Si vosotros deseáis volveros al Señor de todo corazón, deshaceos de los dioses extranjeros y de las imágenes de Astarté. Dedicaos totalmente a servir al Señor. (1 Samuel 7:3)

La idolatría puede cambiar en su expresión, pero no en su esencia que consiste en sustituir a Dios por otros dioses. Martín Lutero, el reformador alemán, indicaba que un ídolo es cualquier cosa que ocupa el primer lugar en nuestro corazón. Jesús afirmó que donde está nuestro tesoro estará nuestro corazón.

La invitación cuaresmal es a observar en el interior de nuestro corazón, ayudados por el Espíritu Santo, y discernir qué dioses pueden estar presentes y ocupando el lugar que solo el Señor debería ocupar y, hecha esta observación, obrar en consecuencia.

 

Si vosotros deseáis volveros al Señor de todo corazón, deshaceos de los dioses extranjeros y de las imágenes de Astarté. Dedicaos totalmente a servir al Señor. (1 Samuel 7:3)

La idolatría puede cambiar en su expresión, pero no en su esencia que consiste en sustituir a Dios por otros dioses. Martín Lutero, el reformador alemán, indicaba que un ídolo es cualquier cosa que ocupa el primer lugar en nuestro corazón. Jesús afirmó que donde está nuestro tesoro estará nuestro corazón.

La invitación cuaresmal es a observar en el interior de nuestro corazón, ayudados por el Espíritu Santo, y discernir qué dioses pueden estar presentes y ocupando el lugar que solo el Señor debería ocupar y, hecha esta observación, obrar en consecuencia.

 

Si vosotros deseáis volveros al Señor de todo corazón, deshaceos de los dioses extranjeros y de las imágenes de Astarté. Dedicaos totalmente a servir al Señor. (1 Samuel 7:3)

La idolatría puede cambiar en su expresión, pero no en su esencia que consiste en sustituir a Dios por otros dioses. Martín Lutero, el reformador alemán, indicaba que un ídolo es cualquier cosa que ocupa el primer lugar en nuestro corazón. Jesús afirmó que donde está nuestro tesoro estará nuestro corazón.

La invitación cuaresmal es a observar en el interior de nuestro corazón, ayudados por el Espíritu Santo, y discernir qué dioses pueden estar presentes y ocupando el lugar que solo el Señor debería ocupar y, hecha esta observación, obrar en consecuencia.