Por eso, tanto si vivimos en este cuerpo como si lo abandonamos, lo que deseamos es agradar al Señor. Porque todos nosotros tenemos que presentarnos ante el tribunal de Cristo para que cada uno reciba el premio o el castigo que le corresponda por lo que hizo durante su vida mortal. (2 Corintios 5:9-10)

Pablo nos anima y exhorta a que vivamos agradando al Señor. Además, de forma muy pragmática nos indica algo que, con frecuencia, obviamos y algunos de nosotros incluso ignoramos de forma consciente o no. Se trata de la realidad de que cada uno de nosotros hemos de pasar por el tribunal de Cristo.

Allí seremos juzgados. No se trata de un juicio de salvación o perdición. Por gracia sois salvos, no por obras, nos indica la Escritura. Es más bien un juicio sobre nuestra mayordomía; porque si bien no hemos sido salvados por obras, lo hemos sido para la práctica de las mismas. Y, como bien indica Santiago, el hermano de Jesús, la pretendida fe que no produce obras está muerte, es, en definitiva, inexistente.

Jesús habló en numerosas ocasiones acerca de la mayordomía y como el mayordomo, que administra algo que no es suyo, que le ha sido confiado para que lo potencie y multiplique, más tarde o temprano tendrá que rendir cuentas de cómo lo ha hecho. 

En definitiva, cada uno de nosotros tendrá que pasar cuentas de nuestra mayordomía. No se nos preguntará en cuántos cultos hemos participado, cuántos eventos cristianos hemos participado, cuántos libros hemos leído, cuántos podcasts hemos escuchado, ni nada similar. Seremos juzgados para determinar de qué modo hemos usado nuestra vida y recursos para ser agentes de restauración y reconciliación en un mundo roto.

¿Qué resultados obtendrías si fuera llamado hoy a juicio?

 



Por eso, tanto si vivimos en este cuerpo como si lo abandonamos, lo que deseamos es agradar al Señor. Porque todos nosotros tenemos que presentarnos ante el tribunal de Cristo para que cada uno reciba el premio o el castigo que le corresponda por lo que hizo durante su vida mortal. (2 Corintios 5:9-10)

Pablo nos anima y exhorta a que vivamos agradando al Señor. Además, de forma muy pragmática nos indica algo que, con frecuencia, obviamos y algunos de nosotros incluso ignoramos de forma consciente o no. Se trata de la realidad de que cada uno de nosotros hemos de pasar por el tribunal de Cristo.

Allí seremos juzgados. No se trata de un juicio de salvación o perdición. Por gracia sois salvos, no por obras, nos indica la Escritura. Es más bien un juicio sobre nuestra mayordomía; porque si bien no hemos sido salvados por obras, lo hemos sido para la práctica de las mismas. Y, como bien indica Santiago, el hermano de Jesús, la pretendida fe que no produce obras está muerte, es, en definitiva, inexistente.

Jesús habló en numerosas ocasiones acerca de la mayordomía y como el mayordomo, que administra algo que no es suyo, que le ha sido confiado para que lo potencie y multiplique, más tarde o temprano tendrá que rendir cuentas de cómo lo ha hecho. 

En definitiva, cada uno de nosotros tendrá que pasar cuentas de nuestra mayordomía. No se nos preguntará en cuántos cultos hemos participado, cuántos eventos cristianos hemos participado, cuántos libros hemos leído, cuántos podcasts hemos escuchado, ni nada similar. Seremos juzgados para determinar de qué modo hemos usado nuestra vida y recursos para ser agentes de restauración y reconciliación en un mundo roto.

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Por eso, tanto si vivimos en este cuerpo como si lo abandonamos, lo que deseamos es agradar al Señor. Porque todos nosotros tenemos que presentarnos ante el tribunal de Cristo para que cada uno reciba el premio o el castigo que le corresponda por lo que hizo durante su vida mortal. (2 Corintios 5:9-10)

Pablo nos anima y exhorta a que vivamos agradando al Señor. Además, de forma muy pragmática nos indica algo que, con frecuencia, obviamos y algunos de nosotros incluso ignoramos de forma consciente o no. Se trata de la realidad de que cada uno de nosotros hemos de pasar por el tribunal de Cristo.

Allí seremos juzgados. No se trata de un juicio de salvación o perdición. Por gracia sois salvos, no por obras, nos indica la Escritura. Es más bien un juicio sobre nuestra mayordomía; porque si bien no hemos sido salvados por obras, lo hemos sido para la práctica de las mismas. Y, como bien indica Santiago, el hermano de Jesús, la pretendida fe que no produce obras está muerte, es, en definitiva, inexistente.

Jesús habló en numerosas ocasiones acerca de la mayordomía y como el mayordomo, que administra algo que no es suyo, que le ha sido confiado para que lo potencie y multiplique, más tarde o temprano tendrá que rendir cuentas de cómo lo ha hecho. 

En definitiva, cada uno de nosotros tendrá que pasar cuentas de nuestra mayordomía. No se nos preguntará en cuántos cultos hemos participado, cuántos eventos cristianos hemos participado, cuántos libros hemos leído, cuántos podcasts hemos escuchado, ni nada similar. Seremos juzgados para determinar de qué modo hemos usado nuestra vida y recursos para ser agentes de restauración y reconciliación en un mundo roto.

¿Qué resultados obtendrías si fuera llamado hoy a juicio?