Dime si te agrada lo que pienso y lo que siento. (Salmo 26:2)

La mejor medicina es la preventiva. En muchas ocasiones esta tiene que ver con nuestros hábitos de vida. Por tanto, intervenir sobre los mismos puede evitarnos serios problemas de salud. Pero, justamente en eso radica el problema; nos implica cambio en nuestra forma de vivir y, aunque parezca mentira, preferimos la pastilla mágica o incluso la cirugía invasiva antes que intervenir nuestros patrones de comportamiento ¡Así somos!.

Creo que sucede lo mismo con nuestra vida emocional, intelectual y espiritual. Es mejor prevenir que curar, mucho más barato y mucho más gratificante. En ocasiones, como nos indica el salmista, consiste tan solo en introducir pequeños hábitos que pagan grandes dividendos. David nos dice que desarrollemos la costumbre de, con cierta frecuencia, pues la frecuencia lo es todo, traer ante Dios nuestros pensamientos y sentimientos, dejar que Él los pueda analizar y nos de retroalimentación sobre ellos. Una retroalimentación que, en ocasiones, nos llevará a introducir cambios y, por tanto, enfrentar situaciones que, de no hacerlo, podrían degenerar en serios problemas emocionales, intelectuales y espirituales.

¿Con cuánta frecuencia practicas este tipo de medicina preventiva? ¿Cómo puedes introducirla, cómo puedes mejorarla?

 


Dime si te agrada lo que pienso y lo que siento. (Salmo 26:2)

La mejor medicina es la preventiva. En muchas ocasiones esta tiene que ver con nuestros hábitos de vida. Por tanto, intervenir sobre los mismos puede evitarnos serios problemas de salud. Pero, justamente en eso radica el problema; nos implica cambio en nuestra forma de vivir y, aunque parezca mentira, preferimos la pastilla mágica o incluso la cirugía invasiva antes que intervenir nuestros patrones de comportamiento ¡Así somos!.

Creo que sucede lo mismo con nuestra vida emocional, intelectual y espiritual. Es mejor prevenir que curar, mucho más barato y mucho más gratificante. En ocasiones, como nos indica el salmista, consiste tan solo en introducir pequeños hábitos que pagan grandes dividendos. David nos dice que desarrollemos la costumbre de, con cierta frecuencia, pues la frecuencia lo es todo, traer ante Dios nuestros pensamientos y sentimientos, dejar que Él los pueda analizar y nos de retroalimentación sobre ellos. Una retroalimentación que, en ocasiones, nos llevará a introducir cambios y, por tanto, enfrentar situaciones que, de no hacerlo, podrían degenerar en serios problemas emocionales, intelectuales y espirituales.

¿Con cuánta frecuencia practicas este tipo de medicina preventiva? ¿Cómo puedes introducirla, cómo puedes mejorarla?

 


Dime si te agrada lo que pienso y lo que siento. (Salmo 26:2)

La mejor medicina es la preventiva. En muchas ocasiones esta tiene que ver con nuestros hábitos de vida. Por tanto, intervenir sobre los mismos puede evitarnos serios problemas de salud. Pero, justamente en eso radica el problema; nos implica cambio en nuestra forma de vivir y, aunque parezca mentira, preferimos la pastilla mágica o incluso la cirugía invasiva antes que intervenir nuestros patrones de comportamiento ¡Así somos!.

Creo que sucede lo mismo con nuestra vida emocional, intelectual y espiritual. Es mejor prevenir que curar, mucho más barato y mucho más gratificante. En ocasiones, como nos indica el salmista, consiste tan solo en introducir pequeños hábitos que pagan grandes dividendos. David nos dice que desarrollemos la costumbre de, con cierta frecuencia, pues la frecuencia lo es todo, traer ante Dios nuestros pensamientos y sentimientos, dejar que Él los pueda analizar y nos de retroalimentación sobre ellos. Una retroalimentación que, en ocasiones, nos llevará a introducir cambios y, por tanto, enfrentar situaciones que, de no hacerlo, podrían degenerar en serios problemas emocionales, intelectuales y espirituales.

¿Con cuánta frecuencia practicas este tipo de medicina preventiva? ¿Cómo puedes introducirla, cómo puedes mejorarla?