El sábado fue un día de desesperanza para todos los discípulos. Aquellos dos que iban camino de Emaús y andaban con el mismo Jesús sin ser conscientes de ello así lo manifestaron: "nosotros teníamos la esperanza de que Él iba a ser el libertador de Israel". 

Para mí, el sábado de Pasión se convierte en un símbolo de la desesperanza que con frecuencia vivimos en nuestra vida, sea personal o comunitaria. Es el símbolo de la aparente ausencia de Dios, de su silencio, de la muerte de nuestras esperanzas, de nuestra incapacidad de visualizar un futuro diferente. El sábado debe ser vivido, hay que experimentarlo, pero no podemos quedarnos anclados en él. El sábado de desesperanza da paso al domingo de resurrección en el cual la vida triunfa de nuevo porque Cristo ha vencido la muerte.

El grano ha de morir para dar fruto; así lo indica Jesús. El silencio del Señor, con mucha frecuencia, es el paso previo para su intervención sobrenatural en nuestras vidas.

¿Estás viviendo en tu vida un "viernes de ausencia  de Dios? ¿Cómo puede ayudarte esta reflexión?

 



El sábado fue un día de desesperanza para todos los discípulos. Aquellos dos que iban camino de Emaús y andaban con el mismo Jesús sin ser conscientes de ello así lo manifestaron: "nosotros teníamos la esperanza de que Él iba a ser el libertador de Israel". 

Para mí, el sábado de Pasión se convierte en un símbolo de la desesperanza que con frecuencia vivimos en nuestra vida, sea personal o comunitaria. Es el símbolo de la aparente ausencia de Dios, de su silencio, de la muerte de nuestras esperanzas, de nuestra incapacidad de visualizar un futuro diferente. El sábado debe ser vivido, hay que experimentarlo, pero no podemos quedarnos anclados en él. El sábado de desesperanza da paso al domingo de resurrección en el cual la vida triunfa de nuevo porque Cristo ha vencido la muerte.

El grano ha de morir para dar fruto; así lo indica Jesús. El silencio del Señor, con mucha frecuencia, es el paso previo para su intervención sobrenatural en nuestras vidas.

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El sábado fue un día de desesperanza para todos los discípulos. Aquellos dos que iban camino de Emaús y andaban con el mismo Jesús sin ser conscientes de ello así lo manifestaron: "nosotros teníamos la esperanza de que Él iba a ser el libertador de Israel". 

Para mí, el sábado de Pasión se convierte en un símbolo de la desesperanza que con frecuencia vivimos en nuestra vida, sea personal o comunitaria. Es el símbolo de la aparente ausencia de Dios, de su silencio, de la muerte de nuestras esperanzas, de nuestra incapacidad de visualizar un futuro diferente. El sábado debe ser vivido, hay que experimentarlo, pero no podemos quedarnos anclados en él. El sábado de desesperanza da paso al domingo de resurrección en el cual la vida triunfa de nuevo porque Cristo ha vencido la muerte.

El grano ha de morir para dar fruto; así lo indica Jesús. El silencio del Señor, con mucha frecuencia, es el paso previo para su intervención sobrenatural en nuestras vidas.

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