Y el segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que estos. (Marcos 12:28-31)


Resumiendo, el cristianismo esencial comienza con un Dios que desea serlo de todas y cada una de las áreas de nuestra vida. Continúa con amarlo con su lenguaje singular del amor, la obediencia. Añadimos que los mandamientos del Señor no son ni arbitrarios ni caprichosos; tienen como finalidad protegernos y bendecirnos porque son un reflejo de su carácter. Por decirlo de alguna manera, la primera parte del cristianismo esencial tiene que ven con la dimensión vertical, Dios. La segunda parte está relacionada con la dimensión horizontal, mi prójimo. Comencemos a acercarnos a ella.

Cuando la Biblia nos pide que amemos a otros, incluso a nuestros enemigos, utiliza la palabra griega agape. Agape no es un sentimiento, es un acto de la voluntad de buscar el bien del otro, del amado. No buscamos ese bien  como consecuencia de lo que sentimos; sino más bien, en la mayoría de las ocasiones, a pesar de lo que sentimos hacia el otro. Agape es, por decirlo de alguna manera, un amor a pesar de, no debido a. Agape es un amor sacrificial, costoso, que llega a doler; que pare poder amar ese modo es necesario, en muchas ocasiones, tener que pagar un precio. Agape es un amor que toma la iniciativa, procesa el entorno en busca de oportunidades para bendecir, para añadir valor, para suplir necesidades. Agape es un amor que se plasma en acciones y no se queda en grandes declaraciones de intenciones o frases grandilocuentes. Obras son amores y no buenas razones, como muy bien dice el viejo refrán español.

Cuando la Biblia nos pide que amemos a otros nos da un referente claro de lo que significa y espera: Dios Padre en Juan 3:16. Todos conocemos muy bien ese fragmento de la Biblia que indica que Él nos amó. Podemos ver todas las características antes mencionadas reflejadas en ese amor: acto de la voluntad, sacrificial, plasmado en acciones, incondicional y tomando la iniciativa.



Y el segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que estos. (Marcos 12:28-31)


Resumiendo, el cristianismo esencial comienza con un Dios que desea serlo de todas y cada una de las áreas de nuestra vida. Continúa con amarlo con su lenguaje singular del amor, la obediencia. Añadimos que los mandamientos del Señor no son ni arbitrarios ni caprichosos; tienen como finalidad protegernos y bendecirnos porque son un reflejo de su carácter. Por decirlo de alguna manera, la primera parte del cristianismo esencial tiene que ven con la dimensión vertical, Dios. La segunda parte está relacionada con la dimensión horizontal, mi prójimo. Comencemos a acercarnos a ella.

Cuando la Biblia nos pide que amemos a otros, incluso a nuestros enemigos, utiliza la palabra griega agape. Agape no es un sentimiento, es un acto de la voluntad de buscar el bien del otro, del amado. No buscamos ese bien  como consecuencia de lo que sentimos; sino más bien, en la mayoría de las ocasiones, a pesar de lo que sentimos hacia el otro. Agape es, por decirlo de alguna manera, un amor a pesar de, no debido a. Agape es un amor sacrificial, costoso, que llega a doler; que pare poder amar ese modo es necesario, en muchas ocasiones, tener que pagar un precio. Agape es un amor que toma la iniciativa, procesa el entorno en busca de oportunidades para bendecir, para añadir valor, para suplir necesidades. Agape es un amor que se plasma en acciones y no se queda en grandes declaraciones de intenciones o frases grandilocuentes. Obras son amores y no buenas razones, como muy bien dice el viejo refrán español.

Cuando la Biblia nos pide que amemos a otros nos da un referente claro de lo que significa y espera: Dios Padre en Juan 3:16. Todos conocemos muy bien ese fragmento de la Biblia que indica que Él nos amó. Podemos ver todas las características antes mencionadas reflejadas en ese amor: acto de la voluntad, sacrificial, plasmado en acciones, incondicional y tomando la iniciativa.



