No eres un Dios que desee la maldad, en ti no encuentra refugio el malvado. (Salmo 5:5)


Esta es una afirmación de gran importancia con relación a cómo es Dios. Él no desea ni se complace en la maldad; consecuentemente, nosotros sus hijos tampoco. Es más, deberíamos combatirla en nuestras propias vida y en todo lugar donde se manifieste. Un primer paso e importante sería identificarla. No podemos ser restrictivos con ella, no podemos limitarla únicamente a las típicas bestias negras del mundo evangélico, a saber, la ideología de género y el aborto. El mal es todo aquello que se opone al carácter del Señor y Él no es tan sólo santo -de donde nace la moral-, es también justo -de donde nace la justicia-.

¿Cómo pues podemos identificar el mal? Jesús nos ayuda. En la oración que nos enseñó, el Padrenuestro, encontramos un camino claro. El Maestro no enseño a pedir que la voluntad del Padre sea hecha en la tierra del mismo modo que es hecha en el cielo. Consecuentemente, nada que no sea permisible en el cielo debería ser permitido en la tierra. Seamos más específicos. ¿Es permisible el aborto en el cielo? Tampoco lo debería ser en la tierra. ¿Son permisibles en el cielo la corrupción política, la violencia de género, la trata de seres humanos, el abuso infantil, la destrucción de los recursos naturales, la explotación de los emigrantes, la falta de acceso a la educación, la sanidad, la marginación de las minorías y un etcétera tan largo como seamos capaces de describirlo? ¡En absoluto! Por tanto, estamos hablando de un mal que el Señor ni desea ni se complace. Un mal que nosotros sus hijos deberíamos rechazar, denunciar y confrontar.


¿Hasta qué punto tu corazón es sensible hacia aquello hacia lo que el Señor es sensible? ¿Cómo puedes crecer en sensibilidad hacia el mal?


No eres un Dios que desee la maldad, en ti no encuentra refugio el malvado. (Salmo 5:5)


Esta es una afirmación de gran importancia con relación a cómo es Dios. Él no desea ni se complace en la maldad; consecuentemente, nosotros sus hijos tampoco. Es más, deberíamos combatirla en nuestras propias vida y en todo lugar donde se manifieste. Un primer paso e importante sería identificarla. No podemos ser restrictivos con ella, no podemos limitarla únicamente a las típicas bestias negras del mundo evangélico, a saber, la ideología de género y el aborto. El mal es todo aquello que se opone al carácter del Señor y Él no es tan sólo santo -de donde nace la moral-, es también justo -de donde nace la justicia-.

¿Cómo pues podemos identificar el mal? Jesús nos ayuda. En la oración que nos enseñó, el Padrenuestro, encontramos un camino claro. El Maestro no enseño a pedir que la voluntad del Padre sea hecha en la tierra del mismo modo que es hecha en el cielo. Consecuentemente, nada que no sea permisible en el cielo debería ser permitido en la tierra. Seamos más específicos. ¿Es permisible el aborto en el cielo? Tampoco lo debería ser en la tierra. ¿Son permisibles en el cielo la corrupción política, la violencia de género, la trata de seres humanos, el abuso infantil, la destrucción de los recursos naturales, la explotación de los emigrantes, la falta de acceso a la educación, la sanidad, la marginación de las minorías y un etcétera tan largo como seamos capaces de describirlo? ¡En absoluto! Por tanto, estamos hablando de un mal que el Señor ni desea ni se complace. Un mal que nosotros sus hijos deberíamos rechazar, denunciar y confrontar.


¿Hasta qué punto tu corazón es sensible hacia aquello hacia lo que el Señor es sensible? ¿Cómo puedes crecer en sensibilidad hacia el mal?


No eres un Dios que desee la maldad, en ti no encuentra refugio el malvado. (Salmo 5:5)


Esta es una afirmación de gran importancia con relación a cómo es Dios. Él no desea ni se complace en la maldad; consecuentemente, nosotros sus hijos tampoco. Es más, deberíamos combatirla en nuestras propias vida y en todo lugar donde se manifieste. Un primer paso e importante sería identificarla. No podemos ser restrictivos con ella, no podemos limitarla únicamente a las típicas bestias negras del mundo evangélico, a saber, la ideología de género y el aborto. El mal es todo aquello que se opone al carácter del Señor y Él no es tan sólo santo -de donde nace la moral-, es también justo -de donde nace la justicia-.

¿Cómo pues podemos identificar el mal? Jesús nos ayuda. En la oración que nos enseñó, el Padrenuestro, encontramos un camino claro. El Maestro no enseño a pedir que la voluntad del Padre sea hecha en la tierra del mismo modo que es hecha en el cielo. Consecuentemente, nada que no sea permisible en el cielo debería ser permitido en la tierra. Seamos más específicos. ¿Es permisible el aborto en el cielo? Tampoco lo debería ser en la tierra. ¿Son permisibles en el cielo la corrupción política, la violencia de género, la trata de seres humanos, el abuso infantil, la destrucción de los recursos naturales, la explotación de los emigrantes, la falta de acceso a la educación, la sanidad, la marginación de las minorías y un etcétera tan largo como seamos capaces de describirlo? ¡En absoluto! Por tanto, estamos hablando de un mal que el Señor ni desea ni se complace. Un mal que nosotros sus hijos deberíamos rechazar, denunciar y confrontar.


¿Hasta qué punto tu corazón es sensible hacia aquello hacia lo que el Señor es sensible? ¿Cómo puedes crecer en sensibilidad hacia el mal?