Jesús lo increpó, diciéndole: ¡Cállate y sal de él! Y el demonio, tirándolo al suelo delante de todos, salió de él sin hacerle ningún daño. (Lucas 4:35-36)

Lucas, el escritor de este evangelio, era médico y nos habla de que no era una persona con problemas de salud mental -cosa que indica en otras situaciones- sino alguien con un serio problema espiritual. A pesar de lo que nuestro orgullo intelectual nos puede llevar a pensar, las personas de la antigüedad no eran tontas ni atribuían, como vulgarmente creemos, a causas sobrenaturales todo aquello que no entendían. Contrariamente, sabían que existían una dimensión espiritual y que esta, con frecuencia, se entremezclaba con la natural como este es el caso.

Lo más notable de este encuentro con Jesús es la liberación que se produjo en aquella persona. Y, precisamente, esta es la enseñanza que rescato de este pasaje ¡Liberación! Un encuentro con el Maestro nos libera en varias dimensiones, sin embargo, yo quiero mencionar únicamente dos: las mentiras y el pecado. 

Hablemos de las mentiras. Juan, en el capítulo 8 versículos 30 y siguientes aborda el tema de las mentiras y afirma varias cosas: Satanás es mentiroso desde el principio (recordemos Génesis 3), es el padre de todas las mentiras y cuando miente, es simplemente una expresión de su naturaleza. El encuentro con Jesús nos libera de todas las mentiras.

Me refiero a todas esas mentiras que llevamos años creyéndonos. Mentiras acerca de nuestra identidad, nuestra dignidad, nuestro valor como personas, nuestra capacidad, la percepción que el Señor tiene de nosotros, nuestra carencia de la posibilidad de ser amados y aceptados. Nuestra necesidad de alcanzar un cierto desempeño para que Dios nos ame. Su continúo desagrado con nosotros por nuestra falta de coherencia. Mentiras que vienen desde nuestra infancia, dichas por nuestros padres, nuestro entorno. Mentiras dichas por la religión. Mentiras dichas por la sociedad. Mentiras, en fin, que nos han esclavizado. Jesús nos hace libres de todas ellas al afirmar: Tú eres mi hijo amado en quien me complazco.

¿De qué mentiras necesitas ser liberado?









 



Jesús lo increpó, diciéndole: ¡Cállate y sal de él! Y el demonio, tirándolo al suelo delante de todos, salió de él sin hacerle ningún daño. (Lucas 4:35-36)

Lucas, el escritor de este evangelio, era médico y nos habla de que no era una persona con problemas de salud mental -cosa que indica en otras situaciones- sino alguien con un serio problema espiritual. A pesar de lo que nuestro orgullo intelectual nos puede llevar a pensar, las personas de la antigüedad no eran tontas ni atribuían, como vulgarmente creemos, a causas sobrenaturales todo aquello que no entendían. Contrariamente, sabían que existían una dimensión espiritual y que esta, con frecuencia, se entremezclaba con la natural como este es el caso.

Lo más notable de este encuentro con Jesús es la liberación que se produjo en aquella persona. Y, precisamente, esta es la enseñanza que rescato de este pasaje ¡Liberación! Un encuentro con el Maestro nos libera en varias dimensiones, sin embargo, yo quiero mencionar únicamente dos: las mentiras y el pecado. 

Hablemos de las mentiras. Juan, en el capítulo 8 versículos 30 y siguientes aborda el tema de las mentiras y afirma varias cosas: Satanás es mentiroso desde el principio (recordemos Génesis 3), es el padre de todas las mentiras y cuando miente, es simplemente una expresión de su naturaleza. El encuentro con Jesús nos libera de todas las mentiras.

Me refiero a todas esas mentiras que llevamos años creyéndonos. Mentiras acerca de nuestra identidad, nuestra dignidad, nuestro valor como personas, nuestra capacidad, la percepción que el Señor tiene de nosotros, nuestra carencia de la posibilidad de ser amados y aceptados. Nuestra necesidad de alcanzar un cierto desempeño para que Dios nos ame. Su continúo desagrado con nosotros por nuestra falta de coherencia. Mentiras que vienen desde nuestra infancia, dichas por nuestros padres, nuestro entorno. Mentiras dichas por la religión. Mentiras dichas por la sociedad. Mentiras, en fin, que nos han esclavizado. Jesús nos hace libres de todas ellas al afirmar: Tú eres mi hijo amado en quien me complazco.

¿De qué mentiras necesitas ser liberado?









 



Jesús lo increpó, diciéndole: ¡Cállate y sal de él! Y el demonio, tirándolo al suelo delante de todos, salió de él sin hacerle ningún daño. (Lucas 4:35-36)

Lucas, el escritor de este evangelio, era médico y nos habla de que no era una persona con problemas de salud mental -cosa que indica en otras situaciones- sino alguien con un serio problema espiritual. A pesar de lo que nuestro orgullo intelectual nos puede llevar a pensar, las personas de la antigüedad no eran tontas ni atribuían, como vulgarmente creemos, a causas sobrenaturales todo aquello que no entendían. Contrariamente, sabían que existían una dimensión espiritual y que esta, con frecuencia, se entremezclaba con la natural como este es el caso.

Lo más notable de este encuentro con Jesús es la liberación que se produjo en aquella persona. Y, precisamente, esta es la enseñanza que rescato de este pasaje ¡Liberación! Un encuentro con el Maestro nos libera en varias dimensiones, sin embargo, yo quiero mencionar únicamente dos: las mentiras y el pecado. 

Hablemos de las mentiras. Juan, en el capítulo 8 versículos 30 y siguientes aborda el tema de las mentiras y afirma varias cosas: Satanás es mentiroso desde el principio (recordemos Génesis 3), es el padre de todas las mentiras y cuando miente, es simplemente una expresión de su naturaleza. El encuentro con Jesús nos libera de todas las mentiras.

Me refiero a todas esas mentiras que llevamos años creyéndonos. Mentiras acerca de nuestra identidad, nuestra dignidad, nuestro valor como personas, nuestra capacidad, la percepción que el Señor tiene de nosotros, nuestra carencia de la posibilidad de ser amados y aceptados. Nuestra necesidad de alcanzar un cierto desempeño para que Dios nos ame. Su continúo desagrado con nosotros por nuestra falta de coherencia. Mentiras que vienen desde nuestra infancia, dichas por nuestros padres, nuestro entorno. Mentiras dichas por la religión. Mentiras dichas por la sociedad. Mentiras, en fin, que nos han esclavizado. Jesús nos hace libres de todas ellas al afirmar: Tú eres mi hijo amado en quien me complazco.

¿De qué mentiras necesitas ser liberado?