Porque a quienes Dios conoció de antemano, los destinó también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, que había de ser el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29)

Fuimos creados a su imagen, pero está se vio distorsionada por el pecado. No comprendemos en su totalidad el significado de ser imagen de Dios, pero cuando miramos a Jesús entendemos con mayor claridad el tipo de ser humano que pudimos ser y que ahora podemos ser, uno que refleja la imagen del Creador.

Pablo escribiendo a los romanos nos indica que hemos sido salvados, precisamente, para que Jesús sea formado en nosotros. El trabajo redentor de Cristo pasa por restaurar en nosotros esa imagen de Dios que el pecado desdibujó. Porque el seguimiento de Jesús es el proceso mediante el cual nos vamos volviendo más y más semejantes a Él. Es ese proceso que nos convierte, por decirlo de alguna manera, en pequeños Jesuses, personas que en nuestras vidas reflejamos la manera de pensar y vivir de Jesús quien, como señala la Escritura, es la imagen visible del Dios invisible. 

Pablo enfatiza esta idea de ser como Jesús en varias de sus epístolas, lo hace escribiendo a los romanos como ya hemos visto, a los gáltas en 4:19, a los Efesios en 4:11-13; a los coloseneses en 1:28-29. Juan, el apóstol amado, indica que, todavía no, pero un día seremos semejantes a Él.

La madurez en la vida cristiana no se mide en términos de cuánto se acerca de Dios, sino cuánto reflejo su imagen. 




Porque a quienes Dios conoció de antemano, los destinó también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, que había de ser el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29)

Fuimos creados a su imagen, pero está se vio distorsionada por el pecado. No comprendemos en su totalidad el significado de ser imagen de Dios, pero cuando miramos a Jesús entendemos con mayor claridad el tipo de ser humano que pudimos ser y que ahora podemos ser, uno que refleja la imagen del Creador.

Pablo escribiendo a los romanos nos indica que hemos sido salvados, precisamente, para que Jesús sea formado en nosotros. El trabajo redentor de Cristo pasa por restaurar en nosotros esa imagen de Dios que el pecado desdibujó. Porque el seguimiento de Jesús es el proceso mediante el cual nos vamos volviendo más y más semejantes a Él. Es ese proceso que nos convierte, por decirlo de alguna manera, en pequeños Jesuses, personas que en nuestras vidas reflejamos la manera de pensar y vivir de Jesús quien, como señala la Escritura, es la imagen visible del Dios invisible. 

Pablo enfatiza esta idea de ser como Jesús en varias de sus epístolas, lo hace escribiendo a los romanos como ya hemos visto, a los gáltas en 4:19, a los Efesios en 4:11-13; a los coloseneses en 1:28-29. Juan, el apóstol amado, indica que, todavía no, pero un día seremos semejantes a Él.

La madurez en la vida cristiana no se mide en términos de cuánto se acerca de Dios, sino cuánto reflejo su imagen. 




Porque a quienes Dios conoció de antemano, los destinó también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, que había de ser el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29)

Fuimos creados a su imagen, pero está se vio distorsionada por el pecado. No comprendemos en su totalidad el significado de ser imagen de Dios, pero cuando miramos a Jesús entendemos con mayor claridad el tipo de ser humano que pudimos ser y que ahora podemos ser, uno que refleja la imagen del Creador.

Pablo escribiendo a los romanos nos indica que hemos sido salvados, precisamente, para que Jesús sea formado en nosotros. El trabajo redentor de Cristo pasa por restaurar en nosotros esa imagen de Dios que el pecado desdibujó. Porque el seguimiento de Jesús es el proceso mediante el cual nos vamos volviendo más y más semejantes a Él. Es ese proceso que nos convierte, por decirlo de alguna manera, en pequeños Jesuses, personas que en nuestras vidas reflejamos la manera de pensar y vivir de Jesús quien, como señala la Escritura, es la imagen visible del Dios invisible. 

Pablo enfatiza esta idea de ser como Jesús en varias de sus epístolas, lo hace escribiendo a los romanos como ya hemos visto, a los gáltas en 4:19, a los Efesios en 4:11-13; a los coloseneses en 1:28-29. Juan, el apóstol amado, indica que, todavía no, pero un día seremos semejantes a Él.

La madurez en la vida cristiana no se mide en términos de cuánto se acerca de Dios, sino cuánto reflejo su imagen. 




Porque a quienes Dios conoció de antemano, los destinó también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, que había de ser el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29)

Fuimos creados a su imagen, pero está se vio distorsionada por el pecado. No comprendemos en su totalidad el significado de ser imagen de Dios, pero cuando miramos a Jesús entendemos con mayor claridad el tipo de ser humano que pudimos ser y que ahora podemos ser, uno que refleja la imagen del Creador.

Pablo escribiendo a los romanos nos indica que hemos sido salvados, precisamente, para que Jesús sea formado en nosotros. El trabajo redentor de Cristo pasa por restaurar en nosotros esa imagen de Dios que el pecado desdibujó. Porque el seguimiento de Jesús es el proceso mediante el cual nos vamos volviendo más y más semejantes a Él. Es ese proceso que nos convierte, por decirlo de alguna manera, en pequeños Jesuses, personas que en nuestras vidas reflejamos la manera de pensar y vivir de Jesús quien, como señala la Escritura, es la imagen visible del Dios invisible. 

Pablo enfatiza esta idea de ser como Jesús en varias de sus epístolas, lo hace escribiendo a los romanos como ya hemos visto, a los gáltas en 4:19, a los Efesios en 4:11-13; a los coloseneses en 1:28-29. Juan, el apóstol amado, indica que, todavía no, pero un día seremos semejantes a Él.

La madurez en la vida cristiana no se mide en términos de cuánto se acerca de Dios, sino cuánto reflejo su imagen.