Estoy cansado de llorar, cada noche baño en lágrimas mi cama, con mi llanto inundo mi lecho. Mis ojos se consumen de dolor, envejecen de tanta tristeza. (Salmo 6:6 y 7)


Ventilar es la acción de reconocer nuestras emociones y sacarlas a la superficie para que no queden atrapadas en nuestro interior y, consecuentemente, nos puedan dañar por reprimirlas y lleguemos a somatizarlas, añadiendo de esta forma dolor físico al sufrimiento emocional que ya experimentamos. No ventilar no significa que las emociones desaparecen, simplemente que las ignoramos y van creciendo y creciendo intoxicando nuestra vida interior.

Para ventilar es preciso disponer de un oído amigo. Alguien que esté dispuesto a escuchar sin juicio y sin condena. No es fácil encontrar este tipo de oyente; mucho menos que esa persona pueda entender y empatizar con nuestra situación. Dios si puede. Esto es lo que nos enseña este pasaje. El Señor reúne todas las condiciones para poder ventilar con Él: sabe escuchar, no juzga ni condena, puede empatizar y entender perfectamente nuestra situación y ofrecernos el consuelo necesario.


¿Qué necesitas ventilar con el Señor? ¿Qué te impide hacerlo ahora?






 



Estoy cansado de llorar, cada noche baño en lágrimas mi cama, con mi llanto inundo mi lecho. Mis ojos se consumen de dolor, envejecen de tanta tristeza. (Salmo 6:6 y 7)


Ventilar es la acción de reconocer nuestras emociones y sacarlas a la superficie para que no queden atrapadas en nuestro interior y, consecuentemente, nos puedan dañar por reprimirlas y lleguemos a somatizarlas, añadiendo de esta forma dolor físico al sufrimiento emocional que ya experimentamos. No ventilar no significa que las emociones desaparecen, simplemente que las ignoramos y van creciendo y creciendo intoxicando nuestra vida interior.

Para ventilar es preciso disponer de un oído amigo. Alguien que esté dispuesto a escuchar sin juicio y sin condena. No es fácil encontrar este tipo de oyente; mucho menos que esa persona pueda entender y empatizar con nuestra situación. Dios si puede. Esto es lo que nos enseña este pasaje. El Señor reúne todas las condiciones para poder ventilar con Él: sabe escuchar, no juzga ni condena, puede empatizar y entender perfectamente nuestra situación y ofrecernos el consuelo necesario.


¿Qué necesitas ventilar con el Señor? ¿Qué te impide hacerlo ahora?






 



Estoy cansado de llorar, cada noche baño en lágrimas mi cama, con mi llanto inundo mi lecho. Mis ojos se consumen de dolor, envejecen de tanta tristeza. (Salmo 6:6 y 7)


Ventilar es la acción de reconocer nuestras emociones y sacarlas a la superficie para que no queden atrapadas en nuestro interior y, consecuentemente, nos puedan dañar por reprimirlas y lleguemos a somatizarlas, añadiendo de esta forma dolor físico al sufrimiento emocional que ya experimentamos. No ventilar no significa que las emociones desaparecen, simplemente que las ignoramos y van creciendo y creciendo intoxicando nuestra vida interior.

Para ventilar es preciso disponer de un oído amigo. Alguien que esté dispuesto a escuchar sin juicio y sin condena. No es fácil encontrar este tipo de oyente; mucho menos que esa persona pueda entender y empatizar con nuestra situación. Dios si puede. Esto es lo que nos enseña este pasaje. El Señor reúne todas las condiciones para poder ventilar con Él: sabe escuchar, no juzga ni condena, puede empatizar y entender perfectamente nuestra situación y ofrecernos el consuelo necesario.


¿Qué necesitas ventilar con el Señor? ¿Qué te impide hacerlo ahora?