Que la gloria del Señor sea eterna, que el Señor se goce en sus obras. (Salmo 104:31)


Este año, una de mis metas (diferente de un propósito, que es tan solo una buena intención o deseo) es vivir en armonía con la creación del Señor, recuperar en la medida en que me sea posible, el mandato de Génesis de ser un mayordomo de lo creado por el Señor. Porque sus obras rebosan belleza, armonía y equilibrio y todo ello solo se ve amenazado por la presencia del ser humano, el gran depredador que se ha propuesto destruir toda la belleza del mundo en su afán de consumir y controlar. Maldita será la tierra por tu culpa, afirmó Dios en Génesis después de que el ser humano consumara su rebelión y rompiera de forma intencional el equilibrio, la armonía y la belleza de lo creado por Dios. Y, cuanto más crece la tecnología humana, más crece su capacidad de destrucción y de arruinar lo creado por el Padre. 

El salmo 104 se desborda explicando la providencia de Dios hacia sus obras. Las cosas vivas e inertes celebran la bondad del Señor y su cuidado amoroso. Nos afirma que Dios se goza, se alegra, tiene satisfacción en su creación. Pienso que parte del proceso de la salvación consiste en volver a restaurar nuestra relación con la creación, convertirnos de nuestro pecado de depredador  en una nueva actitud de mayordomía. La única manera que se me ocurre que puede funcionar es siendo intencional en adecuar mi estilo de vida, mis hábitos de consumo y gasto, a un respeto por la creación. ¿Qué hago con la energía? ¿Qué hago con el agua? ¿Qué hago con los alimentos? ¿En qué gasto mi dinero? ¿Por qué lo gasto? ¿Lo necesito? ¿Cuido mi entorno? ¿Soy higiénico? ¿Respeto la naturaleza? ¿Contamino innecesariamente?








Que la gloria del Señor sea eterna, que el Señor se goce en sus obras. (Salmo 104:31)


Este año, una de mis metas (diferente de un propósito, que es tan solo una buena intención o deseo) es vivir en armonía con la creación del Señor, recuperar en la medida en que me sea posible, el mandato de Génesis de ser un mayordomo de lo creado por el Señor. Porque sus obras rebosan belleza, armonía y equilibrio y todo ello solo se ve amenazado por la presencia del ser humano, el gran depredador que se ha propuesto destruir toda la belleza del mundo en su afán de consumir y controlar. Maldita será la tierra por tu culpa, afirmó Dios en Génesis después de que el ser humano consumara su rebelión y rompiera de forma intencional el equilibrio, la armonía y la belleza de lo creado por Dios. Y, cuanto más crece la tecnología humana, más crece su capacidad de destrucción y de arruinar lo creado por el Padre. 

El salmo 104 se desborda explicando la providencia de Dios hacia sus obras. Las cosas vivas e inertes celebran la bondad del Señor y su cuidado amoroso. Nos afirma que Dios se goza, se alegra, tiene satisfacción en su creación. Pienso que parte del proceso de la salvación consiste en volver a restaurar nuestra relación con la creación, convertirnos de nuestro pecado de depredador  en una nueva actitud de mayordomía. La única manera que se me ocurre que puede funcionar es siendo intencional en adecuar mi estilo de vida, mis hábitos de consumo y gasto, a un respeto por la creación. ¿Qué hago con la energía? ¿Qué hago con el agua? ¿Qué hago con los alimentos? ¿En qué gasto mi dinero? ¿Por qué lo gasto? ¿Lo necesito? ¿Cuido mi entorno? ¿Soy higiénico? ¿Respeto la naturaleza? ¿Contamino innecesariamente?








Que la gloria del Señor sea eterna, que el Señor se goce en sus obras. (Salmo 104:31)


Este año, una de mis metas (diferente de un propósito, que es tan solo una buena intención o deseo) es vivir en armonía con la creación del Señor, recuperar en la medida en que me sea posible, el mandato de Génesis de ser un mayordomo de lo creado por el Señor. Porque sus obras rebosan belleza, armonía y equilibrio y todo ello solo se ve amenazado por la presencia del ser humano, el gran depredador que se ha propuesto destruir toda la belleza del mundo en su afán de consumir y controlar. Maldita será la tierra por tu culpa, afirmó Dios en Génesis después de que el ser humano consumara su rebelión y rompiera de forma intencional el equilibrio, la armonía y la belleza de lo creado por Dios. Y, cuanto más crece la tecnología humana, más crece su capacidad de destrucción y de arruinar lo creado por el Padre. 

El salmo 104 se desborda explicando la providencia de Dios hacia sus obras. Las cosas vivas e inertes celebran la bondad del Señor y su cuidado amoroso. Nos afirma que Dios se goza, se alegra, tiene satisfacción en su creación. Pienso que parte del proceso de la salvación consiste en volver a restaurar nuestra relación con la creación, convertirnos de nuestro pecado de depredador  en una nueva actitud de mayordomía. La única manera que se me ocurre que puede funcionar es siendo intencional en adecuar mi estilo de vida, mis hábitos de consumo y gasto, a un respeto por la creación. ¿Qué hago con la energía? ¿Qué hago con el agua? ¿Qué hago con los alimentos? ¿En qué gasto mi dinero? ¿Por qué lo gasto? ¿Lo necesito? ¿Cuido mi entorno? ¿Soy higiénico? ¿Respeto la naturaleza? ¿Contamino innecesariamente?