Nadie se presentará ante mí con las manos vacías. (Éxodo 34:20)


Dos preguntas vienen a mi mente cuando leo este pasaje ¿Por qué no debemos presentarnos con las manos vacías? ¿Qué es lo que hoy en día podemos o debemos presentar al Señor?

Si partimos de la base de que Dios no necesita absolutamente nada de nosotros, que nada que le ofrezcamos va a aumentar, ni siquiera un ápice quién y cómo es Él, ya que es completo en Sí mismo. Entonces, me hace pensar que debe tener un valor, fundamentalmente, pedagógico. El reconocer que cualquier cosa que le ofrezcamos al Señor es tan sólo una devolución del todo que Él nos ha dado. De este modo, cuando traigo mi ofrenda al acercarme al Señor estoy reconociendo que tan sólo soy un simple administrador de todo lo recibido, incluida mi propia vida. He ahí, pues, el valor simbólico de toda ofrenda.

Pero ¿Qué lo podemos ofrecer al Señor? Hoy en día no hay lugar para los sacrificios animales. Creo que lo mejor que le podemos ofrendar al Padre es un estilo de vida caracterizado por la imitación de Jesús. Un estilo de vida que refleje la vida del Maestro necesariamente añadirá valor y bendecirá la vida de otros. Propongo, pues, que nuestra ofrenda sea el poder traer ante el Padre todo el bien hecho, todo el valor que hemos añadido a otros en nuestras interacciones con ellos. Es justo y el Padre lo merece.


Pensando en esta idea de ofrendar al Señor ¿Qué bien que has realizado puedes presentarle?



Nadie se presentará ante mí con las manos vacías. (Éxodo 34:20)


Dos preguntas vienen a mi mente cuando leo este pasaje ¿Por qué no debemos presentarnos con las manos vacías? ¿Qué es lo que hoy en día podemos o debemos presentar al Señor?

Si partimos de la base de que Dios no necesita absolutamente nada de nosotros, que nada que le ofrezcamos va a aumentar, ni siquiera un ápice quién y cómo es Él, ya que es completo en Sí mismo. Entonces, me hace pensar que debe tener un valor, fundamentalmente, pedagógico. El reconocer que cualquier cosa que le ofrezcamos al Señor es tan sólo una devolución del todo que Él nos ha dado. De este modo, cuando traigo mi ofrenda al acercarme al Señor estoy reconociendo que tan sólo soy un simple administrador de todo lo recibido, incluida mi propia vida. He ahí, pues, el valor simbólico de toda ofrenda.

Pero ¿Qué lo podemos ofrecer al Señor? Hoy en día no hay lugar para los sacrificios animales. Creo que lo mejor que le podemos ofrendar al Padre es un estilo de vida caracterizado por la imitación de Jesús. Un estilo de vida que refleje la vida del Maestro necesariamente añadirá valor y bendecirá la vida de otros. Propongo, pues, que nuestra ofrenda sea el poder traer ante el Padre todo el bien hecho, todo el valor que hemos añadido a otros en nuestras interacciones con ellos. Es justo y el Padre lo merece.


Pensando en esta idea de ofrendar al Señor ¿Qué bien que has realizado puedes presentarle?



Nadie se presentará ante mí con las manos vacías. (Éxodo 34:20)


Dos preguntas vienen a mi mente cuando leo este pasaje ¿Por qué no debemos presentarnos con las manos vacías? ¿Qué es lo que hoy en día podemos o debemos presentar al Señor?

Si partimos de la base de que Dios no necesita absolutamente nada de nosotros, que nada que le ofrezcamos va a aumentar, ni siquiera un ápice quién y cómo es Él, ya que es completo en Sí mismo. Entonces, me hace pensar que debe tener un valor, fundamentalmente, pedagógico. El reconocer que cualquier cosa que le ofrezcamos al Señor es tan sólo una devolución del todo que Él nos ha dado. De este modo, cuando traigo mi ofrenda al acercarme al Señor estoy reconociendo que tan sólo soy un simple administrador de todo lo recibido, incluida mi propia vida. He ahí, pues, el valor simbólico de toda ofrenda.

Pero ¿Qué lo podemos ofrecer al Señor? Hoy en día no hay lugar para los sacrificios animales. Creo que lo mejor que le podemos ofrendar al Padre es un estilo de vida caracterizado por la imitación de Jesús. Un estilo de vida que refleje la vida del Maestro necesariamente añadirá valor y bendecirá la vida de otros. Propongo, pues, que nuestra ofrenda sea el poder traer ante el Padre todo el bien hecho, todo el valor que hemos añadido a otros en nuestras interacciones con ellos. Es justo y el Padre lo merece.


Pensando en esta idea de ofrendar al Señor ¿Qué bien que has realizado puedes presentarle?