¿A dónde iré lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiré lejos de tu presencia? (Salmo 139:7)

David expresa de forma poética la realidad de la presencia constante del Señor. En el Nuevo Testamento se expresa de otras maneras; por ejemplo, con el nombre de Jesús, Emmanuel, Dios con nosotros. También en su última promesa antes de la ascensión: estaré con vosotros todos los días hasta el fin.

Dios, pues, está presente 24/7 en todo momento, en toda actividad. Cuando duermo y cuando me despierto (interesante que Dios ha hablado en muchas ocasiones por medio de sueños). El tema no es su presencia, el tema es nuestra capacidad de tener conciencia de la misma en la vorágine de la vida cotidiana con todas sus actividades y todas sus demandas. 

No creo que se trate de algo emocional, de sentir algo. Yo soy bastante racional y, consecuentemente, la conciencia de su presencia estará alineada con la forma en que Él me ha hecho. Se trata de tomar conciencia, de aprender a discernir esa presencia en medio de la cotidianeidad que es donde Él se mueve. Pero este aprendizaje, como cualquier otro, te exigirá tiempo, intencionalidad, dedicación. 

Te sugiero tres caminos. Usa lo que te sirva, desecha el resto. Primero, empieza el día con Dios pidiendo conciencia de su presencia en todo lo que vas a hacer. Segundo, si tu rutina diaria te lo permite párate, aunque sólo sean dos minutos y reflexiona sobre cómo hasta ese momento has percibido su presencia. Tercero, acaba el día mirando hacia atrás y tratando de percibir cómo ha estado Él presente. El mismo salmo 139:23-24 te da pautas sobre cómo hacerlo.

Recuerda que lo que falla no es Dios, siempre presente, sino nuestra capacidad de percibirlo.