Gracias sean dadas a Dios, que en todo momento nos asocia al cortejo triunfal de Cristo y que, valiéndose de nosotros, esparce por todas partes como suave aroma su conocimiento. (2 Corintios 2:14)

Cada día valoro más la importancia de los pequeños gestos, esos que están al alcance de todos nosotros. Tal vez nos hemos dejado influenciar excesivamente por todo lo grande y masivo, sean eventos, reuniones, publicaciones, sermones, entradas en las redes sociales, etc., etc. 

Este énfasis nos deja a la inmensa mayoría de nosotros fuera de juego, incapaces de alcanzar eso que nuestro entorno valora, frustrados ante nuestra imposibilidad de estar a la altura, de producir lo que se espera, de ser como esos grandes líderes. Esto nos lleva a la frustración y nos desarma, haciéndonos olvidar todos los pequeños gestos, actos de amor, justicia y misericordia que están día a día a nuestro alcance.

Creo que a esto se refiere el apóstol cuando habla de vivir de tal manera que por donde pasemos dejemos un aroma de vida, del conocimiento del Señor, de amor. Seamos conocidos, tanto por creyentes como no creyentes, como gente amable, disponible, de buen trato, servicial, buscadores del bien en el otro, listos a dar una palabra de ánimo, a guardar silencio cuando no tenemos algo positivo que aportar, a reflejar al Señor siendo pacificadores y hacedores del bien. En definitiva, por donde pasemos, por donde nos movamos en la vida cotidiana, se note el suave aroma del conocimiento de Dios. 

¿Qué tipo de aroma dirían los demás que deja tu vida?










 



Gracias sean dadas a Dios, que en todo momento nos asocia al cortejo triunfal de Cristo y que, valiéndose de nosotros, esparce por todas partes como suave aroma su conocimiento. (2 Corintios 2:14)

Cada día valoro más la importancia de los pequeños gestos, esos que están al alcance de todos nosotros. Tal vez nos hemos dejado influenciar excesivamente por todo lo grande y masivo, sean eventos, reuniones, publicaciones, sermones, entradas en las redes sociales, etc., etc. 

Este énfasis nos deja a la inmensa mayoría de nosotros fuera de juego, incapaces de alcanzar eso que nuestro entorno valora, frustrados ante nuestra imposibilidad de estar a la altura, de producir lo que se espera, de ser como esos grandes líderes. Esto nos lleva a la frustración y nos desarma, haciéndonos olvidar todos los pequeños gestos, actos de amor, justicia y misericordia que están día a día a nuestro alcance.

Creo que a esto se refiere el apóstol cuando habla de vivir de tal manera que por donde pasemos dejemos un aroma de vida, del conocimiento del Señor, de amor. Seamos conocidos, tanto por creyentes como no creyentes, como gente amable, disponible, de buen trato, servicial, buscadores del bien en el otro, listos a dar una palabra de ánimo, a guardar silencio cuando no tenemos algo positivo que aportar, a reflejar al Señor siendo pacificadores y hacedores del bien. En definitiva, por donde pasemos, por donde nos movamos en la vida cotidiana, se note el suave aroma del conocimiento de Dios. 

¿Qué tipo de aroma dirían los demás que deja tu vida?










 



Gracias sean dadas a Dios, que en todo momento nos asocia al cortejo triunfal de Cristo y que, valiéndose de nosotros, esparce por todas partes como suave aroma su conocimiento. (2 Corintios 2:14)

Cada día valoro más la importancia de los pequeños gestos, esos que están al alcance de todos nosotros. Tal vez nos hemos dejado influenciar excesivamente por todo lo grande y masivo, sean eventos, reuniones, publicaciones, sermones, entradas en las redes sociales, etc., etc. 

Este énfasis nos deja a la inmensa mayoría de nosotros fuera de juego, incapaces de alcanzar eso que nuestro entorno valora, frustrados ante nuestra imposibilidad de estar a la altura, de producir lo que se espera, de ser como esos grandes líderes. Esto nos lleva a la frustración y nos desarma, haciéndonos olvidar todos los pequeños gestos, actos de amor, justicia y misericordia que están día a día a nuestro alcance.

Creo que a esto se refiere el apóstol cuando habla de vivir de tal manera que por donde pasemos dejemos un aroma de vida, del conocimiento del Señor, de amor. Seamos conocidos, tanto por creyentes como no creyentes, como gente amable, disponible, de buen trato, servicial, buscadores del bien en el otro, listos a dar una palabra de ánimo, a guardar silencio cuando no tenemos algo positivo que aportar, a reflejar al Señor siendo pacificadores y hacedores del bien. En definitiva, por donde pasemos, por donde nos movamos en la vida cotidiana, se note el suave aroma del conocimiento de Dios. 

¿Qué tipo de aroma dirían los demás que deja tu vida?