Jesús, viendo la fe de quienes lo llevaban, dijo al paralítico: -Hijo, tus pecados quedan perdonados... Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa. Y él se levantó, recogió al punto su camilla y se fue en presencia de todos. (Marcos 2:1-12)


Este es uno de los episodios más conocidos del evangelio. Recuerdo haberlo aprendido cuando era un niño en la escuela dominical (hace muchos años; estamos hablando de cuando los dinosaurios todavía campaban a sus anchas por loa tierra). Pero si vemos bien el texto notaremos que los auténticos protagonistas de este encuentro con Jesús fueron los amigos de la persona impedida físicamente.

Jesús reconoce públicamente la fe que aquellas personas tenían en Él. ¿Has notado que no se nos habla para nada de la fe del paralítico? El Maestro perdona los pecados -restauración espiritual- en respuesta a esa confianza que habían depositado en Él. Posteriormente, y como consecuencia de la polémica con los doctores de la ley, es curado de su parálisis -restauración física-. Pero nada de esto hubiera sucedido sin la intencionalidad de aquellos hombres de ayudar a un amigo que por sí solo no podría haberse acercado al Maestro y, una vez allá, salvando los obstáculos que impedían un cara a cara con Él.

Rescato varias cosas de este encuentro. La primera, hay personas que precisan que otros hagan el esfuerzo de llevarlos a un encuentro con el Maestro; ellos, por sí mismos no podrán hacerlo, alguien tiene que echarles una mano y, si los amamos, tal vez debamos ser nosotros. La segunda, hay personas que recibirán bendición de parte de Dios, no por su fe, sino por la nuestra, que será honrada por el Señor cuando los presentemos ante su presencia.

Esto nos plantea retos: ¿Quién hay a tu alrededor que precisa tu ayuda para acercarse al Maestro? ¿Qué debes hacer? ¿Cuándo lo harás?

 



Jesús, viendo la fe de quienes lo llevaban, dijo al paralítico: -Hijo, tus pecados quedan perdonados... Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa. Y él se levantó, recogió al punto su camilla y se fue en presencia de todos. (Marcos 2:1-12)


Este es uno de los episodios más conocidos del evangelio. Recuerdo haberlo aprendido cuando era un niño en la escuela dominical (hace muchos años; estamos hablando de cuando los dinosaurios todavía campaban a sus anchas por loa tierra). Pero si vemos bien el texto notaremos que los auténticos protagonistas de este encuentro con Jesús fueron los amigos de la persona impedida físicamente.

Jesús reconoce públicamente la fe que aquellas personas tenían en Él. ¿Has notado que no se nos habla para nada de la fe del paralítico? El Maestro perdona los pecados -restauración espiritual- en respuesta a esa confianza que habían depositado en Él. Posteriormente, y como consecuencia de la polémica con los doctores de la ley, es curado de su parálisis -restauración física-. Pero nada de esto hubiera sucedido sin la intencionalidad de aquellos hombres de ayudar a un amigo que por sí solo no podría haberse acercado al Maestro y, una vez allá, salvando los obstáculos que impedían un cara a cara con Él.

Rescato varias cosas de este encuentro. La primera, hay personas que precisan que otros hagan el esfuerzo de llevarlos a un encuentro con el Maestro; ellos, por sí mismos no podrán hacerlo, alguien tiene que echarles una mano y, si los amamos, tal vez debamos ser nosotros. La segunda, hay personas que recibirán bendición de parte de Dios, no por su fe, sino por la nuestra, que será honrada por el Señor cuando los presentemos ante su presencia.

Esto nos plantea retos: ¿Quién hay a tu alrededor que precisa tu ayuda para acercarse al Maestro? ¿Qué debes hacer? ¿Cuándo lo harás?

 



Jesús, viendo la fe de quienes lo llevaban, dijo al paralítico: -Hijo, tus pecados quedan perdonados... Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa. Y él se levantó, recogió al punto su camilla y se fue en presencia de todos. (Marcos 2:1-12)


Este es uno de los episodios más conocidos del evangelio. Recuerdo haberlo aprendido cuando era un niño en la escuela dominical (hace muchos años; estamos hablando de cuando los dinosaurios todavía campaban a sus anchas por loa tierra). Pero si vemos bien el texto notaremos que los auténticos protagonistas de este encuentro con Jesús fueron los amigos de la persona impedida físicamente.

Jesús reconoce públicamente la fe que aquellas personas tenían en Él. ¿Has notado que no se nos habla para nada de la fe del paralítico? El Maestro perdona los pecados -restauración espiritual- en respuesta a esa confianza que habían depositado en Él. Posteriormente, y como consecuencia de la polémica con los doctores de la ley, es curado de su parálisis -restauración física-. Pero nada de esto hubiera sucedido sin la intencionalidad de aquellos hombres de ayudar a un amigo que por sí solo no podría haberse acercado al Maestro y, una vez allá, salvando los obstáculos que impedían un cara a cara con Él.

Rescato varias cosas de este encuentro. La primera, hay personas que precisan que otros hagan el esfuerzo de llevarlos a un encuentro con el Maestro; ellos, por sí mismos no podrán hacerlo, alguien tiene que echarles una mano y, si los amamos, tal vez debamos ser nosotros. La segunda, hay personas que recibirán bendición de parte de Dios, no por su fe, sino por la nuestra, que será honrada por el Señor cuando los presentemos ante su presencia.

Esto nos plantea retos: ¿Quién hay a tu alrededor que precisa tu ayuda para acercarse al Maestro? ¿Qué debes hacer? ¿Cuándo lo harás?