Pues Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. (Salmo 103:14)

Muchos de nosotros tal vez hemos crecido sometidos a un amor condicional. Un amor que estaba vinculado a nuestro desempeño, comportamiento o cubrir las expectativas de nuestros progenitores. El amor era utilizado como una herramienta de presión o manipulación que se nos otorgaba o retiraba a conveniencia para regular nuestro comportamiento. Un chantaje sutil pero chantaje al fin y al cabo. Otros tal vez hemos crecido carentes de amor, y esta carencia ha generado en nosotros inseguridad, incluso el pensamiento de que algo malo debe haber en nosotros y que, por eso, no merecíamos el ser amados. En ambos casos hemos crecido inseguros en cuanto al amor, ansiosos por cumplir las expectativas del exterior para que nos otorguen ese amor condicional.

Puede ser una tendencia natural proyectar hacia Dios nuestra historia de vida. A menudo, de una manera total y absolutamente inconsciente, pero no por eso menos real y poderosa en modular nuestra relación con el Señor. Creemos que nuestro Padre en los cielos es igual o peor que nuestros progenitores en la tierra. Pensamos que su amor hacia nosotros estará condicionado al tipo de conducta que llevemos y que nos será otorgado o retirado si no damos la talla y no cumplimos las expectativas de un Dios que las tiene mucho más altas y es mucho más exigente que lo fueron nuestros padres. Viviremos con el miedo y la ansiedad de que cuando por fin habíamos conocido el amor lo podamos perder por no estar a la altura.

A pesar del riesgo de que los "defensores de Dios" salgan al ataque quiero afirmar que el Padre no tiene ninguna expectativa de nosotros pues, como dice el salmista, conoce bien nuestra condición y sabe que somos polvo. Nada se puede esperar del polvo. La Biblia afirma una y otra vez que cuando éramos enemigos suyos, destinados a la condenación nos amó y se entregó por nosotros. Pablo afirma ¿Cómo no nos dará ahora todas las cosas? Juan afirma que aquel que tiene miedo de Dios es que no ha entendido su amor, no ha entendido nada de su carácter. La obediencia que no nace del amor y la gratitud no tiene sentido ni honra a Dios. 









 



Pues Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. (Salmo 103:14)

Muchos de nosotros tal vez hemos crecido sometidos a un amor condicional. Un amor que estaba vinculado a nuestro desempeño, comportamiento o cubrir las expectativas de nuestros progenitores. El amor era utilizado como una herramienta de presión o manipulación que se nos otorgaba o retiraba a conveniencia para regular nuestro comportamiento. Un chantaje sutil pero chantaje al fin y al cabo. Otros tal vez hemos crecido carentes de amor, y esta carencia ha generado en nosotros inseguridad, incluso el pensamiento de que algo malo debe haber en nosotros y que, por eso, no merecíamos el ser amados. En ambos casos hemos crecido inseguros en cuanto al amor, ansiosos por cumplir las expectativas del exterior para que nos otorguen ese amor condicional.

Puede ser una tendencia natural proyectar hacia Dios nuestra historia de vida. A menudo, de una manera total y absolutamente inconsciente, pero no por eso menos real y poderosa en modular nuestra relación con el Señor. Creemos que nuestro Padre en los cielos es igual o peor que nuestros progenitores en la tierra. Pensamos que su amor hacia nosotros estará condicionado al tipo de conducta que llevemos y que nos será otorgado o retirado si no damos la talla y no cumplimos las expectativas de un Dios que las tiene mucho más altas y es mucho más exigente que lo fueron nuestros padres. Viviremos con el miedo y la ansiedad de que cuando por fin habíamos conocido el amor lo podamos perder por no estar a la altura.

A pesar del riesgo de que los "defensores de Dios" salgan al ataque quiero afirmar que el Padre no tiene ninguna expectativa de nosotros pues, como dice el salmista, conoce bien nuestra condición y sabe que somos polvo. Nada se puede esperar del polvo. La Biblia afirma una y otra vez que cuando éramos enemigos suyos, destinados a la condenación nos amó y se entregó por nosotros. Pablo afirma ¿Cómo no nos dará ahora todas las cosas? Juan afirma que aquel que tiene miedo de Dios es que no ha entendido su amor, no ha entendido nada de su carácter. La obediencia que no nace del amor y la gratitud no tiene sentido ni honra a Dios. 









