Si, pues, tus labios confiesan que Jesús es el Señor y crees en tu interior que Dios lo hizo resucitar triunfante de la muerte serás salvado. Porque se necesita la fe interior del corazón para que Dios restablezca en su amistad y la pública confesión de esa fe para obtener la salvación. (Romanos 10:9-10)


Cuando uno se acerca a un texto, el que sea, siempre debe de hacerse tres preguntas claves: ¿Qué dice el texto? ¿Qué significa lo que dice? y, finalmente, ¿Cómo puedo aplicar en mi vida lo que dice?. Lo que un texto dice no hay vuelta de hoja en cuanto al contenido, es decir, dice lo que leemos. El problema ya se vuelve más complicado cuando tratamos de discernir el significado de lo que hemos leído. Es una tarea más compleja porque, lo reconozcamos o no, seamos conscientes de ello o no, todos aplicamos filtros a la hora de interpretar un pasaje. Filtros teológicos e incluso denominacionales. Esos filtros, en ocasiones, nos hacen ver en el pasaje aquello que queremos ver. Nos hacen decir al pasaje lo que queremos que diga. Obligan al pasaje a confirmar nuestros postulados, creencias o doctrinas.

¿Cómo podemos relacionarlo con este pasaje que tenemos aquí? Sin duda el texto nos habla acerca de creer en el interior y manifestarlo en el exterior. El pasaje afirma que ambas cosas son necesarias, imprescindibles. Ni basta el exterior por sí solo ni el interior separadamente. Ambos forman parte de un todo y deben ser abordados como tales. 

Pero ¿Qué significa lo que dice? Aquí es donde debemos encajarlo en el resto de lo que la Escritura enseña sobre el reflejo exterior de la vida interior. Una forma reduccionista de interpretarlo sería que debemos hacer una confesión pública de nuestra fe ¡Y ya está! Por ejemplo, la que hacemos cuando nos bautizamos. Una interpretación más contextual sería que nuestra vida, nuestros frutos, nuestras obras, deben de confirmar la realidad de nuestra fe interior. Estaría pues, más en línea con lo que afirmaba Santiago: "Muéstrame tu fe por tus obras".

Por último, una aplicación sería observar nuestras obras, nuestro estilo de vida y ver hasta qué punto confirman y validan nuestra fe.


¿Qué piensas de la afirmación: La realidad de tu fe la validan tus frutos no tus frases?


Si, pues, tus labios confiesan que Jesús es el Señor y crees en tu interior que Dios lo hizo resucitar triunfante de la muerte serás salvado. Porque se necesita la fe interior del corazón para que Dios restablezca en su amistad y la pública confesión de esa fe para obtener la salvación. (Romanos 10:9-10)


Cuando uno se acerca a un texto, el que sea, siempre debe de hacerse tres preguntas claves: ¿Qué dice el texto? ¿Qué significa lo que dice? y, finalmente, ¿Cómo puedo aplicar en mi vida lo que dice?. Lo que un texto dice no hay vuelta de hoja en cuanto al contenido, es decir, dice lo que leemos. El problema ya se vuelve más complicado cuando tratamos de discernir el significado de lo que hemos leído. Es una tarea más compleja porque, lo reconozcamos o no, seamos conscientes de ello o no, todos aplicamos filtros a la hora de interpretar un pasaje. Filtros teológicos e incluso denominacionales. Esos filtros, en ocasiones, nos hacen ver en el pasaje aquello que queremos ver. Nos hacen decir al pasaje lo que queremos que diga. Obligan al pasaje a confirmar nuestros postulados, creencias o doctrinas.

¿Cómo podemos relacionarlo con este pasaje que tenemos aquí? Sin duda el texto nos habla acerca de creer en el interior y manifestarlo en el exterior. El pasaje afirma que ambas cosas son necesarias, imprescindibles. Ni basta el exterior por sí solo ni el interior separadamente. Ambos forman parte de un todo y deben ser abordados como tales. 

Pero ¿Qué significa lo que dice? Aquí es donde debemos encajarlo en el resto de lo que la Escritura enseña sobre el reflejo exterior de la vida interior. Una forma reduccionista de interpretarlo sería que debemos hacer una confesión pública de nuestra fe ¡Y ya está! Por ejemplo, la que hacemos cuando nos bautizamos. Una interpretación más contextual sería que nuestra vida, nuestros frutos, nuestras obras, deben de confirmar la realidad de nuestra fe interior. Estaría pues, más en línea con lo que afirmaba Santiago: "Muéstrame tu fe por tus obras".

Por último, una aplicación sería observar nuestras obras, nuestro estilo de vida y ver hasta qué punto confirman y validan nuestra fe.


¿Qué piensas de la afirmación: La realidad de tu fe la validan tus frutos no tus frases?


Si, pues, tus labios confiesan que Jesús es el Señor y crees en tu interior que Dios lo hizo resucitar triunfante de la muerte serás salvado. Porque se necesita la fe interior del corazón para que Dios restablezca en su amistad y la pública confesión de esa fe para obtener la salvación. (Romanos 10:9-10)


Cuando uno se acerca a un texto, el que sea, siempre debe de hacerse tres preguntas claves: ¿Qué dice el texto? ¿Qué significa lo que dice? y, finalmente, ¿Cómo puedo aplicar en mi vida lo que dice?. Lo que un texto dice no hay vuelta de hoja en cuanto al contenido, es decir, dice lo que leemos. El problema ya se vuelve más complicado cuando tratamos de discernir el significado de lo que hemos leído. Es una tarea más compleja porque, lo reconozcamos o no, seamos conscientes de ello o no, todos aplicamos filtros a la hora de interpretar un pasaje. Filtros teológicos e incluso denominacionales. Esos filtros, en ocasiones, nos hacen ver en el pasaje aquello que queremos ver. Nos hacen decir al pasaje lo que queremos que diga. Obligan al pasaje a confirmar nuestros postulados, creencias o doctrinas.

¿Cómo podemos relacionarlo con este pasaje que tenemos aquí? Sin duda el texto nos habla acerca de creer en el interior y manifestarlo en el exterior. El pasaje afirma que ambas cosas son necesarias, imprescindibles. Ni basta el exterior por sí solo ni el interior separadamente. Ambos forman parte de un todo y deben ser abordados como tales. 

Pero ¿Qué significa lo que dice? Aquí es donde debemos encajarlo en el resto de lo que la Escritura enseña sobre el reflejo exterior de la vida interior. Una forma reduccionista de interpretarlo sería que debemos hacer una confesión pública de nuestra fe ¡Y ya está! Por ejemplo, la que hacemos cuando nos bautizamos. Una interpretación más contextual sería que nuestra vida, nuestros frutos, nuestras obras, deben de confirmar la realidad de nuestra fe interior. Estaría pues, más en línea con lo que afirmaba Santiago: "Muéstrame tu fe por tus obras".

Por último, una aplicación sería observar nuestras obras, nuestro estilo de vida y ver hasta qué punto confirman y validan nuestra fe.


¿Qué piensas de la afirmación: La realidad de tu fe la validan tus frutos no tus frases?