¿Ignoráis acaso que sois templo de Dios y morada del Espíritu divino? (1 Corintios 3:16)

Para mí hay tres grandes cambios que Jesús introdujo: Se acabaron las castas sacerdotales o pastorales ya que todos somos sacerdotes. Finalizó la distinción entre lo sagrado y profano ya que con la encarnación Jesús convirtió en sagrada todas las dimensiones de la experiencia humana. Finalmente, ya no hay lugares especiales a los que haya que asistir para encontrarse con Dios, nosotros somos el templo en el que Él habita.

A pesar de esos tremendos cambios de paradigma que el Maestro introdujo, sus seguidores, poco a poco, unas confesiones en mayor medida que otras, los hemos ido erradicando y fortaleciendo el viejo modelo de sacerdotes, templos y una estricta división entre la vida profana y la sagrada. Hemos de felicitarnos, Jesús vino para liberarnos y nos hemos vuelto, gustosamente, a encadenar al viejo orden.

Hoy quiero hacer énfasis en la realidad de que soy templo del Espíritu Santo, 24/7 vive en mí y cuáles son las implicaciones que veo. Primera, al vivir en mí, toda mi vida, toda mis actividades se llevan a cabo en su presencia, por decirlo de alguna manera, en el lugar santísimo. Consecuentemente debo de pensar lo que es y lo que nos aceptable hacer en la presencia del Señor.

Segunda, no debo considerar sagrado o especial ningún espacio físico, porque no lo es. Siempre me ha producido dolor de barriga cuando en un espacio donde los seguidores de Jesús nos reunimos alguien dice que: estamos aquí en tu casa, Señor. No, no se trata únicamente de una frase hecha; es toda una peligrosa manera de entender la relación con el Padre y que aquello que se hace allí es especial.

Finalmente, aunque haya otras implicaciones, el cuidado del templo. Si lo soy debo de cuidarlo, lo cual implica que he de vigilar mi sueño, mi alimentación, mi ejercicio, lo que consumo o dejo de consumir, los productos que llegan a mi mente y un largo etcétera que cada uno puede pensar.

Jesús echó fuera del templo a los comerciantes. Si actuara en tu templo ¿Qué echaría fuera?


 



¿Ignoráis acaso que sois templo de Dios y morada del Espíritu divino? (1 Corintios 3:16)

Para mí hay tres grandes cambios que Jesús introdujo: Se acabaron las castas sacerdotales o pastorales ya que todos somos sacerdotes. Finalizó la distinción entre lo sagrado y profano ya que con la encarnación Jesús convirtió en sagrada todas las dimensiones de la experiencia humana. Finalmente, ya no hay lugares especiales a los que haya que asistir para encontrarse con Dios, nosotros somos el templo en el que Él habita.

A pesar de esos tremendos cambios de paradigma que el Maestro introdujo, sus seguidores, poco a poco, unas confesiones en mayor medida que otras, los hemos ido erradicando y fortaleciendo el viejo modelo de sacerdotes, templos y una estricta división entre la vida profana y la sagrada. Hemos de felicitarnos, Jesús vino para liberarnos y nos hemos vuelto, gustosamente, a encadenar al viejo orden.

Hoy quiero hacer énfasis en la realidad de que soy templo del Espíritu Santo, 24/7 vive en mí y cuáles son las implicaciones que veo. Primera, al vivir en mí, toda mi vida, toda mis actividades se llevan a cabo en su presencia, por decirlo de alguna manera, en el lugar santísimo. Consecuentemente debo de pensar lo que es y lo que nos aceptable hacer en la presencia del Señor.

Segunda, no debo considerar sagrado o especial ningún espacio físico, porque no lo es. Siempre me ha producido dolor de barriga cuando en un espacio donde los seguidores de Jesús nos reunimos alguien dice que: estamos aquí en tu casa, Señor. No, no se trata únicamente de una frase hecha; es toda una peligrosa manera de entender la relación con el Padre y que aquello que se hace allí es especial.

Finalmente, aunque haya otras implicaciones, el cuidado del templo. Si lo soy debo de cuidarlo, lo cual implica que he de vigilar mi sueño, mi alimentación, mi ejercicio, lo que consumo o dejo de consumir, los productos que llegan a mi mente y un largo etcétera que cada uno puede pensar.

Jesús echó fuera del templo a los comerciantes. Si actuara en tu templo ¿Qué echaría fuera?


 



¿Ignoráis acaso que sois templo de Dios y morada del Espíritu divino? (1 Corintios 3:16)

Para mí hay tres grandes cambios que Jesús introdujo: Se acabaron las castas sacerdotales o pastorales ya que todos somos sacerdotes. Finalizó la distinción entre lo sagrado y profano ya que con la encarnación Jesús convirtió en sagrada todas las dimensiones de la experiencia humana. Finalmente, ya no hay lugares especiales a los que haya que asistir para encontrarse con Dios, nosotros somos el templo en el que Él habita.

A pesar de esos tremendos cambios de paradigma que el Maestro introdujo, sus seguidores, poco a poco, unas confesiones en mayor medida que otras, los hemos ido erradicando y fortaleciendo el viejo modelo de sacerdotes, templos y una estricta división entre la vida profana y la sagrada. Hemos de felicitarnos, Jesús vino para liberarnos y nos hemos vuelto, gustosamente, a encadenar al viejo orden.

Hoy quiero hacer énfasis en la realidad de que soy templo del Espíritu Santo, 24/7 vive en mí y cuáles son las implicaciones que veo. Primera, al vivir en mí, toda mi vida, toda mis actividades se llevan a cabo en su presencia, por decirlo de alguna manera, en el lugar santísimo. Consecuentemente debo de pensar lo que es y lo que nos aceptable hacer en la presencia del Señor.

Segunda, no debo considerar sagrado o especial ningún espacio físico, porque no lo es. Siempre me ha producido dolor de barriga cuando en un espacio donde los seguidores de Jesús nos reunimos alguien dice que: estamos aquí en tu casa, Señor. No, no se trata únicamente de una frase hecha; es toda una peligrosa manera de entender la relación con el Padre y que aquello que se hace allí es especial.

Finalmente, aunque haya otras implicaciones, el cuidado del templo. Si lo soy debo de cuidarlo, lo cual implica que he de vigilar mi sueño, mi alimentación, mi ejercicio, lo que consumo o dejo de consumir, los productos que llegan a mi mente y un largo etcétera que cada uno puede pensar.

Jesús echó fuera del templo a los comerciantes. Si actuara en tu templo ¿Qué echaría fuera?