Pueblo mío, escucha mi enseñanza, atended a las palabras de mi boca. (Salmo 78:1-2)


La intencionalidad es la determinación de la voluntad para conseguir un fin. Una buena parte de la vida cristiana, del seguimiento del Maestro es intencional, es proactiva, es decir, nosotros decidimos lo que vamos a hacer o vamos a dejar de hacer. Creo que queda plasmado en el versículo que encabeza esta entrada; Dios habla, pero se me pide a mí (escucha, atiende) la intencionalidad de prestar atención. El Señor me da su Espíritu Santo para que viva en mí, pero se me pide que permita que Él me guíe, dirija, gobierne. Como estos dos ejemplos podríamos encontrar uno tras otro en las Escrituras.

Jesús nos enseñó que Satanás es el padre de todas las mentiras y mentiroso desde el principio. Pienso que se pasa la vida intentando que creamos sus mentiras y vivamos bajo el influjo de las mismas. Tal vez, una de sus mentiras más dañinas y peligrosas es convencernos de que en la vida cristiana las cosas simplemente han de suceder, que no debemos poner ningún esfuerzo de nuestra parte. Incluso ha llegado a inculcarnos la creencia que de hacerlo, de esforzarnos, de ser intencionales, eso carece totalmente de valor y mérito y podemos estar cayendo en el legalismo.

Pablo usa tres figuras para describir la vida cristiana, el soldado, el atleta y el campesino. No es casual que las tres requieren de gran intencionalidad y disciplina para poder conseguir sus propósitos. ¿Cómo podemos seguir pensando pues que nosotros conseguiremos ser semejantes a Jesús sin hacer nada, por arte de magia? Los frutos que obtenemos en nuestra vida cristiana son resultados del paradigma que los genera. No cambiarán los frutos hasta que aquel no cambie. No tendremos crecimiento sin intencionalidad.


 



Pueblo mío, escucha mi enseñanza, atended a las palabras de mi boca. (Salmo 78:1-2)


La intencionalidad es la determinación de la voluntad para conseguir un fin. Una buena parte de la vida cristiana, del seguimiento del Maestro es intencional, es proactiva, es decir, nosotros decidimos lo que vamos a hacer o vamos a dejar de hacer. Creo que queda plasmado en el versículo que encabeza esta entrada; Dios habla, pero se me pide a mí (escucha, atiende) la intencionalidad de prestar atención. El Señor me da su Espíritu Santo para que viva en mí, pero se me pide que permita que Él me guíe, dirija, gobierne. Como estos dos ejemplos podríamos encontrar uno tras otro en las Escrituras.

Jesús nos enseñó que Satanás es el padre de todas las mentiras y mentiroso desde el principio. Pienso que se pasa la vida intentando que creamos sus mentiras y vivamos bajo el influjo de las mismas. Tal vez, una de sus mentiras más dañinas y peligrosas es convencernos de que en la vida cristiana las cosas simplemente han de suceder, que no debemos poner ningún esfuerzo de nuestra parte. Incluso ha llegado a inculcarnos la creencia que de hacerlo, de esforzarnos, de ser intencionales, eso carece totalmente de valor y mérito y podemos estar cayendo en el legalismo.

Pablo usa tres figuras para describir la vida cristiana, el soldado, el atleta y el campesino. No es casual que las tres requieren de gran intencionalidad y disciplina para poder conseguir sus propósitos. ¿Cómo podemos seguir pensando pues que nosotros conseguiremos ser semejantes a Jesús sin hacer nada, por arte de magia? Los frutos que obtenemos en nuestra vida cristiana son resultados del paradigma que los genera. No cambiarán los frutos hasta que aquel no cambie. No tendremos crecimiento sin intencionalidad.


 



Pueblo mío, escucha mi enseñanza, atended a las palabras de mi boca. (Salmo 78:1-2)


La intencionalidad es la determinación de la voluntad para conseguir un fin. Una buena parte de la vida cristiana, del seguimiento del Maestro es intencional, es proactiva, es decir, nosotros decidimos lo que vamos a hacer o vamos a dejar de hacer. Creo que queda plasmado en el versículo que encabeza esta entrada; Dios habla, pero se me pide a mí (escucha, atiende) la intencionalidad de prestar atención. El Señor me da su Espíritu Santo para que viva en mí, pero se me pide que permita que Él me guíe, dirija, gobierne. Como estos dos ejemplos podríamos encontrar uno tras otro en las Escrituras.

Jesús nos enseñó que Satanás es el padre de todas las mentiras y mentiroso desde el principio. Pienso que se pasa la vida intentando que creamos sus mentiras y vivamos bajo el influjo de las mismas. Tal vez, una de sus mentiras más dañinas y peligrosas es convencernos de que en la vida cristiana las cosas simplemente han de suceder, que no debemos poner ningún esfuerzo de nuestra parte. Incluso ha llegado a inculcarnos la creencia que de hacerlo, de esforzarnos, de ser intencionales, eso carece totalmente de valor y mérito y podemos estar cayendo en el legalismo.

Pablo usa tres figuras para describir la vida cristiana, el soldado, el atleta y el campesino. No es casual que las tres requieren de gran intencionalidad y disciplina para poder conseguir sus propósitos. ¿Cómo podemos seguir pensando pues que nosotros conseguiremos ser semejantes a Jesús sin hacer nada, por arte de magia? Los frutos que obtenemos en nuestra vida cristiana son resultados del paradigma que los genera. No cambiarán los frutos hasta que aquel no cambie. No tendremos crecimiento sin intencionalidad.


 



Pueblo mío, escucha mi enseñanza, atended a las palabras de mi boca. (Salmo 78:1-2)


La intencionalidad es la determinación de la voluntad para conseguir un fin. Una buena parte de la vida cristiana, del seguimiento del Maestro es intencional, es proactiva, es decir, nosotros decidimos lo que vamos a hacer o vamos a dejar de hacer. Creo que queda plasmado en el versículo que encabeza esta entrada; Dios habla, pero se me pide a mí (escucha, atiende) la intencionalidad de prestar atención. El Señor me da su Espíritu Santo para que viva en mí, pero se me pide que permita que Él me guíe, dirija, gobierne. Como estos dos ejemplos podríamos encontrar uno tras otro en las Escrituras.

Jesús nos enseñó que Satanás es el padre de todas las mentiras y mentiroso desde el principio. Pienso que se pasa la vida intentando que creamos sus mentiras y vivamos bajo el influjo de las mismas. Tal vez, una de sus mentiras más dañinas y peligrosas es convencernos de que en la vida cristiana las cosas simplemente han de suceder, que no debemos poner ningún esfuerzo de nuestra parte. Incluso ha llegado a inculcarnos la creencia que de hacerlo, de esforzarnos, de ser intencionales, eso carece totalmente de valor y mérito y podemos estar cayendo en el legalismo.

Pablo usa tres figuras para describir la vida cristiana, el soldado, el atleta y el campesino. No es casual que las tres requieren de gran intencionalidad y disciplina para poder conseguir sus propósitos. ¿Cómo podemos seguir pensando pues que nosotros conseguiremos ser semejantes a Jesús sin hacer nada, por arte de magia? Los frutos que obtenemos en nuestra vida cristiana son resultados del paradigma que los genera. No cambiarán los frutos hasta que aquel no cambie. No tendremos crecimiento sin intencionalidad.