Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa de amargura; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. (Mateo 26:37)

La idea de que Dios nos librará del sufrimiento es falsa. Puede ser que sí o puede ser que no. Justos e injustos sufren, forma parte de la condición caída del ser humano como consecuencia del pecado, de nuestro deseo de vivir al margen del Señor. La Biblia está llena de episodios en los que los que aman al Dios sufren e incluso se plantean si tiene sentido el tratar de vivir una vida de justicia y santidad cuando aquellos que viven de espaldas al Señor prosperan.

En ocasiones sufrimos como consecuencia de nuestras decisiones, acciones y omisiones. Recibimos, por decirlo de alguna manera, aquello que merecemos. Otras, sufrimos injustamente a causa de la acción u omisión de otros o por hallarnos inmersos en sistemas económicos, sociales, culturales o políticos que son injustos. Jesús en Getsemaní nos enseña que habrá ocasiones en que el Señor no nos librará del sufrimiento y el dolor. Sin duda, el sufrimiento del Maestro tenía un propósito, pero fue injusto. Y con esto, no quiero decir que el Señor no nos libra porque tiene un plan oculto y maravilloso que algún día entenderemos. La vida en un mundo roto por el pecado sigue su curso y todos, creyentes y no creyentes sufrimos las consecuencias. Eso sí, Dios ha prometido que en medio del dolor y el sufrimiento no estaremos solos.