Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. (Mateo 1:21)


En el mundo hebreo el nombre era algo muy significativo. Era mucho más que la forma de distinguir a un individuo de otro. Se pensaba que el nombre que se le otorgaba a una persona tenía que ver con su carácter y/o su misión o propósito en la vida. En ese sentido, el nombre bien podía determinar el destino de un ser humano. Cuando se anunció el nacimiento del Señor se comunicó que su nombre sería Jesús, que significa salvador, y se explicó que lo sería porque liberaría al pueblo de sus pecados. 

De tanto leerlo es posible que hayamos perdido el sentido de lo que significa ser salvado del pecado. Tal vez necesitamos replantearos qué es el pecado y sus consecuencias para que podamos tener una perspectiva correcta de lo que ser salvados significa. En la Biblia pecado es nuestra actitud de rebelión abierta o indiferencia pasiva ante Dios. Pecado es nuestro deseo de declararnos autónomos e independientes con respecto a Dios y su autoridad, sustraernos a su jurisdicción. La serpiente lo resumió perfectamente: "seréis como Dios". 

Las consecuencias del pecado se expresan en la forma de cuatro grandes rupturas que se producen en la experiencia humana: una ruptura en nuestra relación con Dios, una ruptura en la relación con otros seres humanos, una ruptura interna de nuestra humanidad y, finalmente, una ruptura con la creación de Dios. El pecado genera una catástrofe cósmica que afecta a todas y cada una de las dimensiones de nuestra humanidad. Como consecuencia, nosotros no somos los seres humanos que el Señor había tenido en mente en el momento de la creación; somos, simplemente, el producto del pecado. Somos un proyecto fracasado, algo que nunca debió ser. 

Es de eso que Jesús viene a salvarnos, y su salvación es integral, como integral fue nuestra caída. Su salvación restaura todas y cada una de esas cuatro grandes rupturas o fracturas que el pecado generó. El Salvador, no únicamente nos lleva al cielo, nos hace nuevas personas, nuevas criaturas, una nueva humanidad.


Cuatro rupturas y cuatro restauraciones ¿En qué medida estás experimentando las unas y las otras en tu vida?



Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. (Mateo 1:21)


En el mundo hebreo el nombre era algo muy significativo. Era mucho más que la forma de distinguir a un individuo de otro. Se pensaba que el nombre que se le otorgaba a una persona tenía que ver con su carácter y/o su misión o propósito en la vida. En ese sentido, el nombre bien podía determinar el destino de un ser humano. Cuando se anunció el nacimiento del Señor se comunicó que su nombre sería Jesús, que significa salvador, y se explicó que lo sería porque liberaría al pueblo de sus pecados. 

De tanto leerlo es posible que hayamos perdido el sentido de lo que significa ser salvado del pecado. Tal vez necesitamos replantearos qué es el pecado y sus consecuencias para que podamos tener una perspectiva correcta de lo que ser salvados significa. En la Biblia pecado es nuestra actitud de rebelión abierta o indiferencia pasiva ante Dios. Pecado es nuestro deseo de declararnos autónomos e independientes con respecto a Dios y su autoridad, sustraernos a su jurisdicción. La serpiente lo resumió perfectamente: "seréis como Dios". 

Las consecuencias del pecado se expresan en la forma de cuatro grandes rupturas que se producen en la experiencia humana: una ruptura en nuestra relación con Dios, una ruptura en la relación con otros seres humanos, una ruptura interna de nuestra humanidad y, finalmente, una ruptura con la creación de Dios. El pecado genera una catástrofe cósmica que afecta a todas y cada una de las dimensiones de nuestra humanidad. Como consecuencia, nosotros no somos los seres humanos que el Señor había tenido en mente en el momento de la creación; somos, simplemente, el producto del pecado. Somos un proyecto fracasado, algo que nunca debió ser. 

Es de eso que Jesús viene a salvarnos, y su salvación es integral, como integral fue nuestra caída. Su salvación restaura todas y cada una de esas cuatro grandes rupturas o fracturas que el pecado generó. El Salvador, no únicamente nos lleva al cielo, nos hace nuevas personas, nuevas criaturas, una nueva humanidad.


Cuatro rupturas y cuatro restauraciones ¿En qué medida estás experimentando las unas y las otras en tu vida?



Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. (Mateo 1:21)


En el mundo hebreo el nombre era algo muy significativo. Era mucho más que la forma de distinguir a un individuo de otro. Se pensaba que el nombre que se le otorgaba a una persona tenía que ver con su carácter y/o su misión o propósito en la vida. En ese sentido, el nombre bien podía determinar el destino de un ser humano. Cuando se anunció el nacimiento del Señor se comunicó que su nombre sería Jesús, que significa salvador, y se explicó que lo sería porque liberaría al pueblo de sus pecados. 

De tanto leerlo es posible que hayamos perdido el sentido de lo que significa ser salvado del pecado. Tal vez necesitamos replantearos qué es el pecado y sus consecuencias para que podamos tener una perspectiva correcta de lo que ser salvados significa. En la Biblia pecado es nuestra actitud de rebelión abierta o indiferencia pasiva ante Dios. Pecado es nuestro deseo de declararnos autónomos e independientes con respecto a Dios y su autoridad, sustraernos a su jurisdicción. La serpiente lo resumió perfectamente: "seréis como Dios". 

Las consecuencias del pecado se expresan en la forma de cuatro grandes rupturas que se producen en la experiencia humana: una ruptura en nuestra relación con Dios, una ruptura en la relación con otros seres humanos, una ruptura interna de nuestra humanidad y, finalmente, una ruptura con la creación de Dios. El pecado genera una catástrofe cósmica que afecta a todas y cada una de las dimensiones de nuestra humanidad. Como consecuencia, nosotros no somos los seres humanos que el Señor había tenido en mente en el momento de la creación; somos, simplemente, el producto del pecado. Somos un proyecto fracasado, algo que nunca debió ser. 

Es de eso que Jesús viene a salvarnos, y su salvación es integral, como integral fue nuestra caída. Su salvación restaura todas y cada una de esas cuatro grandes rupturas o fracturas que el pecado generó. El Salvador, no únicamente nos lleva al cielo, nos hace nuevas personas, nuevas criaturas, una nueva humanidad.


Cuatro rupturas y cuatro restauraciones ¿En qué medida estás experimentando las unas y las otras en tu vida?