Pero no fue a Nazaret sino que fijó su residencia en Cafarnaún, junto al lago, en los términos de Zabulón y Neftalí. (Mateo 4:13)

La Encarnación no es tan solo un bonito término teológico. Es el modelo de vida del discípulo en un mundo roto que Jesús nos enseñó. La Encarnación, por tanto, tiene que ser desplegada, aterrizada, bajada a nuestra realidad cotidiana. Alan Hirsch, sin duda uno de los misiólogos mas importantes de nuestro tiempo, propone cuatro sencillos pasos para hacer de la Encarnación nuestra manera de vivir como discípulos en el mundo. 

El primer paso es la presencia. Donde un discípulo está, en todos y cada uno de los ámbitos en que se mueva, Dios está ahí presente. El Reino está presente. La iglesia está presente. La estrategia de Jesús no podía ser más genial. Es vírica, no espera que la gente se acerque al Reino, antes al contrario, hace que éste se aproxime a cada ser humano por medio de la presencia de la Iglesia en medio del mundo.  En los años 80 del siglo pasado, Luis Alfredo, un cantautor cristiano escribió estas palabras: "Baja a Dios de las nubes, llévale a la fábrica donde trabajas. Quita a Dios del retablo y grábale dentro de tu corazón. Roba a Dios de los templos donde lo encerramos hace tantos años, déjale libre en las plazas, llévale también al mercado del pueblo". 

Pero para ti y para mí el reto radica en vivir de forma consciente la realidad de que estamos presentes, estamos haciendo el Reino presente en todos nuestros círculos. El reto consiste en levantarse en las mañanas y entender que no vamos simplemente al trabajo, al estudio, a nuestros quehaceres -sean estos los que sean- a llenar un día más, sino a vivir ese día haciendo el esfuerzo de pensar cómo Jesús la viviría si fuera uno de nosotros y a hacer patente que el Reino de los cielos se ha acercado.

¿Cómo puedes ganar conciencia de esta realidad en tu vida cotidiana? ¿Cómo puedes impedir que la rutina te arrastre a una cotidianidad sin sentido ni propósito?

 



Pero no fue a Nazaret sino que fijó su residencia en Cafarnaún, junto al lago, en los términos de Zabulón y Neftalí. (Mateo 4:13)

La Encarnación no es tan solo un bonito término teológico. Es el modelo de vida del discípulo en un mundo roto que Jesús nos enseñó. La Encarnación, por tanto, tiene que ser desplegada, aterrizada, bajada a nuestra realidad cotidiana. Alan Hirsch, sin duda uno de los misiólogos mas importantes de nuestro tiempo, propone cuatro sencillos pasos para hacer de la Encarnación nuestra manera de vivir como discípulos en el mundo. 

El primer paso es la presencia. Donde un discípulo está, en todos y cada uno de los ámbitos en que se mueva, Dios está ahí presente. El Reino está presente. La iglesia está presente. La estrategia de Jesús no podía ser más genial. Es vírica, no espera que la gente se acerque al Reino, antes al contrario, hace que éste se aproxime a cada ser humano por medio de la presencia de la Iglesia en medio del mundo.  En los años 80 del siglo pasado, Luis Alfredo, un cantautor cristiano escribió estas palabras: "Baja a Dios de las nubes, llévale a la fábrica donde trabajas. Quita a Dios del retablo y grábale dentro de tu corazón. Roba a Dios de los templos donde lo encerramos hace tantos años, déjale libre en las plazas, llévale también al mercado del pueblo". 

Pero para ti y para mí el reto radica en vivir de forma consciente la realidad de que estamos presentes, estamos haciendo el Reino presente en todos nuestros círculos. El reto consiste en levantarse en las mañanas y entender que no vamos simplemente al trabajo, al estudio, a nuestros quehaceres -sean estos los que sean- a llenar un día más, sino a vivir ese día haciendo el esfuerzo de pensar cómo Jesús la viviría si fuera uno de nosotros y a hacer patente que el Reino de los cielos se ha acercado.

¿Cómo puedes ganar conciencia de esta realidad en tu vida cotidiana? ¿Cómo puedes impedir que la rutina te arrastre a una cotidianidad sin sentido ni propósito?

 



Pero no fue a Nazaret sino que fijó su residencia en Cafarnaún, junto al lago, en los términos de Zabulón y Neftalí. (Mateo 4:13)

La Encarnación no es tan solo un bonito término teológico. Es el modelo de vida del discípulo en un mundo roto que Jesús nos enseñó. La Encarnación, por tanto, tiene que ser desplegada, aterrizada, bajada a nuestra realidad cotidiana. Alan Hirsch, sin duda uno de los misiólogos mas importantes de nuestro tiempo, propone cuatro sencillos pasos para hacer de la Encarnación nuestra manera de vivir como discípulos en el mundo. 

El primer paso es la presencia. Donde un discípulo está, en todos y cada uno de los ámbitos en que se mueva, Dios está ahí presente. El Reino está presente. La iglesia está presente. La estrategia de Jesús no podía ser más genial. Es vírica, no espera que la gente se acerque al Reino, antes al contrario, hace que éste se aproxime a cada ser humano por medio de la presencia de la Iglesia en medio del mundo.  En los años 80 del siglo pasado, Luis Alfredo, un cantautor cristiano escribió estas palabras: "Baja a Dios de las nubes, llévale a la fábrica donde trabajas. Quita a Dios del retablo y grábale dentro de tu corazón. Roba a Dios de los templos donde lo encerramos hace tantos años, déjale libre en las plazas, llévale también al mercado del pueblo". 

Pero para ti y para mí el reto radica en vivir de forma consciente la realidad de que estamos presentes, estamos haciendo el Reino presente en todos nuestros círculos. El reto consiste en levantarse en las mañanas y entender que no vamos simplemente al trabajo, al estudio, a nuestros quehaceres -sean estos los que sean- a llenar un día más, sino a vivir ese día haciendo el esfuerzo de pensar cómo Jesús la viviría si fuera uno de nosotros y a hacer patente que el Reino de los cielos se ha acercado.

¿Cómo puedes ganar conciencia de esta realidad en tu vida cotidiana? ¿Cómo puedes impedir que la rutina te arrastre a una cotidianidad sin sentido ni propósito?