¡Samuel! ¡Samuel! y él respondió: Habla que tu servidor escucha. (1 Samuel 1:10)


¿Cómo pues distinguir entre tantas voces la del Señor? Aquí nos encontramos con un principio súper importante, la disponibilidad, el deseo de escuchar a Dios. No creo que el Padre vaya a hablarle a nadie que no tenga esa voluntad de escucharle, no va a perder el tiempo en hablar a aquel que no quiere escuchar para llevar a cabo su voluntad. ¿Quieres oír la voz del Padre para obedecerle?; no dudes que te hablara, es su promesa. Podrá costar más o menos discernirla, pero lo harás, es su compromiso contigo.

Pero es importante entender que hay dos voluntades de Dios: la moral y la específica. La primera está revelada claramente en su Palabra. Por medio de ella el Padre nos da un montón de información acerca de qué espera de nosotros y cómo debemos vivir. Dios nos habla primariamente, aunque no exclusivamente, por medio de ella. La Palabra es el primer y necesario paso para poder acceder a entender la voluntad específica del Señor para mi vida. Porque está, la específica, tiene que ver con el plan único y singular que tiene para cada uno de sus hijos. Aquí es donde el Padre nos puede hablar a través de sueños, visiones, palabra profética, consejos de otros, hermanos, la conciencia y las circunstancias. Pero, vuelvo a insistir, la Palabra es el entrenamiento necesario para acceder a esta voluntad específica. Comienza siempre por ella.

 


¡Samuel! ¡Samuel! y él respondió: Habla que tu servidor escucha. (1 Samuel 1:10)


¿Cómo pues distinguir entre tantas voces la del Señor? Aquí nos encontramos con un principio súper importante, la disponibilidad, el deseo de escuchar a Dios. No creo que el Padre vaya a hablarle a nadie que no tenga esa voluntad de escucharle, no va a perder el tiempo en hablar a aquel que no quiere escuchar para llevar a cabo su voluntad. ¿Quieres oír la voz del Padre para obedecerle?; no dudes que te hablara, es su promesa. Podrá costar más o menos discernirla, pero lo harás, es su compromiso contigo.

Pero es importante entender que hay dos voluntades de Dios: la moral y la específica. La primera está revelada claramente en su Palabra. Por medio de ella el Padre nos da un montón de información acerca de qué espera de nosotros y cómo debemos vivir. Dios nos habla primariamente, aunque no exclusivamente, por medio de ella. La Palabra es el primer y necesario paso para poder acceder a entender la voluntad específica del Señor para mi vida. Porque está, la específica, tiene que ver con el plan único y singular que tiene para cada uno de sus hijos. Aquí es donde el Padre nos puede hablar a través de sueños, visiones, palabra profética, consejos de otros, hermanos, la conciencia y las circunstancias. Pero, vuelvo a insistir, la Palabra es el entrenamiento necesario para acceder a esta voluntad específica. Comienza siempre por ella.

 


¡Samuel! ¡Samuel! y él respondió: Habla que tu servidor escucha. (1 Samuel 1:10)


¿Cómo pues distinguir entre tantas voces la del Señor? Aquí nos encontramos con un principio súper importante, la disponibilidad, el deseo de escuchar a Dios. No creo que el Padre vaya a hablarle a nadie que no tenga esa voluntad de escucharle, no va a perder el tiempo en hablar a aquel que no quiere escuchar para llevar a cabo su voluntad. ¿Quieres oír la voz del Padre para obedecerle?; no dudes que te hablara, es su promesa. Podrá costar más o menos discernirla, pero lo harás, es su compromiso contigo.

Pero es importante entender que hay dos voluntades de Dios: la moral y la específica. La primera está revelada claramente en su Palabra. Por medio de ella el Padre nos da un montón de información acerca de qué espera de nosotros y cómo debemos vivir. Dios nos habla primariamente, aunque no exclusivamente, por medio de ella. La Palabra es el primer y necesario paso para poder acceder a entender la voluntad específica del Señor para mi vida. Porque está, la específica, tiene que ver con el plan único y singular que tiene para cada uno de sus hijos. Aquí es donde el Padre nos puede hablar a través de sueños, visiones, palabra profética, consejos de otros, hermanos, la conciencia y las circunstancias. Pero, vuelvo a insistir, la Palabra es el entrenamiento necesario para acceder a esta voluntad específica. Comienza siempre por ella.