Él es el que nos conforta en todos nuestros sufrimientos de manera que también nosotros podamos confortar a los que se hallan atribulados, gracias al consuelo que hemos recibido De Dios. (2 Corintios 1:4)


Si algo he aprendido a lo largo de mi dilatada vida cristiana es que nosotros nunca somos los recipientes finales de las bendiciones de Dios. Somos simplemente canales para bendecir a otros con lo recibido, y cuando no lo hacemos así, corremos el peligro de convertirnos en ciénagas donde el agua se pudre. Vamos a verlo en este pasaje de Pablo que nos enseña varias cosas importantes:

Primera, no hay lugar en las Escrituras donde se nos indique que el Señor nos librará del dolor -dimensión física- o del sufrimiento -dimensión emocional-. Dios no vende seguros de vida y salud; nosotros, sus seguidores, como cualquier mortal estamos expuestos al dolor, el sufrimiento, la enfermedad, los accidentes y la muerte.

Segunda, si que hay la promesa de que en medio de todo ello estará presente ofreciéndonos, como indica Pablo, consuelo. Un consuelo que no elimina el problema pero nos ayuda a vivir con él porque cambia nuestra perspectiva y nos permite experimentar dimensiones hasta entonces desconocidas del Señor.

Tercera, de ese consuelo, que genera en nosotros resiliencia, no somos los recipientes finales, antes al contrario, nos convertimos en canales que lo usamos para bendecir a otros consolándoles y acompañándoles en su dolor y sufrimiento. Y ese consolar a otros, incluso desde nuestro dolor, forma parte del trabajo terapéutico y sanador del Padre en nuestras vidas.

No lo olvides, has de ser canal de bendición no ciénaga de egoísmo.

 



Él es el que nos conforta en todos nuestros sufrimientos de manera que también nosotros podamos confortar a los que se hallan atribulados, gracias al consuelo que hemos recibido De Dios. (2 Corintios 1:4)


Si algo he aprendido a lo largo de mi dilatada vida cristiana es que nosotros nunca somos los recipientes finales de las bendiciones de Dios. Somos simplemente canales para bendecir a otros con lo recibido, y cuando no lo hacemos así, corremos el peligro de convertirnos en ciénagas donde el agua se pudre. Vamos a verlo en este pasaje de Pablo que nos enseña varias cosas importantes:

Primera, no hay lugar en las Escrituras donde se nos indique que el Señor nos librará del dolor -dimensión física- o del sufrimiento -dimensión emocional-. Dios no vende seguros de vida y salud; nosotros, sus seguidores, como cualquier mortal estamos expuestos al dolor, el sufrimiento, la enfermedad, los accidentes y la muerte.

Segunda, si que hay la promesa de que en medio de todo ello estará presente ofreciéndonos, como indica Pablo, consuelo. Un consuelo que no elimina el problema pero nos ayuda a vivir con él porque cambia nuestra perspectiva y nos permite experimentar dimensiones hasta entonces desconocidas del Señor.

Tercera, de ese consuelo, que genera en nosotros resiliencia, no somos los recipientes finales, antes al contrario, nos convertimos en canales que lo usamos para bendecir a otros consolándoles y acompañándoles en su dolor y sufrimiento. Y ese consolar a otros, incluso desde nuestro dolor, forma parte del trabajo terapéutico y sanador del Padre en nuestras vidas.

No lo olvides, has de ser canal de bendición no ciénaga de egoísmo.

 



Él es el que nos conforta en todos nuestros sufrimientos de manera que también nosotros podamos confortar a los que se hallan atribulados, gracias al consuelo que hemos recibido De Dios. (2 Corintios 1:4)


Si algo he aprendido a lo largo de mi dilatada vida cristiana es que nosotros nunca somos los recipientes finales de las bendiciones de Dios. Somos simplemente canales para bendecir a otros con lo recibido, y cuando no lo hacemos así, corremos el peligro de convertirnos en ciénagas donde el agua se pudre. Vamos a verlo en este pasaje de Pablo que nos enseña varias cosas importantes:

Primera, no hay lugar en las Escrituras donde se nos indique que el Señor nos librará del dolor -dimensión física- o del sufrimiento -dimensión emocional-. Dios no vende seguros de vida y salud; nosotros, sus seguidores, como cualquier mortal estamos expuestos al dolor, el sufrimiento, la enfermedad, los accidentes y la muerte.

Segunda, si que hay la promesa de que en medio de todo ello estará presente ofreciéndonos, como indica Pablo, consuelo. Un consuelo que no elimina el problema pero nos ayuda a vivir con él porque cambia nuestra perspectiva y nos permite experimentar dimensiones hasta entonces desconocidas del Señor.

Tercera, de ese consuelo, que genera en nosotros resiliencia, no somos los recipientes finales, antes al contrario, nos convertimos en canales que lo usamos para bendecir a otros consolándoles y acompañándoles en su dolor y sufrimiento. Y ese consolar a otros, incluso desde nuestro dolor, forma parte del trabajo terapéutico y sanador del Padre en nuestras vidas.

No lo olvides, has de ser canal de bendición no ciénaga de egoísmo.