Dios mío, tú eres nuestro rey. Has mostrado tu majestad, tu grandeza y tu poder. Has afirmado el mundo, y jamás se moverá. Desde el principio eres rey; tú siempre has existido. (Salmo 93:1-3)


En los tiempos en que vivimos no es difícil sentirse como una pluma a merced del viento. Zarandeados por fuerzas que van más allá de nuestro control; fuerzas de todo tipo, políticas, económicas, sociales, culturales, ideológicas. Ahí estamos nosotros, llevados de un lado para otro, con la terrible sensación de vivir fuera de control, o lo que es peor, controlados por otros y las circunstancias.

Personalmente encuentro totalmente normal ese sentimiento; se da desde que nos levantamos y oímos las primeras noticias del día en los medios de comunicación o las leemos en la prensa o nuestro teléfono móvil. Es entonces cuando debemos volvernos a la Palabra y centrar nuestra mente en que Dios continúa teniendo el control del universo, que nuestra vida está en sus manos, que está comprometido con nosotros, que somos su propiedad preciosa, que entrego su vida por nosotros, que habita en nosotros por medio de su Espíritu Santo, que ha prometido que nunca nos dejará ni nos desamparará, que, ciertamente, pasaremos por valle de sombra de muerta pero su vara y su cayado nos infundirá aliento.

Los medios de comunicación nos repiten una y otra vez esas noticias que nos confrontan con la pura y dura realidad. No debemos evitarlas ni obviarlas, pero debemos, al mismo tiempo y con la misma intensidad, recordarnos quién es nuestro Dios y que nuestras vidas en sus manos están. 

Párate en estos momentos y dale gracias al Señor. 


 



Dios mío, tú eres nuestro rey. Has mostrado tu majestad, tu grandeza y tu poder. Has afirmado el mundo, y jamás se moverá. Desde el principio eres rey; tú siempre has existido. (Salmo 93:1-3)


En los tiempos en que vivimos no es difícil sentirse como una pluma a merced del viento. Zarandeados por fuerzas que van más allá de nuestro control; fuerzas de todo tipo, políticas, económicas, sociales, culturales, ideológicas. Ahí estamos nosotros, llevados de un lado para otro, con la terrible sensación de vivir fuera de control, o lo que es peor, controlados por otros y las circunstancias.

Personalmente encuentro totalmente normal ese sentimiento; se da desde que nos levantamos y oímos las primeras noticias del día en los medios de comunicación o las leemos en la prensa o nuestro teléfono móvil. Es entonces cuando debemos volvernos a la Palabra y centrar nuestra mente en que Dios continúa teniendo el control del universo, que nuestra vida está en sus manos, que está comprometido con nosotros, que somos su propiedad preciosa, que entrego su vida por nosotros, que habita en nosotros por medio de su Espíritu Santo, que ha prometido que nunca nos dejará ni nos desamparará, que, ciertamente, pasaremos por valle de sombra de muerta pero su vara y su cayado nos infundirá aliento.

Los medios de comunicación nos repiten una y otra vez esas noticias que nos confrontan con la pura y dura realidad. No debemos evitarlas ni obviarlas, pero debemos, al mismo tiempo y con la misma intensidad, recordarnos quién es nuestro Dios y que nuestras vidas en sus manos están. 

Párate en estos momentos y dale gracias al Señor. 


 



Dios mío, tú eres nuestro rey. Has mostrado tu majestad, tu grandeza y tu poder. Has afirmado el mundo, y jamás se moverá. Desde el principio eres rey; tú siempre has existido. (Salmo 93:1-3)


En los tiempos en que vivimos no es difícil sentirse como una pluma a merced del viento. Zarandeados por fuerzas que van más allá de nuestro control; fuerzas de todo tipo, políticas, económicas, sociales, culturales, ideológicas. Ahí estamos nosotros, llevados de un lado para otro, con la terrible sensación de vivir fuera de control, o lo que es peor, controlados por otros y las circunstancias.

Personalmente encuentro totalmente normal ese sentimiento; se da desde que nos levantamos y oímos las primeras noticias del día en los medios de comunicación o las leemos en la prensa o nuestro teléfono móvil. Es entonces cuando debemos volvernos a la Palabra y centrar nuestra mente en que Dios continúa teniendo el control del universo, que nuestra vida está en sus manos, que está comprometido con nosotros, que somos su propiedad preciosa, que entrego su vida por nosotros, que habita en nosotros por medio de su Espíritu Santo, que ha prometido que nunca nos dejará ni nos desamparará, que, ciertamente, pasaremos por valle de sombra de muerta pero su vara y su cayado nos infundirá aliento.

Los medios de comunicación nos repiten una y otra vez esas noticias que nos confrontan con la pura y dura realidad. No debemos evitarlas ni obviarlas, pero debemos, al mismo tiempo y con la misma intensidad, recordarnos quién es nuestro Dios y que nuestras vidas en sus manos están. 

Párate en estos momentos y dale gracias al Señor. 


 



Dios mío, tú eres nuestro rey. Has mostrado tu majestad, tu grandeza y tu poder. Has afirmado el mundo, y jamás se moverá. Desde el principio eres rey; tú siempre has existido. (Salmo 93:1-3)


En los tiempos en que vivimos no es difícil sentirse como una pluma a merced del viento. Zarandeados por fuerzas que van más allá de nuestro control; fuerzas de todo tipo, políticas, económicas, sociales, culturales, ideológicas. Ahí estamos nosotros, llevados de un lado para otro, con la terrible sensación de vivir fuera de control, o lo que es peor, controlados por otros y las circunstancias.

Personalmente encuentro totalmente normal ese sentimiento; se da desde que nos levantamos y oímos las primeras noticias del día en los medios de comunicación o las leemos en la prensa o nuestro teléfono móvil. Es entonces cuando debemos volvernos a la Palabra y centrar nuestra mente en que Dios continúa teniendo el control del universo, que nuestra vida está en sus manos, que está comprometido con nosotros, que somos su propiedad preciosa, que entrego su vida por nosotros, que habita en nosotros por medio de su Espíritu Santo, que ha prometido que nunca nos dejará ni nos desamparará, que, ciertamente, pasaremos por valle de sombra de muerta pero su vara y su cayado nos infundirá aliento.

Los medios de comunicación nos repiten una y otra vez esas noticias que nos confrontan con la pura y dura realidad. No debemos evitarlas ni obviarlas, pero debemos, al mismo tiempo y con la misma intensidad, recordarnos quién es nuestro Dios y que nuestras vidas en sus manos están. 

Párate en estos momentos y dale gracias al Señor.