Y el segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que estos. (Marcos 12:28-31)


Resumiendo, el cristianismo esencial comienza con un Dios que desea serlo de todas y cada una de las áreas de nuestra vida. Continúa con amarlo con su lenguaje singular del amor, la obediencia. Añadimos que los mandamientos del Señor no son ni arbitrarios ni caprichosos; tienen como finalidad protegernos y bendecirnos porque son un reflejo de su carácter. Por decirlo de alguna manera, la primera parte del cristianismo esencial tiene que ven con la dimensión vertical, Dios. La segunda parte está relacionada con la dimensión horizontal, mi prójimo. Comencemos a acercarnos a ella.

Cuando la Biblia nos pide que amemos a otros, incluso a nuestros enemigos, utiliza la palabra griega agape. Agape no es un sentimiento, es un acto de la voluntad de buscar el bien del otro, del amado. No buscamos ese bien  como consecuencia de lo que sentimos; sino más bien, en la mayoría de las ocasiones, a pesar de lo que sentimos hacia el otro. Agape es, por decirlo de alguna manera, un amor a pesar de, no debido a. Agape es un amor sacrificial, costoso, que llega a doler; que pare poder amar ese modo es necesario, en muchas ocasiones, tener que pagar un precio. Agape es un amor que toma la iniciativa, procesa el entorno en busca de oportunidades para bendecir, para añadir valor, para suplir necesidades. Agape es un amor que se plasma en acciones y no se queda en grandes declaraciones de intenciones o frases grandilocuentes. Obras son amores y no buenas razones, como muy bien dice el viejo refrán español.

Cuando la Biblia nos pide que amemos a otros nos da un referente claro de lo que significa y espera: Dios Padre en Juan 3:16. Todos conocemos muy bien ese fragmento de la Biblia que indica que Él nos amó. Podemos ver todas las características antes mencionadas reflejadas en ese amor: acto de la voluntad, sacrificial, plasmado en acciones, incondicional y tomando la iniciativa.



Y el segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que estos. (Marcos 12:28-31)


Resumiendo, el cristianismo esencial comienza con un Dios que desea serlo de todas y cada una de las áreas de nuestra vida. Continúa con amarlo con su lenguaje singular del amor, la obediencia. Añadimos que los mandamientos del Señor no son ni arbitrarios ni caprichosos; tienen como finalidad protegernos y bendecirnos porque son un reflejo de su carácter. Por decirlo de alguna manera, la primera parte del cristianismo esencial tiene que ven con la dimensión vertical, Dios. La segunda parte está relacionada con la dimensión horizontal, mi prójimo. Comencemos a acercarnos a ella.

Cuando la Biblia nos pide que amemos a otros, incluso a nuestros enemigos, utiliza la palabra griega agape. Agape no es un sentimiento, es un acto de la voluntad de buscar el bien del otro, del amado. No buscamos ese bien  como consecuencia de lo que sentimos; sino más bien, en la mayoría de las ocasiones, a pesar de lo que sentimos hacia el otro. Agape es, por decirlo de alguna manera, un amor a pesar de, no debido a. Agape es un amor sacrificial, costoso, que llega a doler; que pare poder amar ese modo es necesario, en muchas ocasiones, tener que pagar un precio. Agape es un amor que toma la iniciativa, procesa el entorno en busca de oportunidades para bendecir, para añadir valor, para suplir necesidades. Agape es un amor que se plasma en acciones y no se queda en grandes declaraciones de intenciones o frases grandilocuentes. Obras son amores y no buenas razones, como muy bien dice el viejo refrán español.

Cuando la Biblia nos pide que amemos a otros nos da un referente claro de lo que significa y espera: Dios Padre en Juan 3:16. Todos conocemos muy bien ese fragmento de la Biblia que indica que Él nos amó. Podemos ver todas las características antes mencionadas reflejadas en ese amor: acto de la voluntad, sacrificial, plasmado en acciones, incondicional y tomando la iniciativa.