Lo comeréis así: la túnica atada, las sandalias abrochadas y la vara en la mano; os lo comeréis a toda prisa. Es la Pascua del Señor. (Éxodo 12:11)


Estoy disfrutando mucho con la lectura del libro de Éxodo; de forma especial con todos los rituales y símbolos que el Señor ofrece a su pueblo. Ambos tienen como propósito recordar de una manera viva, en la que la persona participa activamente, verdades espirituales de un carácter muy profundo. Me produce tristeza que en la fe evangélica no sepamos reconocer la potencia que tienen para reforzar nuestra fe y no nos hayamos esforzado demasiado por desarrollarlos y enseñarlos.

Pero centrémonos en este, la celebración de la Pascua y el modo de hacerlo. Todo en ella tiene un increíble simbolismo y valor que no tengo el tiempo de desarrollar en estas pocas líneas. Quiero, sin simbargo, resaltar la forma en que debía de ser comida. De pie, la vara en la mano y las sandalias abrochadas y comiendo a toda prisa. Nos habla de estar listos en todo momento, en todo tiempo. Nos habla de transitoriedad. Nos refleja un pueblo que vive en transición y se sabe a sí mismo que no es parte de esa tierra en la que celebra. Un pueblo que va hacia un país diferente.

Uno vive de acuerdo a como se percibe. La Palabra nos habla con frecuencia de que somos gente en tránsito hacia una realidad superior y mejor y que, por tanto, debemos vivir acorde con esa identidad. Nuestra ciudadanía está en los cielos afirma la Bibia; aquí estamos totalmente en tránsito, somos peregrinos en tierra extraña. Un seguidor de Jesús, desde esa perspectiva, siempre debe tener la mentalidad de un nómada, alguien que va de paso. No estoy diciendo que eso implique desentenderse de las necesidades de este mundo ¡Al contrario! debemos ser nómadas y peregrinos que a su paso dejan un rastro de justicia, paz, misericordia y compromiso con un mundo roto.


¿Cuál es tu mentalidad?



Lo comeréis así: la túnica atada, las sandalias abrochadas y la vara en la mano; os lo comeréis a toda prisa. Es la Pascua del Señor. (Éxodo 12:11)


Estoy disfrutando mucho con la lectura del libro de Éxodo; de forma especial con todos los rituales y símbolos que el Señor ofrece a su pueblo. Ambos tienen como propósito recordar de una manera viva, en la que la persona participa activamente, verdades espirituales de un carácter muy profundo. Me produce tristeza que en la fe evangélica no sepamos reconocer la potencia que tienen para reforzar nuestra fe y no nos hayamos esforzado demasiado por desarrollarlos y enseñarlos.

Pero centrémonos en este, la celebración de la Pascua y el modo de hacerlo. Todo en ella tiene un increíble simbolismo y valor que no tengo el tiempo de desarrollar en estas pocas líneas. Quiero, sin simbargo, resaltar la forma en que debía de ser comida. De pie, la vara en la mano y las sandalias abrochadas y comiendo a toda prisa. Nos habla de estar listos en todo momento, en todo tiempo. Nos habla de transitoriedad. Nos refleja un pueblo que vive en transición y se sabe a sí mismo que no es parte de esa tierra en la que celebra. Un pueblo que va hacia un país diferente.

Uno vive de acuerdo a como se percibe. La Palabra nos habla con frecuencia de que somos gente en tránsito hacia una realidad superior y mejor y que, por tanto, debemos vivir acorde con esa identidad. Nuestra ciudadanía está en los cielos afirma la Bibia; aquí estamos totalmente en tránsito, somos peregrinos en tierra extraña. Un seguidor de Jesús, desde esa perspectiva, siempre debe tener la mentalidad de un nómada, alguien que va de paso. No estoy diciendo que eso implique desentenderse de las necesidades de este mundo ¡Al contrario! debemos ser nómadas y peregrinos que a su paso dejan un rastro de justicia, paz, misericordia y compromiso con un mundo roto.


¿Cuál es tu mentalidad?



