El Señor se dirigió a Moisés y le dijo: -Habla a los israelitas y diles: Yo soy el Señor vuestro Dios. No haréis como se hace en Egipto donde habitasteis; ni haréis como se hace en Canaán a donde yo os conduzco; ni seguiréis sus costumbres. Cumplid mis normas y guardad mis leyes comportándoos de acuerdo con ellas. Yo soy el Señor vuestro Dios. Por lo tanto cumpliréis mis leyes y mis normas; quien las cumpla vivirá gracias a ellas. Yo soy el Señor. (Levítico 18:1--5)


Los seguidores de Jesús no vivimos, ni debemos vivir, en la asepsia de un laboratorio lejos de todas las influencias malignas del mundo. Vivimos en el mismo y, además, la oración que Jesús le dirigió al Padre fue clara en ese sentido: "no te pido que los quites del entorno social en el que están, sino que los guardes de todo mal". Tiene todo el sentido del mundo porque si nos apartamos del mundo perdemos toda nuestra capacidad de ser sal y luz, de bendecir y restaurar en el nombre de Jesús. Pero también la perdemos si nos mimetizamos con ese entorno social y comenzamos a imitarlo y a vivir como ellos viven. Esta fue la advertencia que el Señor lanzó a los israelitas; ni como Egipto ni como Canaán, hay que ser originales, desarrollar una cultura propia basada en las enseñanzas de la Palabra de Dios. Pero ¡Ojo! Estamos hablando de una cultura que no es anti nada; más bien es restauradora y restaurativa. Una cultura que refleja la forma en que Jesús se relacionó con el mundo, estar sin ser. Nuestro gran peligro, una vez más, es que o nos diluimos en la cultura y perdemos nuestra identidad. O nos alejamos tanto que perdemos nuestro llamado a ser de influencia.


¿Diluido o alejado? ¿Cuál es tu posición?



El Señor se dirigió a Moisés y le dijo: -Habla a los israelitas y diles: Yo soy el Señor vuestro Dios. No haréis como se hace en Egipto donde habitasteis; ni haréis como se hace en Canaán a donde yo os conduzco; ni seguiréis sus costumbres. Cumplid mis normas y guardad mis leyes comportándoos de acuerdo con ellas. Yo soy el Señor vuestro Dios. Por lo tanto cumpliréis mis leyes y mis normas; quien las cumpla vivirá gracias a ellas. Yo soy el Señor. (Levítico 18:1--5)


Los seguidores de Jesús no vivimos, ni debemos vivir, en la asepsia de un laboratorio lejos de todas las influencias malignas del mundo. Vivimos en el mismo y, además, la oración que Jesús le dirigió al Padre fue clara en ese sentido: "no te pido que los quites del entorno social en el que están, sino que los guardes de todo mal". Tiene todo el sentido del mundo porque si nos apartamos del mundo perdemos toda nuestra capacidad de ser sal y luz, de bendecir y restaurar en el nombre de Jesús. Pero también la perdemos si nos mimetizamos con ese entorno social y comenzamos a imitarlo y a vivir como ellos viven. Esta fue la advertencia que el Señor lanzó a los israelitas; ni como Egipto ni como Canaán, hay que ser originales, desarrollar una cultura propia basada en las enseñanzas de la Palabra de Dios. Pero ¡Ojo! Estamos hablando de una cultura que no es anti nada; más bien es restauradora y restaurativa. Una cultura que refleja la forma en que Jesús se relacionó con el mundo, estar sin ser. Nuestro gran peligro, una vez más, es que o nos diluimos en la cultura y perdemos nuestra identidad. O nos alejamos tanto que perdemos nuestro llamado a ser de influencia.


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El Señor se dirigió a Moisés y le dijo: -Habla a los israelitas y diles: Yo soy el Señor vuestro Dios. No haréis como se hace en Egipto donde habitasteis; ni haréis como se hace en Canaán a donde yo os conduzco; ni seguiréis sus costumbres. Cumplid mis normas y guardad mis leyes comportándoos de acuerdo con ellas. Yo soy el Señor vuestro Dios. Por lo tanto cumpliréis mis leyes y mis normas; quien las cumpla vivirá gracias a ellas. Yo soy el Señor. (Levítico 18:1--5)


Los seguidores de Jesús no vivimos, ni debemos vivir, en la asepsia de un laboratorio lejos de todas las influencias malignas del mundo. Vivimos en el mismo y, además, la oración que Jesús le dirigió al Padre fue clara en ese sentido: "no te pido que los quites del entorno social en el que están, sino que los guardes de todo mal". Tiene todo el sentido del mundo porque si nos apartamos del mundo perdemos toda nuestra capacidad de ser sal y luz, de bendecir y restaurar en el nombre de Jesús. Pero también la perdemos si nos mimetizamos con ese entorno social y comenzamos a imitarlo y a vivir como ellos viven. Esta fue la advertencia que el Señor lanzó a los israelitas; ni como Egipto ni como Canaán, hay que ser originales, desarrollar una cultura propia basada en las enseñanzas de la Palabra de Dios. Pero ¡Ojo! Estamos hablando de una cultura que no es anti nada; más bien es restauradora y restaurativa. Una cultura que refleja la forma en que Jesús se relacionó con el mundo, estar sin ser. Nuestro gran peligro, una vez más, es que o nos diluimos en la cultura y perdemos nuestra identidad. O nos alejamos tanto que perdemos nuestro llamado a ser de influencia.


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