Fue un hombre que sufrió el dolor y experimentó mucho sufrimiento... Él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores... (Isaías 53: 3-4)


Jesús está sufriendo en cada cama de hospital. Muchas personas -incluidas las seguidoras de Jesús- se preguntan dónde está Dios cuando sufren. Mientras todo va bien tienen una indiferencia hacia Él que puede medirse en diferentes grados, sin embargo, cuando el dolor o la enfermedad se presentan se alza una actitud de recriminación hacia Dios. Damos por sentado que la salud es nuestro derecho y que nada ni nadie debe tener la osadía de quitárnosla o atentar contra ella. Así que cuando sucede, hay que buscar un culpable y, a menudo, Dios carga con las culpas debido a su aparente inacción en todo este tema del coronavirus.

Me enfrento a escribir estas líneas y no estoy seguro de poder tener la capacidad de expresar lo que siento y creo. El pasaje que hoy he estado leyendo corresponde a la magnífica descripción del siervo sufriente que hace el profeta Isaías. Sin duda, una increíble visión de Jesús hecha con centenares de años de antelación. Jesús, el hombre que sufrió el dolor y cargo con nuestras enfermedades y dolores, está en cada habitación de hospital, en cada sala de duelo, en cada residencia de ancianos donde el pánico se ha apoderado, en cada hogar que ha perdido un ser querido o sufre por la posibilidad de perderlo. Él está allí acompañándonos en nuestro dolor y sufrimiento, experimentándolo como lo hacemos nosotros. Dios, en la persona de Jesús, no está ajeno al dolor -la dimensión física- y al sufrimiento -la dimensión emocional-, lo comparte con nosotros en una dimensión espiritual, mística, que no sé explicar con palabras pero que sé que es cierta. ¿Dónde esta Dios? El mío, sufriendo, compartiendo y solidarizándose con todo aquel que sufre, no en vano es, como dice la versión Reina-Valera: "un varón de dolores experimentado en quebrantos".

No solamente no estás sólo, hay alguien que sufre contigo pero que a la vez puede darte paz y comprensión. Experiméntalas.



Fue un hombre que sufrió el dolor y experimentó mucho sufrimiento... Él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores... (Isaías 53: 3-4)


Jesús está sufriendo en cada cama de hospital. Muchas personas -incluidas las seguidoras de Jesús- se preguntan dónde está Dios cuando sufren. Mientras todo va bien tienen una indiferencia hacia Él que puede medirse en diferentes grados, sin embargo, cuando el dolor o la enfermedad se presentan se alza una actitud de recriminación hacia Dios. Damos por sentado que la salud es nuestro derecho y que nada ni nadie debe tener la osadía de quitárnosla o atentar contra ella. Así que cuando sucede, hay que buscar un culpable y, a menudo, Dios carga con las culpas debido a su aparente inacción en todo este tema del coronavirus.

Me enfrento a escribir estas líneas y no estoy seguro de poder tener la capacidad de expresar lo que siento y creo. El pasaje que hoy he estado leyendo corresponde a la magnífica descripción del siervo sufriente que hace el profeta Isaías. Sin duda, una increíble visión de Jesús hecha con centenares de años de antelación. Jesús, el hombre que sufrió el dolor y cargo con nuestras enfermedades y dolores, está en cada habitación de hospital, en cada sala de duelo, en cada residencia de ancianos donde el pánico se ha apoderado, en cada hogar que ha perdido un ser querido o sufre por la posibilidad de perderlo. Él está allí acompañándonos en nuestro dolor y sufrimiento, experimentándolo como lo hacemos nosotros. Dios, en la persona de Jesús, no está ajeno al dolor -la dimensión física- y al sufrimiento -la dimensión emocional-, lo comparte con nosotros en una dimensión espiritual, mística, que no sé explicar con palabras pero que sé que es cierta. ¿Dónde esta Dios? El mío, sufriendo, compartiendo y solidarizándose con todo aquel que sufre, no en vano es, como dice la versión Reina-Valera: "un varón de dolores experimentado en quebrantos".

No solamente no estás sólo, hay alguien que sufre contigo pero que a la vez puede darte paz y comprensión. Experiméntalas.



Fue un hombre que sufrió el dolor y experimentó mucho sufrimiento... Él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores... (Isaías 53: 3-4)


Jesús está sufriendo en cada cama de hospital. Muchas personas -incluidas las seguidoras de Jesús- se preguntan dónde está Dios cuando sufren. Mientras todo va bien tienen una indiferencia hacia Él que puede medirse en diferentes grados, sin embargo, cuando el dolor o la enfermedad se presentan se alza una actitud de recriminación hacia Dios. Damos por sentado que la salud es nuestro derecho y que nada ni nadie debe tener la osadía de quitárnosla o atentar contra ella. Así que cuando sucede, hay que buscar un culpable y, a menudo, Dios carga con las culpas debido a su aparente inacción en todo este tema del coronavirus.

Me enfrento a escribir estas líneas y no estoy seguro de poder tener la capacidad de expresar lo que siento y creo. El pasaje que hoy he estado leyendo corresponde a la magnífica descripción del siervo sufriente que hace el profeta Isaías. Sin duda, una increíble visión de Jesús hecha con centenares de años de antelación. Jesús, el hombre que sufrió el dolor y cargo con nuestras enfermedades y dolores, está en cada habitación de hospital, en cada sala de duelo, en cada residencia de ancianos donde el pánico se ha apoderado, en cada hogar que ha perdido un ser querido o sufre por la posibilidad de perderlo. Él está allí acompañándonos en nuestro dolor y sufrimiento, experimentándolo como lo hacemos nosotros. Dios, en la persona de Jesús, no está ajeno al dolor -la dimensión física- y al sufrimiento -la dimensión emocional-, lo comparte con nosotros en una dimensión espiritual, mística, que no sé explicar con palabras pero que sé que es cierta. ¿Dónde esta Dios? El mío, sufriendo, compartiendo y solidarizándose con todo aquel que sufre, no en vano es, como dice la versión Reina-Valera: "un varón de dolores experimentado en quebrantos".

No solamente no estás sólo, hay alguien que sufre contigo pero que a la vez puede darte paz y comprensión. Experiméntalas.