Después de tanto tiempo, deberíais ser ya maestros consumados. Pero no, aún tenéis necesidad de que se os enseñe cuáles son los rudimentos de la fe del mensaje divino. Vuestra situación es tal, que en lugar de alimento sólido, necesitáis leche todavía. (Hebreos 5:12)


El infantilismo es un trastorno que se caracteriza porque un adulto persisten características físicas y/o psicológicas que son propias de un niño. La edad física es una y la psicológica o emocional es otra.

Diría que, como afirma el autor del libro de los Hebreos, este trastorno se da con mucha frecuencia entre los que nos denominamos seguidores del Maestro. Es notable en nuestras congregaciones y comunidades la cantidad de personas que manifiestan un infantilismo espiritual. No importa el tiempo que lleven formando parte de las mismas; sus actitudes, motivaciones, valores, respuestas, acciones y omisiones demuestran una falta, con frecuencia sorprendente, de madurez espiritual. Con razón se nos dice en este pasaje que hay que darles el biberón cada día, no son capaces de manejar nada sólido, nada que se salga de las cuatro cosas que han aprendido y que han elevado a la categoría de dogma intocable. 

Ya el apóstol Pablo, escribiendo a los Corintios, nos hablaba de aquellos que no podían ser denominados espirituales -es decir, guiados y controlados por el Espíritu de Dios, aquellos que manifestaban en sus vidas la influencia notoria del Espíritu-. Literalmente los llamaba carnales -dominados por sus propios impulsos- niños en Cristo.

Hay conductas que son propias de los niños y, cuando las vemos en ellos, podemos sonreír o disculparlos. Pero, eso mismo, en un adulto resulta simple y llanamente patético.


¿Es patética tu vida porque muestra signos alarmantes de infantilismo?








Después de tanto tiempo, deberíais ser ya maestros consumados. Pero no, aún tenéis necesidad de que se os enseñe cuáles son los rudimentos de la fe del mensaje divino. Vuestra situación es tal, que en lugar de alimento sólido, necesitáis leche todavía. (Hebreos 5:12)


El infantilismo es un trastorno que se caracteriza porque un adulto persisten características físicas y/o psicológicas que son propias de un niño. La edad física es una y la psicológica o emocional es otra.

Diría que, como afirma el autor del libro de los Hebreos, este trastorno se da con mucha frecuencia entre los que nos denominamos seguidores del Maestro. Es notable en nuestras congregaciones y comunidades la cantidad de personas que manifiestan un infantilismo espiritual. No importa el tiempo que lleven formando parte de las mismas; sus actitudes, motivaciones, valores, respuestas, acciones y omisiones demuestran una falta, con frecuencia sorprendente, de madurez espiritual. Con razón se nos dice en este pasaje que hay que darles el biberón cada día, no son capaces de manejar nada sólido, nada que se salga de las cuatro cosas que han aprendido y que han elevado a la categoría de dogma intocable. 

Ya el apóstol Pablo, escribiendo a los Corintios, nos hablaba de aquellos que no podían ser denominados espirituales -es decir, guiados y controlados por el Espíritu de Dios, aquellos que manifestaban en sus vidas la influencia notoria del Espíritu-. Literalmente los llamaba carnales -dominados por sus propios impulsos- niños en Cristo.

Hay conductas que son propias de los niños y, cuando las vemos en ellos, podemos sonreír o disculparlos. Pero, eso mismo, en un adulto resulta simple y llanamente patético.


¿Es patética tu vida porque muestra signos alarmantes de infantilismo?








Después de tanto tiempo, deberíais ser ya maestros consumados. Pero no, aún tenéis necesidad de que se os enseñe cuáles son los rudimentos de la fe del mensaje divino. Vuestra situación es tal, que en lugar de alimento sólido, necesitáis leche todavía. (Hebreos 5:12)


El infantilismo es un trastorno que se caracteriza porque un adulto persisten características físicas y/o psicológicas que son propias de un niño. La edad física es una y la psicológica o emocional es otra.

Diría que, como afirma el autor del libro de los Hebreos, este trastorno se da con mucha frecuencia entre los que nos denominamos seguidores del Maestro. Es notable en nuestras congregaciones y comunidades la cantidad de personas que manifiestan un infantilismo espiritual. No importa el tiempo que lleven formando parte de las mismas; sus actitudes, motivaciones, valores, respuestas, acciones y omisiones demuestran una falta, con frecuencia sorprendente, de madurez espiritual. Con razón se nos dice en este pasaje que hay que darles el biberón cada día, no son capaces de manejar nada sólido, nada que se salga de las cuatro cosas que han aprendido y que han elevado a la categoría de dogma intocable. 

Ya el apóstol Pablo, escribiendo a los Corintios, nos hablaba de aquellos que no podían ser denominados espirituales -es decir, guiados y controlados por el Espíritu de Dios, aquellos que manifestaban en sus vidas la influencia notoria del Espíritu-. Literalmente los llamaba carnales -dominados por sus propios impulsos- niños en Cristo.

Hay conductas que son propias de los niños y, cuando las vemos en ellos, podemos sonreír o disculparlos. Pero, eso mismo, en un adulto resulta simple y llanamente patético.


¿Es patética tu vida porque muestra signos alarmantes de infantilismo?