57 Cuando ya anochecía, llegó un hombre rico llamado José, natural de Arimatea, que también se había hecho seguidor de Jesús. 58 José fue a ver a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo dieran, 59 y José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana de lino limpia 60 y lo puso en un sepulcro nuevo, de su propiedad, que había hecho cavar en la roca. Después de tapar la entrada del sepulcro con una gran piedra, se fue. 61 Pero María Magdalena y la otra María se quedaron sentadas frente al sepulcro. (Mateo 27:57-61)

Es muy curioso observar qué tipo de personajes aparecen alrededor de Jesús en los últimos momentos de su vida y su muerte. Los discípulos, a excepción de Juan, desaparecen y no sabemos dónde están. Pedro, ya tenemos conocimiento de su negación repetida de conocerlo. Al pie de la cruz tan sólo tenemos a Juan, ya mencionado y mujeres. Dando la cara por el Maestro, identificándose públicamente con Él en el peor de sus momentos, aparece un tal José, de quien hasta ese momento no teníamos noticias y la única información que se nos da es que era una persona de buena posición económica. De nuevo hay mujeres en la tumba cuando Jesús es enterrado y ellas mismas se ocuparon de preparar el cuerpo del Señor.

Mi punto es cuán a a menudo los líderes oficiales, aquellos que ocupamos lugares de responsabilidad y tenemos imagen y proyección pública, no valoramos el trabajo sencillo, callado, dedicado, constante y esencial de nuestros hermanas y hermanas de, llamémosles así, de segunda fila, o de bajo perfil, por ser políticamente más correctos. Sin embargo, este pasaje de la Escritura nos muestra que, precisamente, estos son los que dan la talla, los que están donde se ve de estar, los que asumen los riesgos, los que afrontan el peligro y no dudan en identificarse con Jesús en el momento más triste de su historia y más bajo de su popularidad. No vemos aquí aquellos que se disputaban los mejores lugares en el Reino y que en varias ocasiones discutieron, seguro que acaloradamente, por quién debía ser el mayor entre ellos e incluso echaron mano de sus madres para influir en Jesús.

Así es la vida, así somos los humanos. Esto me lleva a pensar, una vez más, en la importancia de la fidelidad y responsabilidad en las cosas pequeñas, honran igual al Señor que aquellas que producen un gran impacto y Dios valora del mismo modo a aquellos que las hacen. Ya sabemos que las escalas de valores y la forma de evaluar del Señor es muy diferente de la nuestra.


¿Qué muestra de ti la forma en que llevas a cabo las cosas simples, sencillas y pequeñas?