Fijaos en los malvados: ¡han rodado por los suelos, y no volverán a levantarse! (Salmo 36:13)


Hace tiempo leí un acercamiento antropológico a los cuentos infantiles. El autor indicaba que en el fondo reflejaban un anhelo universal muy profundo, que el mundo fuera diferente. Según el articulista los cuentos nos describen el mundo cómo debería ser y no como es. Muchos, sino todos, siguen un patrón muy similar, el mal parece imparable y su victoria segura, sin embargo, es finalmente vencido y la justicia impera como todos los que leen o ven el cuento deseaban. 

Ayer escuchaba noticias tristes. Mil quinientos millones de niños en los países en vías de desarrollo se han quedado sin escuela y muchos de ellos nunca volverán a la misma. El trabajo infantil, después de décadas de descenso, vuelve a aumentar. En América Latina las previsiones de los organismos económicos mundiales hablan de una década pérdida debido a la pandemia y sus secuelas económicas y sociales. En nuestro país la economía retrocede y, literalmente, millones de personas ven en peligro sus trabajos y con ellos la posibilidad de sostener a sus familias. Paralelamente OXFAM, con ocasión del Foro de Davos de 2019, indica que 26 personas concentran una grandísima parte de la riqueza mundial mientras la pobreza no para de crecer.

Cuando Dios acabó el proceso creativo afirmó que todo era muy bueno. Sin embargo, lo que acabo de escribir marca un fuerte contraste con esa afirmación. El salmista, como los cuentos infantiles, nos habla de un anhelo, de una realidad, que se culminará al final de la historia cuando el Señor imponga la justicia. Este mundo no acabará así, acabará con el reinado de Jesús. Puede ser que el mal se manifieste de forma penetrante y ominosa, pero ese no es final, el bien vencerá.

Mientras tanto, oremos que su Reino venga.



 



Fijaos en los malvados: ¡han rodado por los suelos, y no volverán a levantarse! (Salmo 36:13)


Hace tiempo leí un acercamiento antropológico a los cuentos infantiles. El autor indicaba que en el fondo reflejaban un anhelo universal muy profundo, que el mundo fuera diferente. Según el articulista los cuentos nos describen el mundo cómo debería ser y no como es. Muchos, sino todos, siguen un patrón muy similar, el mal parece imparable y su victoria segura, sin embargo, es finalmente vencido y la justicia impera como todos los que leen o ven el cuento deseaban. 

Ayer escuchaba noticias tristes. Mil quinientos millones de niños en los países en vías de desarrollo se han quedado sin escuela y muchos de ellos nunca volverán a la misma. El trabajo infantil, después de décadas de descenso, vuelve a aumentar. En América Latina las previsiones de los organismos económicos mundiales hablan de una década pérdida debido a la pandemia y sus secuelas económicas y sociales. En nuestro país la economía retrocede y, literalmente, millones de personas ven en peligro sus trabajos y con ellos la posibilidad de sostener a sus familias. Paralelamente OXFAM, con ocasión del Foro de Davos de 2019, indica que 26 personas concentran una grandísima parte de la riqueza mundial mientras la pobreza no para de crecer.

Cuando Dios acabó el proceso creativo afirmó que todo era muy bueno. Sin embargo, lo que acabo de escribir marca un fuerte contraste con esa afirmación. El salmista, como los cuentos infantiles, nos habla de un anhelo, de una realidad, que se culminará al final de la historia cuando el Señor imponga la justicia. Este mundo no acabará así, acabará con el reinado de Jesús. Puede ser que el mal se manifieste de forma penetrante y ominosa, pero ese no es final, el bien vencerá.

Mientras tanto, oremos que su Reino venga.



 



Fijaos en los malvados: ¡han rodado por los suelos, y no volverán a levantarse! (Salmo 36:13)


Hace tiempo leí un acercamiento antropológico a los cuentos infantiles. El autor indicaba que en el fondo reflejaban un anhelo universal muy profundo, que el mundo fuera diferente. Según el articulista los cuentos nos describen el mundo cómo debería ser y no como es. Muchos, sino todos, siguen un patrón muy similar, el mal parece imparable y su victoria segura, sin embargo, es finalmente vencido y la justicia impera como todos los que leen o ven el cuento deseaban. 

Ayer escuchaba noticias tristes. Mil quinientos millones de niños en los países en vías de desarrollo se han quedado sin escuela y muchos de ellos nunca volverán a la misma. El trabajo infantil, después de décadas de descenso, vuelve a aumentar. En América Latina las previsiones de los organismos económicos mundiales hablan de una década pérdida debido a la pandemia y sus secuelas económicas y sociales. En nuestro país la economía retrocede y, literalmente, millones de personas ven en peligro sus trabajos y con ellos la posibilidad de sostener a sus familias. Paralelamente OXFAM, con ocasión del Foro de Davos de 2019, indica que 26 personas concentran una grandísima parte de la riqueza mundial mientras la pobreza no para de crecer.

Cuando Dios acabó el proceso creativo afirmó que todo era muy bueno. Sin embargo, lo que acabo de escribir marca un fuerte contraste con esa afirmación. El salmista, como los cuentos infantiles, nos habla de un anhelo, de una realidad, que se culminará al final de la historia cuando el Señor imponga la justicia. Este mundo no acabará así, acabará con el reinado de Jesús. Puede ser que el mal se manifieste de forma penetrante y ominosa, pero ese no es final, el bien vencerá.

Mientras tanto, oremos que su Reino venga.