La ley, efectivamente, no logró hacer nada perfecto, siendo solo la puerta de una esperanza mejor, por medio de la cual nos acercamos a Dios. (Hebreos 7:19)


Los famosos test PCR miden el nivel reactivo de la proteína C en sangre. De esta manera es posible averiguar si una persona tiene la infección producida por la COVID19. La prueba no produce la enfermedad, simplemente la pone de manifiesto, lo cual permite el diagnóstico y, consecuentemente, comenzar el tratamiento con la persona infectada. 

La ley, según nos enseñó el apóstol Pablo y ahora reafirma el anónimo escritor de este libro, tiene como finalidad permitir el diagnóstico del pecado. Cuando comparamos nuestra vida con las exigencia de la ley se pone de manifiesto que no podemos cumplirla, que tenemos un problema, que necesitamos una intervención que nos ayude con esa enfermedad llamada pecado.

La ley no pudo ni puede salvar a nadie; no es ese su propósito. La razón de ser de la misma es manifestar nuestro problema. Por eso, el apóstol Juan no enseña que la ley fue dada por Moisés, pero la gracia nos vino por medio de Jesús. La ley diagnóstica, la gracia transforma. La ley condena, la gracia redime. La ley nos hunde en la miseria, la gracia nos eleva por encima de ella para convertirnos en hijos de Dios. La ley nos muestra nuestra realidad, la gracia nos comunica que somos amados a pesar de ella.

La ley nunca ha podido salvar a nadie, no era su propósito, solo la gracia lo hace. Nosotros, por tanto, los que hemos recibido la gracia estamos en la obligación ineludible de ofrecérsela a otros. En mi opinión, el legalismo es una muestra evidente de no haber entendido o experimentado la gracia de Dios.

¿Quieres ver a otros cambiados? Ofréceles gracia no ley. 













La ley, efectivamente, no logró hacer nada perfecto, siendo solo la puerta de una esperanza mejor, por medio de la cual nos acercamos a Dios. (Hebreos 7:19)


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La ley, según nos enseñó el apóstol Pablo y ahora reafirma el anónimo escritor de este libro, tiene como finalidad permitir el diagnóstico del pecado. Cuando comparamos nuestra vida con las exigencia de la ley se pone de manifiesto que no podemos cumplirla, que tenemos un problema, que necesitamos una intervención que nos ayude con esa enfermedad llamada pecado.

La ley no pudo ni puede salvar a nadie; no es ese su propósito. La razón de ser de la misma es manifestar nuestro problema. Por eso, el apóstol Juan no enseña que la ley fue dada por Moisés, pero la gracia nos vino por medio de Jesús. La ley diagnóstica, la gracia transforma. La ley condena, la gracia redime. La ley nos hunde en la miseria, la gracia nos eleva por encima de ella para convertirnos en hijos de Dios. La ley nos muestra nuestra realidad, la gracia nos comunica que somos amados a pesar de ella.

La ley nunca ha podido salvar a nadie, no era su propósito, solo la gracia lo hace. Nosotros, por tanto, los que hemos recibido la gracia estamos en la obligación ineludible de ofrecérsela a otros. En mi opinión, el legalismo es una muestra evidente de no haber entendido o experimentado la gracia de Dios.

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La ley, efectivamente, no logró hacer nada perfecto, siendo solo la puerta de una esperanza mejor, por medio de la cual nos acercamos a Dios. (Hebreos 7:19)


Los famosos test PCR miden el nivel reactivo de la proteína C en sangre. De esta manera es posible averiguar si una persona tiene la infección producida por la COVID19. La prueba no produce la enfermedad, simplemente la pone de manifiesto, lo cual permite el diagnóstico y, consecuentemente, comenzar el tratamiento con la persona infectada. 

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La ley no pudo ni puede salvar a nadie; no es ese su propósito. La razón de ser de la misma es manifestar nuestro problema. Por eso, el apóstol Juan no enseña que la ley fue dada por Moisés, pero la gracia nos vino por medio de Jesús. La ley diagnóstica, la gracia transforma. La ley condena, la gracia redime. La ley nos hunde en la miseria, la gracia nos eleva por encima de ella para convertirnos en hijos de Dios. La ley nos muestra nuestra realidad, la gracia nos comunica que somos amados a pesar de ella.

La ley nunca ha podido salvar a nadie, no era su propósito, solo la gracia lo hace. Nosotros, por tanto, los que hemos recibido la gracia estamos en la obligación ineludible de ofrecérsela a otros. En mi opinión, el legalismo es una muestra evidente de no haber entendido o experimentado la gracia de Dios.

¿Quieres ver a otros cambiados? Ofréceles gracia no ley.