 



Pues Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. (Salmo 103:14)

Muchos de nosotros tal vez hemos crecido sometidos a un amor condicional. Un amor que estaba vinculado a nuestro desempeño, comportamiento o cubrir las expectativas de nuestros progenitores. El amor era utilizado como una herramienta de presión o manipulación que se nos otorgaba o retiraba a conveniencia para regular nuestro comportamiento. Un chantaje sutil pero chantaje al fin y al cabo. Otros tal vez hemos crecido carentes de amor, y esta carencia ha generado en nosotros inseguridad, incluso el pensamiento de que algo malo debe haber en nosotros y que, por eso, no merecíamos el ser amados. En ambos casos hemos crecido inseguros en cuanto al amor, ansiosos por cumplir las expectativas del exterior para que nos otorguen ese amor condicional.

Puede ser una tendencia natural proyectar hacia Dios nuestra historia de vida. A menudo, de una manera total y absolutamente inconsciente, pero no por eso menos real y poderosa en modular nuestra relación con el Señor. Creemos que nuestro Padre en los cielos es igual o peor que nuestros progenitores en la tierra. Pensamos que su amor hacia nosotros estará condicionado al tipo de conducta que llevemos y que nos será otorgado o retirado si no damos la talla y no cumplimos las expectativas de un Dios que las tiene mucho más altas y es mucho más exigente que lo fueron nuestros padres. Viviremos con el miedo y la ansiedad de que cuando por fin habíamos conocido el amor lo podamos perder por no estar a la altura.

A pesar del riesgo de que los "defensores de Dios" salgan al ataque quiero afirmar que el Padre no tiene ninguna expectativa de nosotros pues, como dice el salmista, conoce bien nuestra condición y sabe que somos polvo. Nada se puede esperar del polvo. La Biblia afirma una y otra vez que cuando éramos enemigos suyos, destinados a la condenación nos amó y se entregó por nosotros. Pablo afirma ¿Cómo no nos dará ahora todas las cosas? Juan afirma que aquel que tiene miedo de Dios es que no ha entendido su amor, no ha entendido nada de su carácter. La obediencia que no nace del amor y la gratitud no tiene sentido ni honra a Dios. 









 



Pues Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo. (Salmo 103:14)

Muchos de nosotros tal vez hemos crecido sometidos a un amor condicional. Un amor que estaba vinculado a nuestro desempeño, comportamiento o cubrir las expectativas de nuestros progenitores. El amor era utilizado como una herramienta de presión o manipulación que se nos otorgaba o retiraba a conveniencia para regular nuestro comportamiento. Un chantaje sutil pero chantaje al fin y al cabo. Otros tal vez hemos crecido carentes de amor, y esta carencia ha generado en nosotros inseguridad, incluso el pensamiento de que algo malo debe haber en nosotros y que, por eso, no merecíamos el ser amados. En ambos casos hemos crecido inseguros en cuanto al amor, ansiosos por cumplir las expectativas del exterior para que nos otorguen ese amor condicional.

Puede ser una tendencia natural proyectar hacia Dios nuestra historia de vida. A menudo, de una manera total y absolutamente inconsciente, pero no por eso menos real y poderosa en modular nuestra relación con el Señor. Creemos que nuestro Padre en los cielos es igual o peor que nuestros progenitores en la tierra. Pensamos que su amor hacia nosotros estará condicionado al tipo de conducta que llevemos y que nos será otorgado o retirado si no damos la talla y no cumplimos las expectativas de un Dios que las tiene mucho más altas y es mucho más exigente que lo fueron nuestros padres. Viviremos con el miedo y la ansiedad de que cuando por fin habíamos conocido el amor lo podamos perder por no estar a la altura.

A pesar del riesgo de que los "defensores de Dios" salgan al ataque quiero afirmar que el Padre no tiene ninguna expectativa de nosotros pues, como dice el salmista, conoce bien nuestra condición y sabe que somos polvo. Nada se puede esperar del polvo. La Biblia afirma una y otra vez que cuando éramos enemigos suyos, destinados a la condenación nos amó y se entregó por nosotros. Pablo afirma ¿Cómo no nos dará ahora todas las cosas? Juan afirma que aquel que tiene miedo de Dios es que no ha entendido su amor, no ha entendido nada de su carácter. La obediencia que no nace del amor y la gratitud no tiene sentido ni honra a Dios.