Oh Dios, tú eres mi Dios y al alba te busco; de ti tengo sed y por ti desfallezco en una tierra árida, seca y sin agua. (Salmo 63:1)


No es de extrañar que en la Escritura Jesús se describa a sí mismo como el agua de vida. El Maestro utiliza los tres elementos básicos para sustentar la vida: pan, agua y luz, para referirse a sí mismo. Todo ser humano tiene hambre y sed de significado y propósito; todos buscamos la luz. Bebemos en diferentes fuentes, aquellas con las que hemos identificado el propósito y el sentido. En ocasiones la vida nos concede ver saciada esa sed aunque sea de forma parcial, temporal, volátil. Porque cuando esto sucede, sea fruto de una experiencia, una relación, una contemplación, etc., somos plenamente conscientes que la vida tiene dimensiones que no estamos alcanzando, que la vida debe ser mucho más de lo que habitualmente experimentamos. C.S. Lewis, el erudito inglés y comprometido seguidor de Jesús, lo explicaba de este modo: “[todo lo anteriormente dicho, personas, experiencias, relaciones, etc.] son tan sólo el olor de una flor que todavía no hemos encontrado, el eco de una canción que todavía no hemos escuchado, noticias de un país que todavía no hemos visitado”. Como dice Jim Branch al respecto: “las cosas más maravillosas de la vida no tienen como propósito satisfacernos plenamente, sino orientarnos en la dirección hacia Dios”. Porque como afirmó Jesús: “El que beba de esa agua, volverá a tener sed”.


Oh Dios, tú eres mi Dios y al alba te busco; de ti tengo sed y por ti desfallezco en una tierra árida, seca y sin agua. (Salmo 63:1)


No es de extrañar que en la Escritura Jesús se describa a sí mismo como el agua de vida. El Maestro utiliza los tres elementos básicos para sustentar la vida: pan, agua y luz, para referirse a sí mismo. Todo ser humano tiene hambre y sed de significado y propósito; todos buscamos la luz. Bebemos en diferentes fuentes, aquellas con las que hemos identificado el propósito y el sentido. En ocasiones la vida nos concede ver saciada esa sed aunque sea de forma parcial, temporal, volátil. Porque cuando esto sucede, sea fruto de una experiencia, una relación, una contemplación, etc., somos plenamente conscientes que la vida tiene dimensiones que no estamos alcanzando, que la vida debe ser mucho más de lo que habitualmente experimentamos. C.S. Lewis, el erudito inglés y comprometido seguidor de Jesús, lo explicaba de este modo: “[todo lo anteriormente dicho, personas, experiencias, relaciones, etc.] son tan sólo el olor de una flor que todavía no hemos encontrado, el eco de una canción que todavía no hemos escuchado, noticias de un país que todavía no hemos visitado”. Como dice Jim Branch al respecto: “las cosas más maravillosas de la vida no tienen como propósito satisfacernos plenamente, sino orientarnos en la dirección hacia Dios”. Porque como afirmó Jesús: “El que beba de esa agua, volverá a tener sed”.


Oh Dios, tú eres mi Dios y al alba te busco; de ti tengo sed y por ti desfallezco en una tierra árida, seca y sin agua. (Salmo 63:1)


No es de extrañar que en la Escritura Jesús se describa a sí mismo como el agua de vida. El Maestro utiliza los tres elementos básicos para sustentar la vida: pan, agua y luz, para referirse a sí mismo. Todo ser humano tiene hambre y sed de significado y propósito; todos buscamos la luz. Bebemos en diferentes fuentes, aquellas con las que hemos identificado el propósito y el sentido. En ocasiones la vida nos concede ver saciada esa sed aunque sea de forma parcial, temporal, volátil. Porque cuando esto sucede, sea fruto de una experiencia, una relación, una contemplación, etc., somos plenamente conscientes que la vida tiene dimensiones que no estamos alcanzando, que la vida debe ser mucho más de lo que habitualmente experimentamos. C.S. Lewis, el erudito inglés y comprometido seguidor de Jesús, lo explicaba de este modo: “[todo lo anteriormente dicho, personas, experiencias, relaciones, etc.] son tan sólo el olor de una flor que todavía no hemos encontrado, el eco de una canción que todavía no hemos escuchado, noticias de un país que todavía no hemos visitado”. Como dice Jim Branch al respecto: “las cosas más maravillosas de la vida no tienen como propósito satisfacernos plenamente, sino orientarnos en la dirección hacia Dios”. Porque como afirmó Jesús: “El que beba de esa agua, volverá a tener sed”.