Y Jesús añadió: Dios hizo el sábado por causa del ser humano, y no al ser humano por causa del sábado. ¡El Hijo del hombre es Señor también del sábado! (Marcos 2:27-28)

Hace poco hablaba sobre cómo los cristianos tenemos la propensión a confundir las formas y las funciones, de cómo las primeras iban desplazando y tomando el lugar de estas últimas. Otra de nuestras tendencias es a confundir la forma con el fondo. Nos quedamos con lo superficial, lo visible, lo aparente y perdemos de vista cuál es la razón que dio lugar a una determinada forma; cuál es el principio sustentador detrás de esa estructura con la que nos relacionamos.

El sábado, el día de reposo, era la pieza central del judaísmo. Establecido por el Señor al otorgar los diez mandamientos, indicaba que toda actividad económica, social y política debía de parar. Era un día que debía de ser consagrado a Dios, Él debía de ser el centro. De hecho, nosotros, los cristianos seguimos llamando al domingo el día del Señor, aludiendo a la centralidad que Él debe tener en ese día. Por eso sorprenden las palabras de Jesús cuando indica que el sábado ha sido hecho para bendecir al ser humano, a causa del ser humano y no de Dios. Dicho de otra manera, Él no necesita el sábado. Dios no necesita mi adoración y mi alabanza, mis cánticos y mis sermones. Más bien soy yo el que necesito un día a la semana para volver a centrarme, para poner orden en mis prioridades, mis relaciones y mi caminar con Dios.

En muchas ocasiones los seguidores de Jesús (y los pastores tenemos una buena parte de responsabilidad en ello) hemos perdido de vista el auténtico significado del día de reposo. Lo hemos convertido en un día cargado de actividades eclesiásticas que, con frecuencia, compiten con el poco tiempo que podemos dedicarles a nuestras familias. Se convierte en algo predecible donde un mismo patrón se repite semana tras semana -alabanza, más alabanza, predicación, ofrenda y anuncios de las actividades que, en muchos casos, saturarán nuestras ya complicadas agendas-.

Honestamente, creo que esa no es la finalidad del día de reposo. Dios establece que cada siete días hemos de parar un día y cesar toda actividad. En una sociedad en la que estar ocupado, hacer cosas, conseguir objetivos, tener agendas repletas, es un signo de estatus, no deja de ser significativo que el Señor imponga el descanso como un mandamiento. Pero ¿Descansar, cesar la actividad, para qué? Para volver a reorientar y centrar nuestras vidas. Cada semana Dios nos ofrece la oportunidad de revisar cómo estamos viviendo, cuán ordenadas están nuestras prioridades, qué lugar está ocupando el Señor en nuestro proyecto vital, de qué modo nuestra diario vivir refleja el carácter de Jesús y estamos siendo unos auténticos agentes de restauración. Cuando el domingo nos reunimos en esos edificios que usamos para nuestras celebraciones, deberíamos propiciar espacios donde estas reflexiones, estas posibilidades de rectificar el rumbo de nuestras vidas, de asegurarnos, en definitiva, que estamos alineados con Dios, fueran posibles. De lo contrario hemos olvidado que el sábado está hecho a causa del hombre.


¿Qué espacios de reorientación hay en tu vida, con cuánta frecuencia los prácticas, qué significa el día de reposo para ti?



Y Jesús añadió: Dios hizo el sábado por causa del ser humano, y no al ser humano por causa del sábado. ¡El Hijo del hombre es Señor también del sábado! (Marcos 2:27-28)

Hace poco hablaba sobre cómo los cristianos tenemos la propensión a confundir las formas y las funciones, de cómo las primeras iban desplazando y tomando el lugar de estas últimas. Otra de nuestras tendencias es a confundir la forma con el fondo. Nos quedamos con lo superficial, lo visible, lo aparente y perdemos de vista cuál es la razón que dio lugar a una determinada forma; cuál es el principio sustentador detrás de esa estructura con la que nos relacionamos.

El sábado, el día de reposo, era la pieza central del judaísmo. Establecido por el Señor al otorgar los diez mandamientos, indicaba que toda actividad económica, social y política debía de parar. Era un día que debía de ser consagrado a Dios, Él debía de ser el centro. De hecho, nosotros, los cristianos seguimos llamando al domingo el día del Señor, aludiendo a la centralidad que Él debe tener en ese día. Por eso sorprenden las palabras de Jesús cuando indica que el sábado ha sido hecho para bendecir al ser humano, a causa del ser humano y no de Dios. Dicho de otra manera, Él no necesita el sábado. Dios no necesita mi adoración y mi alabanza, mis cánticos y mis sermones. Más bien soy yo el que necesito un día a la semana para volver a centrarme, para poner orden en mis prioridades, mis relaciones y mi caminar con Dios.

En muchas ocasiones los seguidores de Jesús (y los pastores tenemos una buena parte de responsabilidad en ello) hemos perdido de vista el auténtico significado del día de reposo. Lo hemos convertido en un día cargado de actividades eclesiásticas que, con frecuencia, compiten con el poco tiempo que podemos dedicarles a nuestras familias. Se convierte en algo predecible donde un mismo patrón se repite semana tras semana -alabanza, más alabanza, predicación, ofrenda y anuncios de las actividades que, en muchos casos, saturarán nuestras ya complicadas agendas-.

Honestamente, creo que esa no es la finalidad del día de reposo. Dios establece que cada siete días hemos de parar un día y cesar toda actividad. En una sociedad en la que estar ocupado, hacer cosas, conseguir objetivos, tener agendas repletas, es un signo de estatus, no deja de ser significativo que el Señor imponga el descanso como un mandamiento. Pero ¿Descansar, cesar la actividad, para qué? Para volver a reorientar y centrar nuestras vidas. Cada semana Dios nos ofrece la oportunidad de revisar cómo estamos viviendo, cuán ordenadas están nuestras prioridades, qué lugar está ocupando el Señor en nuestro proyecto vital, de qué modo nuestra diario vivir refleja el carácter de Jesús y estamos siendo unos auténticos agentes de restauración. Cuando el domingo nos reunimos en esos edificios que usamos para nuestras celebraciones, deberíamos propiciar espacios donde estas reflexiones, estas posibilidades de rectificar el rumbo de nuestras vidas, de asegurarnos, en definitiva, que estamos alineados con Dios, fueran posibles. De lo contrario hemos olvidado que el sábado está hecho a causa del hombre.


¿Qué espacios de reorientación hay en tu vida, con cuánta frecuencia los prácticas, qué significa el día de reposo para ti?