El amor nunca muere. Vendrá, en cambio, un día en que nadie comunicará mensajes de parte De Dios, nadie hablará en un lenguaje misterioso, nadie podrá presumir de una profunda ciencia... Tres cosas hay ahora que permanecen: la fe, la esperanza, el amor. De todas ellas la más grande es el amor. (1 Corintios 13: 8 y 13)

El amor ágape no es un sentimiento. Es un acto de la voluntad que busca el bien del otro al margen de que lo merezca o no. Nadie tiene que ver con cómo nos sentimos, sino cómo decidimos y actuamos. Pablo, en este magistral pasaje, indica que todo será caduco en su momento; los dones -especialmente los más espectaculares-, las virtudes que hoy nos sostienen -la fe y la esperanza-, sin embargo el amor continuará, nunca cesará, no tiene caducidad y, además, de todo lo anteriormente es lo más importante. Sin duda porque Dios es ágape, es su esencia, es su carácter, es su forma de ser. Por tanto, cuando nosotros amamos con ese tipo de amor que no puede fingirse porque es un fruto del Espíritu Santo, es cuando más nos parecemos a nuestro Padre, más reflejamos su carácter, más similares somos a Él.

Tal vez sería más importante enfatizar el amor -que solo puede nacer de Dios- que nuestras diferencias teológicas.
 


El amor nunca muere. Vendrá, en cambio, un día en que nadie comunicará mensajes de parte De Dios, nadie hablará en un lenguaje misterioso, nadie podrá presumir de una profunda ciencia... Tres cosas hay ahora que permanecen: la fe, la esperanza, el amor. De todas ellas la más grande es el amor. (1 Corintios 13: 8 y 13)

El amor ágape no es un sentimiento. Es un acto de la voluntad que busca el bien del otro al margen de que lo merezca o no. Nadie tiene que ver con cómo nos sentimos, sino cómo decidimos y actuamos. Pablo, en este magistral pasaje, indica que todo será caduco en su momento; los dones -especialmente los más espectaculares-, las virtudes que hoy nos sostienen -la fe y la esperanza-, sin embargo el amor continuará, nunca cesará, no tiene caducidad y, además, de todo lo anteriormente es lo más importante. Sin duda porque Dios es ágape, es su esencia, es su carácter, es su forma de ser. Por tanto, cuando nosotros amamos con ese tipo de amor que no puede fingirse porque es un fruto del Espíritu Santo, es cuando más nos parecemos a nuestro Padre, más reflejamos su carácter, más similares somos a Él.

Tal vez sería más importante enfatizar el amor -que solo puede nacer de Dios- que nuestras diferencias teológicas.
 


El amor nunca muere. Vendrá, en cambio, un día en que nadie comunicará mensajes de parte De Dios, nadie hablará en un lenguaje misterioso, nadie podrá presumir de una profunda ciencia... Tres cosas hay ahora que permanecen: la fe, la esperanza, el amor. De todas ellas la más grande es el amor. (1 Corintios 13: 8 y 13)

El amor ágape no es un sentimiento. Es un acto de la voluntad que busca el bien del otro al margen de que lo merezca o no. Nadie tiene que ver con cómo nos sentimos, sino cómo decidimos y actuamos. Pablo, en este magistral pasaje, indica que todo será caduco en su momento; los dones -especialmente los más espectaculares-, las virtudes que hoy nos sostienen -la fe y la esperanza-, sin embargo el amor continuará, nunca cesará, no tiene caducidad y, además, de todo lo anteriormente es lo más importante. Sin duda porque Dios es ágape, es su esencia, es su carácter, es su forma de ser. Por tanto, cuando nosotros amamos con ese tipo de amor que no puede fingirse porque es un fruto del Espíritu Santo, es cuando más nos parecemos a nuestro Padre, más reflejamos su carácter, más similares somos a Él.

Tal vez sería más importante enfatizar el amor -que solo puede nacer de Dios- que nuestras diferencias teológicas.