Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. (Marcos 22:37)


Hasta ahora hemos visto que Dios es uno y desea ser la fuente dominante de cada una de las áreas de tu vida. Él no tiene interés en serlo únicamente de "tu vida religiosa". El segundo principio del cristianismo esencial es amar a Dios. Esto es un poco peliagudo, complicado, difícil de definir. Este es el reto que me propongo, clarificarlo. Por educación cultural, la mayoría de nosotros asociamos el amor con sentimientos positivos hacia el otro. Consecuentemente, el amor al Señor pasaría por una serie de emociones y sentimientos positivos hacia Él. Es por esta razón que he usado la ilustración de un santo en éxtasis, como si eso fuera la máxima expresión de amor por el Salvador. Desde esta perspectiva del amor ¿Quién puede afirmar que no ama a Dios? Cierto que, de tanto en tanto, si la vida nos da un revés, podemos experimentar cierta frustración, desapego y hasta rencor con Él, sin embargo, en la mayor parte del tiempo estamos convencidos que amamos al Señor y podemos poner, el domingo en nuestras iglesias, una cara más o menos similar a la de San Felipe Neri aquí representado. 

Dios parece ser que relaciona el amor hacia Él con la obediencia a su voluntad expresada en sus mandamientos. En el Antiguo Testamento hay un pasaje clave que así lo expresa: Samuel respondió: — ¿Acaso el Señor valora más los holocaustos y sacrificios que la obediencia a su palabra? Mira, la obediencia vale más que el sacrificio y la docilidad más que la grasa de carneros. (1 Samuel 15:22). Vamos, si yo no lo entiendo bien, diría que la forma en que expreso mi amor a Dios es por medio de la obediencia. 

Gary Collins, un psicoterapeuta cristiano, acuñó el término, los lenguajes del amor. Nos enseña que cada persona tiene un lenguaje diferente en esta dimensión de la vida; lo importante no es expresar el amor como a mí me gusta, sino como la otra persona lo percibe y procesa. La obediencia es el lenguaje de amor de Dios. En el Nuevo Testamento, Jesús reafirmó las mismas palabras dichas por el profeta Samuel cuando afirmó: Si me amáis, guardad mis mandamientos (Juan 14:15)

En resumen, ama a Dios del modo que Él entiende el amor, por medio de la obediencia, y no te confundas creyendo que al seguir modelos culturales de amor estos aplican al Señor.
Tanto obedeces, tanto amas.


Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. (Marcos 22:37)


Hasta ahora hemos visto que Dios es uno y desea ser la fuente dominante de cada una de las áreas de tu vida. Él no tiene interés en serlo únicamente de "tu vida religiosa". El segundo principio del cristianismo esencial es amar a Dios. Esto es un poco peliagudo, complicado, difícil de definir. Este es el reto que me propongo, clarificarlo. Por educación cultural, la mayoría de nosotros asociamos el amor con sentimientos positivos hacia el otro. Consecuentemente, el amor al Señor pasaría por una serie de emociones y sentimientos positivos hacia Él. Es por esta razón que he usado la ilustración de un santo en éxtasis, como si eso fuera la máxima expresión de amor por el Salvador. Desde esta perspectiva del amor ¿Quién puede afirmar que no ama a Dios? Cierto que, de tanto en tanto, si la vida nos da un revés, podemos experimentar cierta frustración, desapego y hasta rencor con Él, sin embargo, en la mayor parte del tiempo estamos convencidos que amamos al Señor y podemos poner, el domingo en nuestras iglesias, una cara más o menos similar a la de San Felipe Neri aquí representado. 

Dios parece ser que relaciona el amor hacia Él con la obediencia a su voluntad expresada en sus mandamientos. En el Antiguo Testamento hay un pasaje clave que así lo expresa: Samuel respondió: — ¿Acaso el Señor valora más los holocaustos y sacrificios que la obediencia a su palabra? Mira, la obediencia vale más que el sacrificio y la docilidad más que la grasa de carneros. (1 Samuel 15:22). Vamos, si yo no lo entiendo bien, diría que la forma en que expreso mi amor a Dios es por medio de la obediencia. 

Gary Collins, un psicoterapeuta cristiano, acuñó el término, los lenguajes del amor. Nos enseña que cada persona tiene un lenguaje diferente en esta dimensión de la vida; lo importante no es expresar el amor como a mí me gusta, sino como la otra persona lo percibe y procesa. La obediencia es el lenguaje de amor de Dios. En el Nuevo Testamento, Jesús reafirmó las mismas palabras dichas por el profeta Samuel cuando afirmó: Si me amáis, guardad mis mandamientos (Juan 14:15)

En resumen, ama a Dios del modo que Él entiende el amor, por medio de la obediencia, y no te confundas creyendo que al seguir modelos culturales de amor estos aplican al Señor.
Tanto obedeces, tanto amas.


Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. (Marcos 22:37)


Hasta ahora hemos visto que Dios es uno y desea ser la fuente dominante de cada una de las áreas de tu vida. Él no tiene interés en serlo únicamente de "tu vida religiosa". El segundo principio del cristianismo esencial es amar a Dios. Esto es un poco peliagudo, complicado, difícil de definir. Este es el reto que me propongo, clarificarlo. Por educación cultural, la mayoría de nosotros asociamos el amor con sentimientos positivos hacia el otro. Consecuentemente, el amor al Señor pasaría por una serie de emociones y sentimientos positivos hacia Él. Es por esta razón que he usado la ilustración de un santo en éxtasis, como si eso fuera la máxima expresión de amor por el Salvador. Desde esta perspectiva del amor ¿Quién puede afirmar que no ama a Dios? Cierto que, de tanto en tanto, si la vida nos da un revés, podemos experimentar cierta frustración, desapego y hasta rencor con Él, sin embargo, en la mayor parte del tiempo estamos convencidos que amamos al Señor y podemos poner, el domingo en nuestras iglesias, una cara más o menos similar a la de San Felipe Neri aquí representado. 

Dios parece ser que relaciona el amor hacia Él con la obediencia a su voluntad expresada en sus mandamientos. En el Antiguo Testamento hay un pasaje clave que así lo expresa: Samuel respondió: — ¿Acaso el Señor valora más los holocaustos y sacrificios que la obediencia a su palabra? Mira, la obediencia vale más que el sacrificio y la docilidad más que la grasa de carneros. (1 Samuel 15:22). Vamos, si yo no lo entiendo bien, diría que la forma en que expreso mi amor a Dios es por medio de la obediencia. 

Gary Collins, un psicoterapeuta cristiano, acuñó el término, los lenguajes del amor. Nos enseña que cada persona tiene un lenguaje diferente en esta dimensión de la vida; lo importante no es expresar el amor como a mí me gusta, sino como la otra persona lo percibe y procesa. La obediencia es el lenguaje de amor de Dios. En el Nuevo Testamento, Jesús reafirmó las mismas palabras dichas por el profeta Samuel cuando afirmó: Si me amáis, guardad mis mandamientos (Juan 14:15)

En resumen, ama a Dios del modo que Él entiende el amor, por medio de la obediencia, y no te confundas creyendo que al seguir modelos culturales de amor estos aplican al Señor.
Tanto obedeces, tanto amas.