Todo ayuda bien a los que aman a Dios. (Romanos 8:28-29)

Este es el último de cuatro entradas. Si quieres tener el contexto completo te animo a que leas las anteriores.

Si el bien supremo del Señor para cada uno de sus hijos es que nos parezcamos, nos vayamos transformando más y más en Él, es decir, en su forma de vivir y pensar. Entonces tiene sentido que Dios pueda utilizar todo, absolutamente todo, para llevar a cabo ese propósito. Formar a Jesús en nosotros.

El dolor y el sufrimiento que es consecuencia de nuestras malas decisiones, el que otros de forma intencional o sin conciencia nos infringen, los accidentes y enfermedades que tenemos que sufriremos como consecuencia de vivir en un mundo caído e incluso nuestro pecado y sus consecuencias ¡Si, incluso esto último! El Señor lo puede usar para ese bien supremo de parecernos a Jesús.

Piensa en un pecado que has cometido y como consecuencia de este has experimentado la ruptura en la relación con personas amadas y significativas para ti. Personas a las que has herido de forma intencional. Bien, si permites que el Espiritu del Señor te lleve al arrepentimiento y a la reconciliación pidiendo perdón, habrás dado un paso para parecerte más al Maestro y habrás hecho realidad lo que dice el apóstol acerca de que Dios puede usar todo para el bien de los que le aman.