...sino que todos los miembros por igual se preocupen unos de otros. Y así, cuando un miembro sufre, todos sufren con él, y cuando recibe una especial atención, todos comparten su alegría. Vosotros formáis el cuerpo de Cristo, y cada uno por separado constituye un miembro. (1 Corintios 12:25-27)


Mi hombro sigue doliendo. Las diferentes pautas de calmantes no eliminan el dolor, especialmente durante las noches, lo cual, hace difícil el poder dormir unas pocas horas seguidas y tener un sueño de calidad. El resultado es que con el paso de los días todo mi organismo se va resintiendo. Cierto, el dolor está localizado en un parte muy concreta; pero como soy un organismo integral todo el cuerpo se está viendo afectado; es cuestión de tiempo, si la cosa persiste, que también el impacto lo sienta a nivel emocional, intelectual y emocional. El todo no puede desentenderse de la parte.

Siglos antes de que las ciencias sociales llegaran a la conclusión de que las organizaciones no son máquinas sino organismos vivos, la Biblia, como podemos ver en el capítulo 12 de 1 Corintios, ya lo afirmaba. Nuestro rabioso individualismo cultural puede hacernos creer la ilusión de que lo que importa soy yo. Que yo y mis seres queridos estemos bien. Sin comprender que eso es imposible, que formamos parte de un cuerpo y que si una parte del mismo está dolida, enferma, sufriendo (como mi hombro) el resto, aunque se haga el loco, sufre las consecuencias pues está dentro de un sistema disfuncional.

Para mí la aplicación es que un cuerpo -la iglesia- que no presta atención al dolor o necesidad de uno de sus miembros -un seguidor de Jesús- no está cumpliendo su función, no está percibiendo bien la realidad, corre el riesgo de volverse disfuncional porque el dolor de un parte (mi hombro) es el dolor de todo el organismo ya que somos sistemas complejos.

¿Cómo puede ayudarte esta reflexión a percibir de forma diferente el cuerpo de Cristo y tu propia implicación?

 



...sino que todos los miembros por igual se preocupen unos de otros. Y así, cuando un miembro sufre, todos sufren con él, y cuando recibe una especial atención, todos comparten su alegría. Vosotros formáis el cuerpo de Cristo, y cada uno por separado constituye un miembro. (1 Corintios 12:25-27)


Mi hombro sigue doliendo. Las diferentes pautas de calmantes no eliminan el dolor, especialmente durante las noches, lo cual, hace difícil el poder dormir unas pocas horas seguidas y tener un sueño de calidad. El resultado es que con el paso de los días todo mi organismo se va resintiendo. Cierto, el dolor está localizado en un parte muy concreta; pero como soy un organismo integral todo el cuerpo se está viendo afectado; es cuestión de tiempo, si la cosa persiste, que también el impacto lo sienta a nivel emocional, intelectual y emocional. El todo no puede desentenderse de la parte.

Siglos antes de que las ciencias sociales llegaran a la conclusión de que las organizaciones no son máquinas sino organismos vivos, la Biblia, como podemos ver en el capítulo 12 de 1 Corintios, ya lo afirmaba. Nuestro rabioso individualismo cultural puede hacernos creer la ilusión de que lo que importa soy yo. Que yo y mis seres queridos estemos bien. Sin comprender que eso es imposible, que formamos parte de un cuerpo y que si una parte del mismo está dolida, enferma, sufriendo (como mi hombro) el resto, aunque se haga el loco, sufre las consecuencias pues está dentro de un sistema disfuncional.

Para mí la aplicación es que un cuerpo -la iglesia- que no presta atención al dolor o necesidad de uno de sus miembros -un seguidor de Jesús- no está cumpliendo su función, no está percibiendo bien la realidad, corre el riesgo de volverse disfuncional porque el dolor de un parte (mi hombro) es el dolor de todo el organismo ya que somos sistemas complejos.

¿Cómo puede ayudarte esta reflexión a percibir de forma diferente el cuerpo de Cristo y tu propia implicación?

 



...sino que todos los miembros por igual se preocupen unos de otros. Y así, cuando un miembro sufre, todos sufren con él, y cuando recibe una especial atención, todos comparten su alegría. Vosotros formáis el cuerpo de Cristo, y cada uno por separado constituye un miembro. (1 Corintios 12:25-27)


Mi hombro sigue doliendo. Las diferentes pautas de calmantes no eliminan el dolor, especialmente durante las noches, lo cual, hace difícil el poder dormir unas pocas horas seguidas y tener un sueño de calidad. El resultado es que con el paso de los días todo mi organismo se va resintiendo. Cierto, el dolor está localizado en un parte muy concreta; pero como soy un organismo integral todo el cuerpo se está viendo afectado; es cuestión de tiempo, si la cosa persiste, que también el impacto lo sienta a nivel emocional, intelectual y emocional. El todo no puede desentenderse de la parte.

Siglos antes de que las ciencias sociales llegaran a la conclusión de que las organizaciones no son máquinas sino organismos vivos, la Biblia, como podemos ver en el capítulo 12 de 1 Corintios, ya lo afirmaba. Nuestro rabioso individualismo cultural puede hacernos creer la ilusión de que lo que importa soy yo. Que yo y mis seres queridos estemos bien. Sin comprender que eso es imposible, que formamos parte de un cuerpo y que si una parte del mismo está dolida, enferma, sufriendo (como mi hombro) el resto, aunque se haga el loco, sufre las consecuencias pues está dentro de un sistema disfuncional.

Para mí la aplicación es que un cuerpo -la iglesia- que no presta atención al dolor o necesidad de uno de sus miembros -un seguidor de Jesús- no está cumpliendo su función, no está percibiendo bien la realidad, corre el riesgo de volverse disfuncional porque el dolor de un parte (mi hombro) es el dolor de todo el organismo ya que somos sistemas complejos.

¿Cómo puede ayudarte esta reflexión a percibir de forma diferente el cuerpo de Cristo y tu propia implicación?