Por tu amor me alegro y me regocijo,
porque tú has mirado mis pesares,
tú conoces mis angustias. (Salmo 31:8)

A veces la vida parece que nos desborda; nos sentimos, como el hombre de la imagen, frágiles ante circunstancias y realidades que nos sobrepasan, que son mayores que lo que podemos manejar. Sin duda todo es relativo. Es nivel de incertidumbre varía de persona a persona. Hay quien la tiene porque no sabe si mañana podrá vivir porque su vida está en peligro, peligro real, de vida o muerte. Otro la tiene porque no sabe si mañana tendrá la posibilidad de comer y dar de comer a su familia. Aun otros sufren porque no saben cómo será su vida tras la pandemia. El umbral de incertidumbre también varía de persona a persona. Algunos lo tienen muy alto -pueden resistir mucho- pues la vida ya les ha baqueteado en muchas ocasiones. Otros lo tienen muy bajo, su capacidad de resistencia es mínima y causaría escándalo a aquellos que, verdaderamente, han sufrido con la vida.

Todo esto está claramente expresado en el salmo 31. Es difícil leerlo sin sentirnos en un momento u otro identificados con sus palabras que son el reflejo de la experiencia del salmista. Pero en medio de todo ello hay varias notas de esperanza. Una de ellas es la que refleja el versículo que encabeza esta entrada. El Señor, aunque parezca lo contrario, sabe de todas nuestras necesidades. Conoce las situaciones que estamos viviendo y experimentando y, lo que es todavía mejor, no es, en absoluto, indiferente a las mismas. En tiempo de incertidumbre, cambios, volatilidad y complejidad hemos de repetirnos tantas veces como sea necesario que Él realmente sabe.

¿De qué modo esta realidad puede darte paz en un mundo en cambio?

 



Por tu amor me alegro y me regocijo,
porque tú has mirado mis pesares,
tú conoces mis angustias. (Salmo 31:8)

A veces la vida parece que nos desborda; nos sentimos, como el hombre de la imagen, frágiles ante circunstancias y realidades que nos sobrepasan, que son mayores que lo que podemos manejar. Sin duda todo es relativo. Es nivel de incertidumbre varía de persona a persona. Hay quien la tiene porque no sabe si mañana podrá vivir porque su vida está en peligro, peligro real, de vida o muerte. Otro la tiene porque no sabe si mañana tendrá la posibilidad de comer y dar de comer a su familia. Aun otros sufren porque no saben cómo será su vida tras la pandemia. El umbral de incertidumbre también varía de persona a persona. Algunos lo tienen muy alto -pueden resistir mucho- pues la vida ya les ha baqueteado en muchas ocasiones. Otros lo tienen muy bajo, su capacidad de resistencia es mínima y causaría escándalo a aquellos que, verdaderamente, han sufrido con la vida.

Todo esto está claramente expresado en el salmo 31. Es difícil leerlo sin sentirnos en un momento u otro identificados con sus palabras que son el reflejo de la experiencia del salmista. Pero en medio de todo ello hay varias notas de esperanza. Una de ellas es la que refleja el versículo que encabeza esta entrada. El Señor, aunque parezca lo contrario, sabe de todas nuestras necesidades. Conoce las situaciones que estamos viviendo y experimentando y, lo que es todavía mejor, no es, en absoluto, indiferente a las mismas. En tiempo de incertidumbre, cambios, volatilidad y complejidad hemos de repetirnos tantas veces como sea necesario que Él realmente sabe.

¿De qué modo esta realidad puede darte paz en un mundo en cambio?

 



Por tu amor me alegro y me regocijo,
porque tú has mirado mis pesares,
tú conoces mis angustias. (Salmo 31:8)

A veces la vida parece que nos desborda; nos sentimos, como el hombre de la imagen, frágiles ante circunstancias y realidades que nos sobrepasan, que son mayores que lo que podemos manejar. Sin duda todo es relativo. Es nivel de incertidumbre varía de persona a persona. Hay quien la tiene porque no sabe si mañana podrá vivir porque su vida está en peligro, peligro real, de vida o muerte. Otro la tiene porque no sabe si mañana tendrá la posibilidad de comer y dar de comer a su familia. Aun otros sufren porque no saben cómo será su vida tras la pandemia. El umbral de incertidumbre también varía de persona a persona. Algunos lo tienen muy alto -pueden resistir mucho- pues la vida ya les ha baqueteado en muchas ocasiones. Otros lo tienen muy bajo, su capacidad de resistencia es mínima y causaría escándalo a aquellos que, verdaderamente, han sufrido con la vida.

Todo esto está claramente expresado en el salmo 31. Es difícil leerlo sin sentirnos en un momento u otro identificados con sus palabras que son el reflejo de la experiencia del salmista. Pero en medio de todo ello hay varias notas de esperanza. Una de ellas es la que refleja el versículo que encabeza esta entrada. El Señor, aunque parezca lo contrario, sabe de todas nuestras necesidades. Conoce las situaciones que estamos viviendo y experimentando y, lo que es todavía mejor, no es, en absoluto, indiferente a las mismas. En tiempo de incertidumbre, cambios, volatilidad y complejidad hemos de repetirnos tantas veces como sea necesario que Él realmente sabe.

¿De qué modo esta realidad puede darte paz en un mundo en cambio?