Yo soy el Todopoderoso. Tenme presente en tu vida y vive rectamente (Génesis 17:1)


Estas palabras se las dijo el Señor a Abraham y, sin duda, pueden ser válidas para cualquiera de nosotros. Son esos textos que invitan a ser subrayados en nuestras Biblias, sean en formato papel o electrónico. Son palabras bellas, cargadas de poder e inspiradoras. Pero ¿Cómo las trasladamos a la práctica para que no se queden en un versículos más durmiendo los laureles en las páginas de la Sagrada Escritura?

A mí me parece que la Biblia siempre se explica a sí misma y, por tanto, hay que buscar en sus páginas las claves para interpretarla. Cuando el Señor habla de tenerle presente en su vida, vienen a mi mente las palabras del apóstol Pablo escribiendo a los Colosenses. "En todo lo que hagáis, poned el corazón, como si lo estuvierais haciendo para el Señor y no para los hombres". Se trata, pues, de entender que cada cosa que hacemos en la vida cotidiana desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir, en todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos, se hacen como si el destinatario final fuera Dios. Ni más ni menos. 

Cuando el Señor habla de vivir rectamente, las palabras del Maestro son las que me proveen explicación: "amarás al Señor y amarás a tu prójimo". Y si queremos ser todavía más precisos y prácticos, amar a Dios es obedecer sus mandamientos y amar al prójimo es buscar activa e intencionalmente su bien.

Me encanta cuando la Palabra de Dios se vuelve práctica y no tenemos que enredarnos en bucles teológicos.


¿Hasta qué punto vives teniendo presente a Dios y actuando rectamente?



Yo soy el Todopoderoso. Tenme presente en tu vida y vive rectamente (Génesis 17:1)


Estas palabras se las dijo el Señor a Abraham y, sin duda, pueden ser válidas para cualquiera de nosotros. Son esos textos que invitan a ser subrayados en nuestras Biblias, sean en formato papel o electrónico. Son palabras bellas, cargadas de poder e inspiradoras. Pero ¿Cómo las trasladamos a la práctica para que no se queden en un versículos más durmiendo los laureles en las páginas de la Sagrada Escritura?

A mí me parece que la Biblia siempre se explica a sí misma y, por tanto, hay que buscar en sus páginas las claves para interpretarla. Cuando el Señor habla de tenerle presente en su vida, vienen a mi mente las palabras del apóstol Pablo escribiendo a los Colosenses. "En todo lo que hagáis, poned el corazón, como si lo estuvierais haciendo para el Señor y no para los hombres". Se trata, pues, de entender que cada cosa que hacemos en la vida cotidiana desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir, en todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos, se hacen como si el destinatario final fuera Dios. Ni más ni menos. 

Cuando el Señor habla de vivir rectamente, las palabras del Maestro son las que me proveen explicación: "amarás al Señor y amarás a tu prójimo". Y si queremos ser todavía más precisos y prácticos, amar a Dios es obedecer sus mandamientos y amar al prójimo es buscar activa e intencionalmente su bien.

Me encanta cuando la Palabra de Dios se vuelve práctica y no tenemos que enredarnos en bucles teológicos.


¿Hasta qué punto vives teniendo presente a Dios y actuando rectamente?



Yo soy el Todopoderoso. Tenme presente en tu vida y vive rectamente (Génesis 17:1)


Estas palabras se las dijo el Señor a Abraham y, sin duda, pueden ser válidas para cualquiera de nosotros. Son esos textos que invitan a ser subrayados en nuestras Biblias, sean en formato papel o electrónico. Son palabras bellas, cargadas de poder e inspiradoras. Pero ¿Cómo las trasladamos a la práctica para que no se queden en un versículos más durmiendo los laureles en las páginas de la Sagrada Escritura?

A mí me parece que la Biblia siempre se explica a sí misma y, por tanto, hay que buscar en sus páginas las claves para interpretarla. Cuando el Señor habla de tenerle presente en su vida, vienen a mi mente las palabras del apóstol Pablo escribiendo a los Colosenses. "En todo lo que hagáis, poned el corazón, como si lo estuvierais haciendo para el Señor y no para los hombres". Se trata, pues, de entender que cada cosa que hacemos en la vida cotidiana desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir, en todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos, se hacen como si el destinatario final fuera Dios. Ni más ni menos. 

Cuando el Señor habla de vivir rectamente, las palabras del Maestro son las que me proveen explicación: "amarás al Señor y amarás a tu prójimo". Y si queremos ser todavía más precisos y prácticos, amar a Dios es obedecer sus mandamientos y amar al prójimo es buscar activa e intencionalmente su bien.

Me encanta cuando la Palabra de Dios se vuelve práctica y no tenemos que enredarnos en bucles teológicos.


¿Hasta qué punto vives teniendo presente a Dios y actuando rectamente?