Lo comeréis así: la túnica atada, las sandalias abrochadas y la vara en la mano; os lo comeréis a toda prisa. Es la Pascua del Señor. (Éxodo 12:11)


Estoy disfrutando mucho con la lectura del libro de Éxodo; de forma especial con todos los rituales y símbolos que el Señor ofrece a su pueblo. Ambos tienen como propósito recordar de una manera viva, en la que la persona participa activamente, verdades espirituales de un carácter muy profundo. Me produce tristeza que en la fe evangélica no sepamos reconocer la potencia que tienen para reforzar nuestra fe y no nos hayamos esforzado demasiado por desarrollarlos y enseñarlos.

Pero centrémonos en este, la celebración de la Pascua y el modo de hacerlo. Todo en ella tiene un increíble simbolismo y valor que no tengo el tiempo de desarrollar en estas pocas líneas. Quiero, sin simbargo, resaltar la forma en que debía de ser comida. De pie, la vara en la mano y las sandalias abrochadas y comiendo a toda prisa. Nos habla de estar listos en todo momento, en todo tiempo. Nos habla de transitoriedad. Nos refleja un pueblo que vive en transición y se sabe a sí mismo que no es parte de esa tierra en la que celebra. Un pueblo que va hacia un país diferente.

Uno vive de acuerdo a como se percibe. La Palabra nos habla con frecuencia de que somos gente en tránsito hacia una realidad superior y mejor y que, por tanto, debemos vivir acorde con esa identidad. Nuestra ciudadanía está en los cielos afirma la Bibia; aquí estamos totalmente en tránsito, somos peregrinos en tierra extraña. Un seguidor de Jesús, desde esa perspectiva, siempre debe tener la mentalidad de un nómada, alguien que va de paso. No estoy diciendo que eso implique desentenderse de las necesidades de este mundo ¡Al contrario! debemos ser nómadas y peregrinos que a su paso dejan un rastro de justicia, paz, misericordia y compromiso con un mundo roto.


¿Cuál es tu mentalidad?



Lo comeréis así: la túnica atada, las sandalias abrochadas y la vara en la mano; os lo comeréis a toda prisa. Es la Pascua del Señor. (Éxodo 12:11)


Estoy disfrutando mucho con la lectura del libro de Éxodo; de forma especial con todos los rituales y símbolos que el Señor ofrece a su pueblo. Ambos tienen como propósito recordar de una manera viva, en la que la persona participa activamente, verdades espirituales de un carácter muy profundo. Me produce tristeza que en la fe evangélica no sepamos reconocer la potencia que tienen para reforzar nuestra fe y no nos hayamos esforzado demasiado por desarrollarlos y enseñarlos.

Pero centrémonos en este, la celebración de la Pascua y el modo de hacerlo. Todo en ella tiene un increíble simbolismo y valor que no tengo el tiempo de desarrollar en estas pocas líneas. Quiero, sin simbargo, resaltar la forma en que debía de ser comida. De pie, la vara en la mano y las sandalias abrochadas y comiendo a toda prisa. Nos habla de estar listos en todo momento, en todo tiempo. Nos habla de transitoriedad. Nos refleja un pueblo que vive en transición y se sabe a sí mismo que no es parte de esa tierra en la que celebra. Un pueblo que va hacia un país diferente.

Uno vive de acuerdo a como se percibe. La Palabra nos habla con frecuencia de que somos gente en tránsito hacia una realidad superior y mejor y que, por tanto, debemos vivir acorde con esa identidad. Nuestra ciudadanía está en los cielos afirma la Bibia; aquí estamos totalmente en tránsito, somos peregrinos en tierra extraña. Un seguidor de Jesús, desde esa perspectiva, siempre debe tener la mentalidad de un nómada, alguien que va de paso. No estoy diciendo que eso implique desentenderse de las necesidades de este mundo ¡Al contrario! debemos ser nómadas y peregrinos que a su paso dejan un rastro de justicia, paz, misericordia y compromiso con un mundo roto.


¿Cuál es tu mentalidad?