Al despertar Jacob de su sueño, pensó -¡Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía! Y añadió aterrorizado: -¡Qué lugar más terrible es este! ¡Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo! (Génesis 28:16-17)


Jacob, en su viaje hacia la casa de sus ancestros, tuvo un encuentro sobrenatural con el Señor en Betel, donde se dio la experiencia de la escalera que subía hasta el cielo y la renovación del pacto por parte del Señor hacia el patriarca. Las palabras que el texto bíblico le atribuye a Jacob son muy fuertes por su contenido emocional, terror y terrible. La experiencia debió de ser extremadamente fuerte aunque nosotros la leamos en tan sólo unos pocos minutos y, desde nuestra mentalidad racional, nos cueste meternos emocional y espiritualmente en el pasaje. Jacob llegó a la conclusión de que aquel lugar era especial y sagrado porque en sus propias palabras "el Señor está en este lugar" y posteriormente indica acerca de Betel "es nada menos que la casa de Dios".

Leía esta experiencia de Jacob en el avión camino de Santiago de Chile y no pude dejar de pensar de cuánto ha cambiado la experiencia de Dios desde entonces y, al mismo tiempo, cuántos seguidores de Jesús viven la experiencia según el antiguo patrón que nos enseña el patriarca Jacob. Todavía hay gran cantidad de cristianos que vinculan la presencia de Dios y, por tanto, la experiencia de Él con lo el lugar donde nos reunimos y que equivocadamente llamamos "iglesia". Existen hermanos míos que consideran que ese espacio físico que sirve para nuestras reuniones es casa de Dios y que Él está allí. Lamentablemente el lenguaje nos traiciona y pueden escucharse esas afirmaciones ¡Equivocadas! cada domingo o cada vez que hay una reunión en el lugar que hemos destinado para ello.

Jesús lo cambió todo al declarar nuestro cuerpo como el templo donde ha decidido habitar por medio de su Espíritu Santo, al convertir nuestra humanidad en sagrada porque ha decidido habitarla. Ya no existen, pues, lugares sagrados, sino personas sagradas en las que mora Jesús. Por tanto, esa experiencia de la presencia de Dios la podemos tener nosotros, sus seguidores, día tras día en todo lugar y en todo momento porque vivimos ¡24 horas al día! en el lugar santísimo, en la mismísima presencia del Señor. Me doy cuenta, sin embargo, que para mí representa todo un reto, el reto de aprender a ver y experimentar al Señor en el día a día, en la escuela, el hogar, el trabajo, el ocio, en el campo y en la ciudad, con los amigos y con la esposa, ya que mi vida es un Betel constante aunque la cultura evangélica donde vivo siga enfatizando que hay que ir a un determinado lugar para encontrarme con Él, lo cual, insisto, no es cierto.


Siendo 0 nada y 10 muchísimo ¿Cuánta experiencia de la presencia de Dios tienes en tu vida cotidiana?



Al despertar Jacob de su sueño, pensó -¡Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía! Y añadió aterrorizado: -¡Qué lugar más terrible es este! ¡Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo! (Génesis 28:16-17)


Jacob, en su viaje hacia la casa de sus ancestros, tuvo un encuentro sobrenatural con el Señor en Betel, donde se dio la experiencia de la escalera que subía hasta el cielo y la renovación del pacto por parte del Señor hacia el patriarca. Las palabras que el texto bíblico le atribuye a Jacob son muy fuertes por su contenido emocional, terror y terrible. La experiencia debió de ser extremadamente fuerte aunque nosotros la leamos en tan sólo unos pocos minutos y, desde nuestra mentalidad racional, nos cueste meternos emocional y espiritualmente en el pasaje. Jacob llegó a la conclusión de que aquel lugar era especial y sagrado porque en sus propias palabras "el Señor está en este lugar" y posteriormente indica acerca de Betel "es nada menos que la casa de Dios".

Leía esta experiencia de Jacob en el avión camino de Santiago de Chile y no pude dejar de pensar de cuánto ha cambiado la experiencia de Dios desde entonces y, al mismo tiempo, cuántos seguidores de Jesús viven la experiencia según el antiguo patrón que nos enseña el patriarca Jacob. Todavía hay gran cantidad de cristianos que vinculan la presencia de Dios y, por tanto, la experiencia de Él con lo el lugar donde nos reunimos y que equivocadamente llamamos "iglesia". Existen hermanos míos que consideran que ese espacio físico que sirve para nuestras reuniones es casa de Dios y que Él está allí. Lamentablemente el lenguaje nos traiciona y pueden escucharse esas afirmaciones ¡Equivocadas! cada domingo o cada vez que hay una reunión en el lugar que hemos destinado para ello.

