Dios mío Tú cumplirás en mí todo lo que has pensado hacer. Tu amor por mí no cambia, pues Tú mismo me hiciste. ¡No me abandones! (Salmo 138:8)


La fotografía muestra un rascacielos de Caracas que no se terminó de construir y ahí quedó como un símbolo de un proyecto inacabado. Por alguna razón los promotores desistieron del proyecto y quedó abandonado. Este versículo del salmo 138 me ha pensar en esos momentos de la vida en que perdemos la esperanza con alguna persona. Hemos invertido tiempo y esfuerzos, hemos sido pacientes e intencionales. Pensamos que hemos hecho todo aquello que estaba en nuestras manos y ha sido en vano. Nos hemos desmotivado, hemos perdido la esperanza y, consecuentemente, lo hemos dejado correr, nos hemos rendido. Lo que hay es lo que hay, no cambiará.

Dios ha pensado hacer de nosotros una persona nueva, alguien semejante a Jesús. Ese es su gran proyecto con nosotros. No nos engañemos, su propósito no es hacernos felices en los términos que la sociedad lo entiende. No es darnos todo lo que queremos como un abuelito que satisface todos los caprichos de sus nietos. No es protegernos del dolor, el sufrimiento y los reveses de la vida. Es que Jesús sea formado en nosotros porque esta es la escuela para la eternidad.

Pero, en ocasiones, con mayor o menor frecuencia, hasta nosotros nos cansamos de nosotros mismos. No podemos con nuestras contradicciones, inmadureces y resistencia al cambio que el Señor quiere hacer en nosotros. No es raro que tengamos la sensación de que, o bien estamos estacandos, o bien retrocedemos; pero, sea como sea, no parece haber mucho avance. De ahí la petición de David que perfectamente podemos hacer nuestra; Señor, no pierdas la esperanza con nosotros, no te rindas. Por favor, sigue siendo paciente y desarrollándonos. Sigue insistiendo porque si nos abandonas, entonces si que no tendremos remedio.

 



Dios mío Tú cumplirás en mí todo lo que has pensado hacer. Tu amor por mí no cambia, pues Tú mismo me hiciste. ¡No me abandones! (Salmo 138:8)


La fotografía muestra un rascacielos de Caracas que no se terminó de construir y ahí quedó como un símbolo de un proyecto inacabado. Por alguna razón los promotores desistieron del proyecto y quedó abandonado. Este versículo del salmo 138 me ha pensar en esos momentos de la vida en que perdemos la esperanza con alguna persona. Hemos invertido tiempo y esfuerzos, hemos sido pacientes e intencionales. Pensamos que hemos hecho todo aquello que estaba en nuestras manos y ha sido en vano. Nos hemos desmotivado, hemos perdido la esperanza y, consecuentemente, lo hemos dejado correr, nos hemos rendido. Lo que hay es lo que hay, no cambiará.

Dios ha pensado hacer de nosotros una persona nueva, alguien semejante a Jesús. Ese es su gran proyecto con nosotros. No nos engañemos, su propósito no es hacernos felices en los términos que la sociedad lo entiende. No es darnos todo lo que queremos como un abuelito que satisface todos los caprichos de sus nietos. No es protegernos del dolor, el sufrimiento y los reveses de la vida. Es que Jesús sea formado en nosotros porque esta es la escuela para la eternidad.

Pero, en ocasiones, con mayor o menor frecuencia, hasta nosotros nos cansamos de nosotros mismos. No podemos con nuestras contradicciones, inmadureces y resistencia al cambio que el Señor quiere hacer en nosotros. No es raro que tengamos la sensación de que, o bien estamos estacandos, o bien retrocedemos; pero, sea como sea, no parece haber mucho avance. De ahí la petición de David que perfectamente podemos hacer nuestra; Señor, no pierdas la esperanza con nosotros, no te rindas. Por favor, sigue siendo paciente y desarrollándonos. Sigue insistiendo porque si nos abandonas, entonces si que no tendremos remedio.

 



Dios mío Tú cumplirás en mí todo lo que has pensado hacer. Tu amor por mí no cambia, pues Tú mismo me hiciste. ¡No me abandones! (Salmo 138:8)


La fotografía muestra un rascacielos de Caracas que no se terminó de construir y ahí quedó como un símbolo de un proyecto inacabado. Por alguna razón los promotores desistieron del proyecto y quedó abandonado. Este versículo del salmo 138 me ha pensar en esos momentos de la vida en que perdemos la esperanza con alguna persona. Hemos invertido tiempo y esfuerzos, hemos sido pacientes e intencionales. Pensamos que hemos hecho todo aquello que estaba en nuestras manos y ha sido en vano. Nos hemos desmotivado, hemos perdido la esperanza y, consecuentemente, lo hemos dejado correr, nos hemos rendido. Lo que hay es lo que hay, no cambiará.

Dios ha pensado hacer de nosotros una persona nueva, alguien semejante a Jesús. Ese es su gran proyecto con nosotros. No nos engañemos, su propósito no es hacernos felices en los términos que la sociedad lo entiende. No es darnos todo lo que queremos como un abuelito que satisface todos los caprichos de sus nietos. No es protegernos del dolor, el sufrimiento y los reveses de la vida. Es que Jesús sea formado en nosotros porque esta es la escuela para la eternidad.

Pero, en ocasiones, con mayor o menor frecuencia, hasta nosotros nos cansamos de nosotros mismos. No podemos con nuestras contradicciones, inmadureces y resistencia al cambio que el Señor quiere hacer en nosotros. No es raro que tengamos la sensación de que, o bien estamos estacandos, o bien retrocedemos; pero, sea como sea, no parece haber mucho avance. De ahí la petición de David que perfectamente podemos hacer nuestra; Señor, no pierdas la esperanza con nosotros, no te rindas. Por favor, sigue siendo paciente y desarrollándonos. Sigue insistiendo porque si nos abandonas, entonces si que no tendremos remedio.