿Cuál promueve tu congregación?