Jesús lo cambió todo al declarar nuestro cuerpo como el templo donde ha decidido habitar por medio de su Espíritu Santo, al convertir nuestra humanidad en sagrada porque ha decidido habitarla. Ya no existen, pues, lugares sagrados, sino personas sagradas en las que mora Jesús. Por tanto, esa experiencia de la presencia de Dios la podemos tener nosotros, sus seguidores, día tras día en todo lugar y en todo momento porque vivimos ¡24 horas al día! en el lugar santísimo, en la mismísima presencia del Señor. Me doy cuenta, sin embargo, que para mí representa todo un reto, el reto de aprender a ver y experimentar al Señor en el día a día, en la escuela, el hogar, el trabajo, el ocio, en el campo y en la ciudad, con los amigos y con la esposa, ya que mi vida es un Betel constante aunque la cultura evangélica donde vivo siga enfatizando que hay que ir a un determinado lugar para encontrarme con Él, lo cual, insisto, no es cierto.


Siendo 0 nada y 10 muchísimo ¿Cuánta experiencia de la presencia de Dios tienes en tu vida cotidiana?



Al despertar Jacob de su sueño, pensó -¡Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía! Y añadió aterrorizado: -¡Qué lugar más terrible es este! ¡Es nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo! (Génesis 28:16-17)


Jacob, en su viaje hacia la casa de sus ancestros, tuvo un encuentro sobrenatural con el Señor en Betel, donde se dio la experiencia de la escalera que subía hasta el cielo y la renovación del pacto por parte del Señor hacia el patriarca. Las palabras que el texto bíblico le atribuye a Jacob son muy fuertes por su contenido emocional, terror y terrible. La experiencia debió de ser extremadamente fuerte aunque nosotros la leamos en tan sólo unos pocos minutos y, desde nuestra mentalidad racional, nos cueste meternos emocional y espiritualmente en el pasaje. Jacob llegó a la conclusión de que aquel lugar era especial y sagrado porque en sus propias palabras "el Señor está en este lugar" y posteriormente indica acerca de Betel "es nada menos que la casa de Dios".

Leía esta experiencia de Jacob en el avión camino de Santiago de Chile y no pude dejar de pensar de cuánto ha cambiado la experiencia de Dios desde entonces y, al mismo tiempo, cuántos seguidores de Jesús viven la experiencia según el antiguo patrón que nos enseña el patriarca Jacob. Todavía hay gran cantidad de cristianos que vinculan la presencia de Dios y, por tanto, la experiencia de Él con lo el lugar donde nos reunimos y que equivocadamente llamamos "iglesia". Existen hermanos míos que consideran que ese espacio físico que sirve para nuestras reuniones es casa de Dios y que Él está allí. Lamentablemente el lenguaje nos traiciona y pueden escucharse esas afirmaciones ¡Equivocadas! cada domingo o cada vez que hay una reunión en el lugar que hemos destinado para ello.

Jesús lo cambió todo al declarar nuestro cuerpo como el templo donde ha decidido habitar por medio de su Espíritu Santo, al convertir nuestra humanidad en sagrada porque ha decidido habitarla. Ya no existen, pues, lugares sagrados, sino personas sagradas en las que mora Jesús. Por tanto, esa experiencia de la presencia de Dios la podemos tener nosotros, sus seguidores, día tras día en todo lugar y en todo momento porque vivimos ¡24 horas al día! en el lugar santísimo, en la mismísima presencia del Señor. Me doy cuenta, sin embargo, que para mí representa todo un reto, el reto de aprender a ver y experimentar al Señor en el día a día, en la escuela, el hogar, el trabajo, el ocio, en el campo y en la ciudad, con los amigos y con la esposa, ya que mi vida es un Betel constante aunque la cultura evangélica donde vivo siga enfatizando que hay que ir a un determinado lugar para encontrarme con Él, lo cual, insisto, no es cierto.


Siendo 0 nada y 10 muchísimo ¿Cuánta experiencia de la presencia de Dios tienes en tu vida cotidiana?